Slavoj Zizek
07 de Octubre de 2001
Alain Badiou identificó como un rasgo importante del siglo de XX la "pasión de lo Real /la passion du reel/": en contraste con el siglo de XIX de los proyectos e ideales utópicos o "científicos", planes sobre el futuro, el siglo XX apuntó a entregar la propia cosa, a realizar directamente el tedioso Nuevo Orden. La última y definida experiencia del siglo de XX era la experiencia directa de lo Real como opuesto a la realidad social cotidiana - lo Real en su violencia extrema como el precio a ser pagado por despellejar las capas engañosas de realidad. Ya en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, Carl Schmitt celebraba el combate cara a cara como el encuentro intersubjetivo auténtico: la autenticidad reside en el acto de trasgresión violenta, de lo Real lacaniano - la Cosa que Antigona confronta cuando viola el orden de la Ciudad - al exceso batailleano.
Como Badiou lo demostró a propósito de los juicios-show estalinistas, este esfuerzo violento por forzosamente destilar el puro Real de la realidad huidiza termina en su contrario, en la obsesión con la pura apariencia: en el universo estalinista, la pasión de lo Real (la entrada en vigor del cruel desarrollo socialista) culmina así en la ritual puesta en escena de un espectáculo teatral, en la verdad que nadie cree. La clave de esta inversión reside en la última imposibilidad por delinear una distinción clara entre la realidad engañosa y algún núcleo positivo firme de lo Real: cada momento positivo de realidad es a priori sospechoso, subsecuentemente (como nosotros sabemos por Lacan) la Cosa Real es finalmente otro nombre para el Vació. La persecución de lo Real equivale así a la aniquilación total, una furia (auto)destructiva dentro de la cual la única manera de rastrear la distinción entre el semblante y lo Real es, precisamente, ESCENIFICANDOLO en un espectáculo falso. La ilusión fundamental aquí es que, una vez que el trabajo violento de purificación se realiza, el Nuevo Hombre surgirá ex nihilo, librado de la suciedad de la corrupción pasada. Dentro de este horizonte, los "hombres realmente-existentes" son reducidos a materia prima, el material crudo que puede explotarse cruelmente para la construcción del nuevo - la revolucionaria definición estalinista de hombre es circular: "el hombre es aquello que será aplastado, pisoteado, trabajado despiadadamente para producir sobre él a un nuevo hombre." Tenemos aquí la tensión entre la serie de elementos "ordinarios" (los hombres "ordinarios" como el "material" de la historia) y el elemento excepcional vacío (el "Nuevo Hombre" socialista, qué al principio es nada, un lugar vacío a ser llenado de contenido positivo a través del tumulto revolucionario). En una revolución, no hay ninguna determinación positiva a priori de este Nuevo Hombre: una revolución no se legitima por la noción positiva de la esencia de tal Hombre, "alienado" en las condiciones del presente y que debe realizarse a través del proceso revolucionario, - la única legitimación de una revolución es negativa, una voluntad por romper con el Pasado. Uno debe formular aquí las cosas de una manera muy precisa: la razón por la qué la furia estalinista de purificación es tan destructiva reside en el mismo hecho de que se sostiene por la creencia de que, después de que el trabajo destructivo de purificación se logré, ALGO PERMANECERÁ, el sublime "remanente indivisible", el parangón del Nuevo. Está para ocultar el hecho de que no hay nada más allá de eso, de una manera estrictamente perversa, el revolucionario tiene que aferrarse a la violencia como el único índice de su autenticidad, y es en este nivel que los críticos del estalinismo como regla, perciben erróneamente la causa de la atadura de los comunistas con el Partido. Es decir, cuando, en 1939-1941 los pro-soviéticos Comunistas tenían que cambiar la línea del Partido un par de veces en toda la noche (después del pacto Soviético-Alemán, era el imperialismo, no el fascismo lo que se elevó al papel del enemigo principal; desde el 22 de junio de 1941, cuando Alemania atacó a la Unión Soviética, era de nuevo el frente popular contra la bestia fascista), la brutalidad de los impuestos cambios de posición fue algo que llamo la atención. A lo largo de las mismas líneas, las purgas que ellos ejercieron causaron una fascinación misteriosa, sobre todo en los intelectuales: su crueldad "irracional" sirvió como un tipo de prueba ontológica, el testigo productivo al hecho de que nosotros estamos tratando con lo Real, no sólo con planes vacíos - el Partido es cruelmente brutal, a la manera de un negocio...
Así, si la pasión de lo Real acaba en un puro semblante del teatro político, entonces, en una inversión exacta, la pasión "posmoderna" del semblante de los últimos hombres acaba en algún tipo de Real. Reacuérdese el fenómeno de los "cutters" (principalmente mujeres que experimentan un irresistible impulso por cortarse o herirse a sí mismas con cutres o navajas de afeitar), estrictamente en correlación a la virtualización de nuestro contorno: representa una estrategia desesperada para retornar a lo real del cuerpo. Como tal, cortarse contrasta con las normales inscripciones-tatuaje en el cuerpo, las cuales garantizan la inclusión del sujeto en el orden simbólico (virtual) - con los cutters (quienes se cortan con ellos), el problema es el opuesto, a saber la aserción de realidad misma. Lejos de ser suicida, lejos de señalar un deseo por la auto-aniquilación, cortarse es un esfuerzo radical para (re)obtener una fortaleza en la realidad, o (otro aspecto del mismo fenómeno) para fundamentar firmemente nuestro ego en nuestra realidad corporal, contra la insufrible ansiedad de percibirse a sí mismo como no-existente. El reporte standard de los cortadores es que, después de ver la calurosa sangre roja fluyendo fuera de la herida auto-infligida, se perciben vivos de nuevo, firmemente arraigados en la realidad. Así, aunque, por supuesto, cortarse es un fenómeno patológico, es, no obstante, un esfuerzo patológico por recobrar algún tipo de normalidad, para evitar caer en la psicosis total. En el mercado de hoy, nosotros encontramos una serie entera de productos privados de su propiedad maligna: café sin cafeína, crema sin grasa, cerveza sin alcohol... La Realidad Virtual generaliza este procedimiento de ofrecer un producto privado de su sustancia: proporciona la realidad misma privada de su sustancia, del resistente grano duro de lo Real - de la misma manera el café descafeinado huele y sabe como el café real sin ser el real, La Realidad Virtual es experimentada como la realidad sin serlo. Sin embargo, al final de este proceso de virtualización, la inevitable conclusión benthamiana nos espera: la realidad es su propia mejor apariencia.
¿Y no estaba el atentado al WTC con respecto a las películas de catástrofe de Hollywood como pornografía snuff contra las ordinarias películas porno sado-masoquistas? Éste es el elemento de verdad la provocativa declaración de Karl-Heinz Stockhausen acerca de que los aviones que se estrellaron contra las torres del WTC eran la última obra de arte: uno puede efectivamente percibir el derrumbamiento del WTC como la elevación, la culminante conclusión artística de la "pasión de lo real" del siglo XX - los "terroristas" mismos no lo hicieron para provocar principalmente daños material reales, sino POR EL EFECTO ESPECTACULAR. La pasión auténtica del siglo XX por penetrar la Cosa Real (finalmente, el destructivo Vació) a través de la telaraña de semblantes que constituyen nuestra realidad así culmina en la emoción de lo Real como el último "efecto", buscado después desde los efectos especiales digitalizados a través de la autentica TELEVISIÓN y la pornografía amateur de las películas snuff. Las películas snuff que entregan la "cosa real" son quizás la última verdad de la realidad virtual. Hay una conexión íntima entre el virtualización de la realidad y la emergencia de una infinidad e infinito dolor corporal, mucho mayor que el usual: ¿la biogenética y la Realidad Virtual combinadas no abren nuevas posibilidades "reforzadas" de TORTURA, un nuevo e inaudito horizonte de extender nuestra habilidad para soportar el dolor (a través de ensanchar nuestra capacidad sensorial para mantener el dolor, a través de inventar nuevos formularios para infligirlo)? Quizás, la última imagen de sadeana en una víctima "no muerta" de la tortura que puede aguantar el dolor interminablemente sin disponer del escape en la muerte, también espera volver a la realidad.
La última fantasía paranoica norteamericana es la de un individuo que vive en un idílico pueblo californiano, un paraíso del consumo, y de pronto comienza a sospechar que el mundo en el que vive es una farsa, un espectáculo montado para convencerlo de que vive en la realidad, un show en el que todos a su alrededor son actores y extras. El ejemplo más reciente de esto es The Truman Show, de Peter Weir, en la que Jim Carrey encarna al empleado local que gradualmente descubre la verdad: que él es el héroe de un show televisivo transmitido las 24 horas, y que su pueblo es, en rigor, un gigantesco set de filmación por el que las cámaras lo siguen sin interrupción. Entre sus predecesores, vale la pena mencionar la novela Time Out of Joint (1959) de Philip K. Dick, en la que el héroe vive en un idílico pueblo californiano a fines de los 50, y gradualmente descubre que toda la ciudad es una farsa montada para mantenerlo satisfecho... La experiencia subyacente de Time Out of Joint y de The Truman Show es que el paraíso del consumo capitalista es, en su hiperrealidad, de algún modo IRREAL, insustancial, privado de toda inercia material. Y la misma "derealización" del horror prosiguió después de los ataques al WTC: mientras el número de 6000 víctimas se repetía todo el tiempo, es sorprendentemente pequeña la carnicería real que nosotros vemos - ningún cuerpo desmembrado, nada de sangre, ninguna cara desesperada de alguna persona agonizante... en claro contraste con los informes de las catástrofes del Tercer Mundo dónde el punto entero es producir grandes noticias con detalles repugnantes: somalíes agonizando de hambre, mujeres bosnias violadas, hombres con cortes en la garganta. Estas imágenes siempre van acompañaron con algún adelanto-advertencia de que "algunas de las imágenes que usted verá son sumamente gráficas y pueden vulnerar a los niños" - una advertencia que nosotros NUNCA oímos en los informes en el derrumbamiento del WTC. ¿No es esta ya otra prueba de cómo, incluso en esos momentos trágicos, la distancia que nos separa a Nosotros de Ellos, de su realidad, se mantiene: “el horror real pasa ALLÍ, no AQUÍ”? /
De modo que no sólo Hollywood pone en escena un semblante de la vida real despojada del peso y la inercia de la materialidad - en la sociedad consumista del capitalismo tardío, la "autentica vida social" adquiere de algún modo los rasgos de una imitación organizada, con nuestros vecinos comportándose en la "vida real" como actores y extras en un escenario... De nuevo, la última verdad de la des-espiritualización del universo del capitalista utilitario es la des-materialización de la propia "vida real", su inversión en una show espectral. Entre otros, Christopher Isherwood expreso esta irrealidad de la vida diaria americana, ejemplificándolo en el cuarto de motel: "¡Los moteles americanos son irreales! /... / ellos se diseñan deliberadamente para ser irreales. /... / Los europeos nos odian porque nos hemos retirado a vivir dentro de nuestros anuncios, como ermitaños que entran en sus cuevas para contemplar". La noción de "esfera" de Peter Sloterdijk está literalmente aquí comprendido, como una gigantesca esfera de metal que envuelve y aísla la ciudad entera. Hace unos años, una serie de películas de ciencia-ficción como Zardoz o Logan's Run previeron la dificultad posmoderna de hoy extendiendo esta fantasía a la propia comunidad: el grupo aislado vive una vida aséptica en un área apartada, anhela la experiencia del mundo real de la decadencia material. ¿No es la fotografía continuamente repetida sin fin del avión acercándose y chocando con la segunda torre del WTC la versión de la vida-real de la famosa escena de los Pájaros de Hitchcock, extraordinariamente analizado por Raymond Bellour, en la qué se acercan a Melanie en la Bodega Bay en el malecón después de cruzar la bahía en un barco pequeño? Cuando, mientras se van acercando el muelle, ella señala a su (futuro) amante, un solo pájaro, (primero percibido como una mediocre mancha oscura) inesperadamente entra en el lado derecho del marco y golpea su cabeza. ¿No era el avión que pegó a la torre del WTC literalmente la última mancha hitchcockiana, la anamórfica mancha que desnaturalizó la muy conocida idílica vista de Nueva York?
The Matrix (1999), el éxito de los hermanos Wachowski, llevó esta lógica a su clímax: la realidad material en la que vivimos es virtual, generada y coordinada por una mega-computadora a la que todos estamos conectados; cuando el héroe (interpretado por Keanu Reeves) despierta a la “realidad real”, lo que ve es un paisaje desolado, sembrado de ruinas humeantes: lo que quedó de Chicago después de una guerra mundial. Morpheus, el líder de la resistencia, lo recibe con ironía: “Bienvenido al desierto de lo real”. ¿No fue algo de un orden similar lo que sucedió en Nueva York el 11 de septiembre? Sus ciudadanos fueron introducidos al “desierto de lo real”; a nosotros, corrompidos por Hollywood, la imagen de las torres derrumbándose no pudo sino recordarnos las pasmosas escenas de las grandes producciones del cine catástrofe.
Cuando escuchamos hablar de lo inesperados que resultaron los atentados, deberíamos recordar la otra catástrofe crucial, a comienzos del siglo XX: la del “Titanic”. Aquello fue un shock porque, en la fantasía ideológica, el transatlántico era el símbolo de la civilización industrial del siglo XIX. ¿Se puede afirmar lo mismo de los atentados? No sólo los medios nos bombardeaban con el discurso de la amenaza terrorista; sino que esta amenaza estaba obvia y libidinalmente investida – basta con recordar películas como Escape de Nueva York y Día de la Independencia. En eso reside la razón de la asociación a menudo mencionada de los ataques con las películas-catástrofe hollywoodenses: Lo impensable que sucedió, era a su vez, objeto de fantasía, de alguna manera, Estados Unidos tuvo lo que tanto fantaseaba, y ésta fue la mayor sorpresa.
Por consiguiente, uno debe dar el giro a la lectura standard según la cual, los atentados contra el WTC fueron una intrusión de lo Real que destrozo nuestra esfera ilusoria: más bien es lo contrario, es antes del colapso del WTC que vivíamos en nuestra realidad, percibiendo los horrores del Tercer Mundo como algo que no era efectivamente parte de nuestra realidad social, como algo que existe (para nosotros) como una aparición espectral en la pantalla (de televisión) - y lo que pasó el 11 de septiembre es que esta aparición fantasmatica de la pantalla entró en nuestra realidad. No es que esa realidad entró en nuestra imagen: la imagen entró y estrelló nuestra realidad (es decir, las coordenadas simbólicas que determinan lo que nosotros experimentamos como la realidad). El hecho de que, después del 11 de septiembre, el estreno de muchas películas "taquilleras (blockbuster)" con escenas que tenían un parecido con el derrumbe del WTC (grandes edificios en fuego o bajo ataque, acciones terroristas...) se pospusieran (o incluso algunas películas fueran archivadas), debe así ser leído como la "represión" del fondo fantasmatico responsable por el impacto del colapso del WTC. Por supuesto, el punto es no jugar un juego pseudo-posmoderno de reducir el colapso del WTC a solamente otro espectáculo de los medios de comunicación, leyéndolo como una versión catástrofe de las películas porno snuff; la pregunta que nosotros nos debimos de haber hecho cuando miramos fijamente las pantallas de la televisión el 11 de septiembre simplemente es: ¿DÓNDE HEMOS VISTO YA UNA Y OTRA VEZ LA MISMA COSA?
Es precisamente ahora, cuando lidiamos con la crudeza de lo Real de la catástrofe, que debemos considerar las coordenadas ideológicas que determinan la percepción de estos atentados. Si hay algún simbolismo en el derrumbe de las torres, no es tanto la vieja noción de “centro del capitalismo financiero” sino, más bien, la noción de que las dos torres del WTC representaban el centro del capitalismo VIRTUAL, el capitalismo de la especulación financiera desconectada de la esfera de producción material. El demoledor impacto de los atentados sólo puede medirse en relación a la frontera que separa el Primer Mundo digitalizado del Tercer Mundo, “el desierto de lo Real”. La conciencia de que vivimos en un universo aislado y artificial genera así la noción de que un agente ominoso nos amenaza permanentemente con la destrucción total.
Es, en consecuencia, Osama Bin Laden, el sospechoso autor intelectual detrás de los atentados, ¿no sería el equivalente en la “vida real” de Ernst Stavro Blofeld, el cerebro diabólico que planea formas de destrucción global en las películas de James Bond? Lo que uno debería recordar es que el único momento en las películas de Hollywood en que vemos el proceso de producción en toda su intensidad es cuando Bond penetra en la guarida secreta del cerebro diabólico y localiza en ella el centro de la producción criminal (el destilado y empaquetado de drogas, la construcción de un cohete o un rayo láser capaz de destruir Nueva York…). Siempre, tras capturar a Bond, el amo-criminal le ofrece un tour por sus fábricas ilegales. ¿Y no es eso lo más que Hollywood se acerca a una orgullosa exposición socialista de los métodos de producción en una fábrica? Y la función de la intervención de Bond es, por supuesto, volar todo el lugar de la producción por los aires, permitiéndonos retornar a nuestra rutina en un mundo con “la clase obrera en desaparición”. ¿Y no es el derrumbe de las Torres Gemelas, esa misma violencia dirigida al amenazante Afuera volviendo hacía nosotros?
La esfera segura en la que viven los norteamericanos se encuentra amenazada desde Afuera por atacantes terroristas quienes cobarde y cruelmente se auto-sacrifican, hábilmente inteligentes y primitivamente bárbaros. Se citan las cartas de los atacantes fallecidos como "documentos escalofriantes" - ¿por qué? ¿No son exactamente lo que uno esperaría de los luchadores especializados en una misión suicida? Si uno acepta las referencias al Corán, ¿en qué difieren ellos a, digamos, los manuales especiales de la CIA? ¿No eran los manuales de CIA para los contras nicaragüenses con las descripciones detalladas sobre cómo perturbar la vida diaria, cómo obstruir el agua de los retretes, del mismo orden - si no es que algo más cobarde? Cuando, el 25 de septiembre de 2001, el líder de Taliban el Mullah Mohammad Omar recurrió a los americanos para usar su propio juicio para responder a los ataques que devastaron el World Trade Center y el Pentágono, en lugar de seguir ciegamente la política de su gobierno para atacar a su país Afganistan ("Usted acepta todo lo que su gobierno dice, si es verdadero o falso. /.../ ¿No tiene usted pensamientos propios? /... / Así que será bueno para usted usar su propio sentido y entendiendo".), ¿no eran estas declaraciones, tomadas de un modo literal-abstracto, descontextualizadas, en ciento sentido, bastante apropiadas? Hoy, más que nunca, uno debe tener presente que la gran mayoría de Árabes no se fanatiza con las muchedumbres oscuras, sino que están asustadas, inciertas, conscientes de su frágil estado - prueba de ellos es la ansiedad que los atentados causaron en Egipto.
La esfera segura en la que viven los norteamericanos se encuentra amenazada desde Afuera por atacantes terroristas quienes cobarde y cruelmente se auto-sacrifican, hábilmente inteligentes y primitivamente bárbaros. Cada vez que encontremos un mal Externo en un estado tan puro, deberíamos reunir coraje para recordar la lección hegeliana: en este Afuera puro, debemos reconocer una versión destilada de nuestra esencia. Durante los últimos cinco siglos, la (relativa) paz y prosperidad del Occidente “civilizado” se ha conseguido a través de la sistemática exportación de violencia y destrucción al Afuera “bárbaro” –desde la larga historia de la conquista del Oeste hasta las matanzas en el Congo–. Aunque suene cruel e indiferente, debemos también considerar, ahora más que nunca, que el efecto de estos atentados es más simbólico que real: en Africa, CADA DÍA mueren más personas de SIDA que todas las víctimas del derrumbe del WTC, y su muerte podría ser cortada fácilmente cortada con medios financieros relativamente pequeños. Estados Unidos acaba de saborear lo que sucede a diario en el resto del mundo, de Sarajevo a Grozny, de Ruanda y el Congo a Sierra Leona. Si a eso se añade la situación de las habituales mafias y bandas neoyorquinas, y a una docena de francotiradores que disparan ciegamente a las personas que caminan a lo largo de las calles, uno se puede hacer una idea de cómo era Sarajevo hace una década.
Cuando, días después del 11 de septiembre del 2001, nuestra mirada fue traspasada por las imágenes del avión estrellándose en una de las torres del WTC, todos fuimos forzados a experimentar lo que es la "compulsión a la repetición", jouissance más allá del principio de placer: nosotros queríamos verlas una y otra vez, las mismas imágenes se repitieron hasta la nausea, y la satisfacción misteriosa que nosotros recibimos de ella era jouissance en su estado más puro. Fue sólo cuando miramos en la pantalla de la TV a las dos torres del WTC colapsándose, que nos fue posible experimentar la falsedad de los "reality shows": aun si los shows son "reales", las personas actúan en ellos - simplemente se interpretan a sí mismos. La despedida standard en una novela ("los personajes en este texto son una ficción, todo parecido con personajes de la "vida real" es una pura coincidencia") también se sostiene para los participantes de los reality soaps: lo qué nosotros vemos son personajes de ficción, aun cuando ellos actúan como son en realidad. Por supuesto, el “retorno a lo Real” dispara tramas hasta ahora impensadas. uno ya oye a algunos conservadores afirmar que lo que nos hizo tan vulnerables fue nuestra gran apertura - con la inevitable conclusión de que nos acechan desde dentro, si nosotros vamos a proteger nuestro "modo de vida", tendremos que sacrificar algunas de nuestras libertades que han sido mal empleadas por los enemigos de la libertad. Esta lógica debe ser rechazada totalmente: ¿no es un hecho que nuestros países "abiertos" del Primer Mundo son los países más controlados en la historia entera de la humanidad? En el Reino Unido, todos los espacios públicos, desde los autobuses hasta los centros comerciales, son constantemente videograbados, por no mencionar el control casi total de todas los formas de comunicación digital.
Siguiendo las mismas líneas, a los comentaristas derechistas como George Hill les gusta proclamar inmediatamente el final de “las vacaciones que los Estados Unidos se habían tomado del curso de la Historia”: - el impacto de la terrible realidad desmorona la torre de la tolerancia liberal y el enfoque de los Estudios Culturales en la textualidad. Ahora, Estados Unidos debe responder, debe enfrentar enemigos reales en el mundo real. ¿Pero a QUIÉN enfrentar? Cualquiera que sea la respuesta, nunca van a dar en el blanco CORRECTO-JUSTO, nunca van a estar totalmente satisfechos. Un ataque norteamericano a Afganistán sería el colmo de lo ridículo: si la mayor potencia mundial destruye a uno de los países más pobres del planeta, en el cuál los campesinos sobreviven en áridas colinas ¿no estaríamos frente al epítome de la impotencia? Afganistán es por otra parte un blanco ideal: un país YA reducido a escombros, sin la infraestructura, repetidamente destruida por la guerra durante las últimas dos décadas... uno no puede evitar la conjetura de que la opción de Afganistán también se determinará por consideraciones económicas: ¿no es el mejor procedimiento para actuar por el enojo propio a un país al qué nadie cuida y dónde no hay nada que destruir? Desgraciadamente, la posible opción de Afganistán hace recordar la anécdota sobre el loco que busca la llave perdida bajo la luz de la calle; cuando alguien le pregunta por qué busca allí cuando él ha perdido la llave en una esquina oscura, él responde: "¡Pero es más fácil investigar bajo una luz fuerte!" ¿No es la última ironía que Kabul en su conjunto ya se parece el centro de la ciudad de Manhattan?
Sucumbir al impulso para actuar ahora y desquitarse significa precisamente evitar confrontarse con las verdaderas dimensiones de lo que ocurrió el 11 de septiembre - significa un acto cuyo verdadero objetivo es calmarnos para mantener la segura convicción de que nada REALMENTE ha cambiado. La verdadera amenaza a largo plazo serán los actos de terror masivos que comparados con la memoria del colapso del WTC serán palidecidos - actos menos espectaculares, pero mucho más horroríficos. ¿Qué sobre la guerra bacteriológica, qué sobre el uso del gas letal, qué sobre la perspectiva del terrorismo de ADN (venenos en vías de desarrollo que afectarán sólo a personas que comparten un genoma determinado)? En contraste con Marx, que confió en la noción de fetiche como un objeto sólido cuya presencia estable ofusca su mediación social, uno debe afirmar que ese fetichismo alcanza su apogeo precisamente cuando el propio fetiche es "desmaterializado", convertido en un fluido, una entidad virtual "inmaterial"; el fetichismo del dinero culminará con el pasaje a su forma electrónica, cuando los últimos rastros de su materialidad desaparezcan - sólo en esta fase en que asumirá la forma de una presencia espectral indestructible: yo debo $1000, y no importa cuántas notas materiales queme, yo aún debo $1000, la deuda se inscribe en alguna parte del espacio digital virtual... ¿No se sostiene lo mismo también para la guerra? Lejos de apuntar hacia la guerra del siglo XXI, el estallido y derrumbe de las torres gemelas del WTC en septiembre del 2001 fue más bien el último lamento espectacular de la guerra del siglo XX. Lo qué nos espera es algo mucho más misterioso: el espectro de una guerra "inmaterial" dónde el ataque es invisible - los virus, venenos que pueden estar en cualquier parte y en ninguna parte. Al nivel de realidad material visible, nada pasa, ninguna gran explosión, y aún así el universo conocido empieza a derrumbarse, la vida se desintegra... Estamos entrando en una nueva era de guerra paranoica en la que la tarea más grande será identificar al enemigo y sus armas. En lugar de un actuar rápidamente hacía afuera, uno debe confrontar estas preguntas difíciles: ¿qué significara la guerra del siglo XXI? ¿Quiénes serán "ellos", si ellos no son, claramente, ni Estados ni bandas criminales? Uno no puede resistir aquí la tentación de recordar la oposición freudiana de la Ley pública y su doble superyó obsceno: ¿no son, a lo largo de la misma línea, las "organizaciones terroristas internacionales" el doble obsceno de las grandes corporaciones multinacionales - las últimas máquinas rizomaticas, omnipresentes, aunque sin una base territorial clara? ¿No son ellos la forma en la qué el "fundamentalismo" nacionalista y/o religioso se acomodó al capitalismo global? ¿No personifican ellos la último contraficción, con su particular/exclusivo contenido y su funcionando dinámico global?
Hay una verdad parcial en la noción del "choque de civilizaciones" del que se habla hoy – de esto da testimonio la sorpresa del americano medio: "¿Cómo es posible que estas personas exhiban y practiquen semejante desprecio para con sus propias vidas?" ¿No es el anverso de esta sorpresa el hecho bastante triste de que nosotros, en los países del Primer Mundo, encontremos cada vez más difícil incluso imaginar una Causa pública o universal por la cuál uno estaría dispuesto a sacrificar la propia vida? Cuándo, después de los atentados, un sereno ministro Taliban extranjero expresó que él podía "sentir el dolor" de los niños americanos, ¿no confirmaba el papel ideológico hegemónico, al ser esta frase el sello distintivo de Bill Clinton? Aparece efectivamente como si la división entre el Primer Mundo y el Tercer Mundo corriera cada vez más a lo largo de las líneas de la oposición entre llevar una larga vida de satisfacción material plena, de riqueza cultural, y dedicando la propia vida a alguna Causa trascendente. Dos referencias filosóficas se imponen inmediatamente entre ellas a propósito de este antagonismo ideológico entre el estilo de vida del consumidor occidental y el radicalismo musulmán: Hegel y Nietzsche. ¿Este antagonismo no es aquel entre lo que Nietzsche llamó nihilismo "pasivo" y "activo?" Nosotros en occidente somos los nietzscheanos Últimos Hombres, sumidos en los estúpidos placeres diarios, mientras los radicales musulmanes están listos para arriesgarse a todo, comprometiéndose en la lucha por su autodestrucción. (Uno no puede pero nota el papel significante de la bolsa de valores en los atentados: la última prueba de su impacto traumático fue que la Bolsa de valores de Nueva York estuvo cerrada durante cuatro días, y cuando abrió sus puertas hasta el lunes siguiente, este acto fue presentado como la importante señal de que las cosas volvían a la normalidad.) Además, si uno percibe esta oposición a través de los lentes de la lucha hegeliana entre el Amo y el Siervo, uno no puede evitar notar la paradoja: aunque nosotros en occidente nos percibimos como amos explotadores, somos nosotros quienes ocupamos la posición del Siervo que, desde que se aferra a la vida y sus placeres, es incapaz de arriesgar su vida (la llamada noción de Colin Powell de una guerra de alta tecnología sin pérdidas humanas), mientras que los radicales musulmanes pobres son Amos dispuestos a arriesgar su vida...
Sin embargo, esta noción del "choque de civilizaciones" tiene que ser rechazada completamente: de lo qué nosotros estamos siendo testigos hoy, es más bien del choque DENTRO DE cada civilización. Además, una mirada breve a la historia comparativa entre el Islam y la Cristiandad nos dice que el "registro de los derechos humanos" del Islam (para usar este término anacrónico) es mucho mejor que el de la Cristiandad: en los últimos siglos, el Islam era significativamente más tolerante hacia otras religiones que la Cristiandad. AHORA es el tiempo para recordar que fue a causa de los Árabes que, en la Edad Media, nosotros en la Europa occidental recobramos el acceso a nuestro legado griego antiguo. Aun cuando de ninguna manera esto excusa el horror de los actos de hoy, estos hechos demuestran no obstante claramente que nosotros no estamos tratando con un rasgo inscrito en el Islam "como tal", sino con el resultado de las condiciones socio-políticas modernas.
En una mirada más de cerca, ¿qué ES efectivamente este "choque de civilizaciones"? ¿Todos los choques de la vida-real no están claramente relacionados con el capitalismo global? El blanco "fundamentalista" musulmán no sólo es el corrosivo impacto del capitalismo global en la vida social, sino TAMBIÉN los regímenes "tradicionalistas" corrompidos en Arabia Saudita, Kuwait, etc., Las más horroríficas matanzas (aquéllas en Ruanda, Kongo, y Sierra Leona) no sólo han tenido lugar - y está teniendo lugar - dentro de la MISMA "civilización", sino también se relaciona claramente con la interacción de intereses económicos globales. Incluso en los pocos casos en que encajarían la vaga definición del "choque de civilizaciones" (Bosnia y Kosovo, el sur de Sudán, etc.), la sombra de otros intereses es fácilmente discernible.
Cada rasgo atribuido al Otro ya está presente en el mismo corazón de Estados Unidos: ¿fanatismo asesino? Hay en el propio Estados Unidos hoy más de dos millones de derechistas "fundamentalistas" populistas que también practican su propio terror, legitimado por (su comprensión de) la Cristiandad. Desde que América está de alguna manera "albergándolos", ¿debe el ejército norteamericano de castigar a los propios Estados Unidos de la misma manera luego de los atentados de Oklahoma? ¿Y que hay sobre la manera en que Jerry Falwell y Pat Robertson reaccionaron a los atentados, percibiéndolos como una señal de que Dios quito su protección a los Estados Unidos debido a las vidas pecadoras de los americanos, echando la culpa al materialismo hedonista, al liberalismo, y a la sexualidad desenfrenada, afirmando que América consiguió lo que merecía? El hecho que la muy misma condena de la América "liberal" como del Otro musulmán venga del corazón mismo de la América profunda debe dar a pensar algo. ¿Es América un asilo seguro? Cuando un neoyorquino comentó cómo, después de los atentados, uno ya no podría caminar de forma segura por las calles de la ciudad, la ironía era más bien que, antes de los atentados, eran muy conocidos los peligros que acechaban a todos en cualquier esquina de la ciudad – en este aspecto si a algo dieron lugar los atentados fue a un nuevo sentido de solidaridad, con las escenas de un puñado de jóvenes afro-americanos ayudando a un anciano judío a cruzar la calle, escenas inimaginables un par de días antes.
Ahora, en los días que siguieron inmediatamente al atentado, es como si nosotros moráramos en un tiempo único entre un evento traumático y su impacto simbólico, como en ese momento breve posterior a un corte profundo, cuando vemos la herida pero el dolor todavía no nos golpea plenamente. - Ya se puede vislumbrar como será simbolizado este evento, cuál será su eficiencia y cómo se lo evocará para justificar actos posteriores. Uno no puede claramente experimentar todavía la limitación de nuestra democracia: las decisiones que están siendo tomadas afectarán el destino de todos nosotros, y todos nosotros sólo esperamos, conscientes de que somos absolutamente impotentes. Incluso aquí, en estos momentos de suma tensión, este eslabón no es automático sino contingente. Han aparecido ya los primeros malos presagios, como la resurrección súbita, en el discurso público, del viejo término de la guerra fría del "mundo libre": la lucha es ahora entre el "mundo libre" y las fuerzas de la oscuridad y el terror. La pregunta a ser formulada aquí es, por supuesto: ¿quiénes entonces pertenecen al mundo de NO LIBRE? ¿Es, digamos, China o Egipto parte de este mundo libre? El mensaje real es, claro, que la vieja división vieja los países liberal-democráticos occidentales y todo los otros es aplicada de nuevo.
El día posterior al atentado recibí el llamado de una revista para la que había escrito un largo artículo sobre Lenin; me avisaban que habían decidido postergar su publicación - ellos consideraban inoportuno publicar un texto sobre Lenin inmediatamente después de los atentados. ¿No apunta esto hacia la ominosa rearticulación ideológica que vendrá, con un nueva Berufsverbot (la prohibición para emplear a los radicales) aún más fuerte y más extendida que aquella en la Alemania de los años setenta? Estos días, uno oye a menudo la frase de que la lucha es ahora por la democracia - verdadera, pero no en el modo en que se emplea o significa esta frase usualmente. Ya, algunos amigos izquierdistas míos me escribieron que, en estos momentos difíciles, es bueno controlar la cabeza y no impulsar hacía adelante nuestra agenda. Contra esta tentación de esquivar y mantenerse fuera de la crisis, uno debe insistir que AHORA la Izquierda deba proporcionar un mejor análisis - por otra parte, es una derrota reconocer de antemano su política y ética ante los actos de heroísmo de la gente ordinario genuina (como los pasajeros que, en un modelo de acto ético racional, dieron alcance a los secuestradores y provocaron la colisión temprana del avión: si uno se condena a morir pronto, uno debe armarse de la fuerza y debe morir de tal manera que prevenga que otras personas perezcan).
Cuando, en consecuencia del 11 de septiembre, la masa de norteamericanos redescubrió su orgullo americano, desplegando banderas y cantando juntos en público, uno debe dar énfasis más que nunca a que no hay nada de "inocente" en este redescubrimiento de la inocencia americana, en conseguir librarse del sentido de la culpa histórica o de la ironía que previnieron muchos de ellos al asumir totalmente ser americanos. A lo que este gesto equivale fue a asumir "objetivamente" la carga de todo ese ser "americano" que se ha erigido en el pasado - un caso ejemplar de interpelación ideológica, de asumir el mandato simbólico, que se introduce en la etapa inmediatamente después de la perplejidad causada por algún trauma histórico. En la consecuencia traumática del 11 de septiembre, cuándo la vieja seguridad parecía momentáneamente destrozada, ¿qué gesto más "natural" que tomar el refugio de la inocencia de la firme identificación ideológica? Sin embargo, es precisamente en tales momentos de inocencia transparente, de "retorno a lo básico", cuando el gesto de identificación parece "natural", es eso, desde punto de vista de la crítica de ideología, el más oscuro, incluso, de una cierta manera, oscuridad misma. Permítanos recordar otro momento semejante de inocencia-transparente, el perpetuamente reproducido video-foto en la Avenida de Beijing de Eternal Piece en plenos problemas de 1989,
un joven y diminuto hombre con una lata quien, solo, se encuentra delante de un gigantesco tanque gigantesco, y valientemente intenta prevenir su avance, para que, cuando el tanque intenta desviar el camino doblando a la derecha, el hombre también se mueve al lado, de nuevo estando de pie de modo que:
"La representación es tan poderosa que demuele cualquier otra comprensión. Este escena callejera, este tiempo y este evento, ha venido a constituir el punto del compás para virtualmente todas las jornadas occidentales en el interior de la contemporánea vida política y cultural de China."
Y, de nuevo, este mismo momento de claridad transparente (las cosas se dan en una suprema desnudez: un solo hombre contra la fuerza cruda del Estado) esta, para nuestra mirada occidental, sostenida por una telaraña de implicaciones ideológicas, incluyendo una serie de oposiciones: lo individual contra el Estado, resistencia pacífica contra violencia estatal, el hombre contra la máquina, la fuerza interna de un individuo diminuto contra la impotencia de la poderosa máquina... Estas implicaciones, contra el fondo del cual la foto ejerce su impacto directo pleno, estas "mediaciones" sostienen el impacto inmediato de la foto, no están presentes para un observador chino, ya que la serie oposiciones antes mencionadas son inherentes al legado ideológico europeo. Y el mismo fondo ideológico también esta sobredeterminado, es decir, nuestra percepción de las imágenes honoríficas de pequeños individuos saltando desde las torres del WTC con la certeza de la muerte.
Y sobre la frase que reverbera por todas partes, "Nada será lo mismo después del 11 de septiembre" Significativamente, esta frase nunca es elaborada más allá - es sólo un gesto vacío de decir algo "profundo" sin realmente saber lo que nosotros queremos decir. Así que nuestra primera reacción a esto debe ser: ¿Realmente? ¿No es, más bien, que la única cosa que efectivamente cambió fue que América fue obligada a comprender el tipo de mundo del que era parte? Por otro lado, semejantes cambios en la percepción nunca ocurren sin consecuencias, desde la manera en que nosotros percibimos que nuestra situación determina el modo en que nosotros actuamos en él. Reacuérdese los procesos de derrumbamiento de un régimen político, digamos, el derrumbe de los regimenes comunistas en la Europa Oriental en 1990: en un cierto momento, las personas de repente se dieron cuenta de que el juego había terminado, que los comunistas estaban perdidos. La ruptura fue completamente simbólica, nada cambió "en la realidad" - y, no obstante, en ese momento, el derrumbe final del régimen era simplemente una cuestión de días... ¿Y si algo del mismo orden ocurriera con el 11 de septiembre?
No sabemos aún con exactitud cuáles serán las consecuencias en la economía, la ideología, la política, la guerra, que este evento tendrá, pero una cosa es segura: Estados Unidos ya no se puede considerar a sí mismo como una isla aislada que presencia los acontecimientos mundiales a través de una pantalla de la televisión, está ahora involucrado directamente. Así que la alternativa es: ¿los americanos decidirán fortificar aún más su "esfera", o se arriesgaran a salir de él? O los Estados Unidos persistirán en, incluso fortalecerán, la actitud profundamente inmoral de "¿Por qué debería sucedernos esto a nosotros? ¡Cosas como estas no pasan AQUÍ!", Actitud que, por supuesto, aumentará la paranoia y, por lo tanto, el grado de agresión hacia el temible Afuera. O América finalmente se arriesgará a caminar a través de la pantalla fantasmática que lo separa del Mundo Externo, aceptando su llegada al mundo Real, haciendo un largo y atrasado movimiento de superar el "una cosa así no debe suceder AQUÍ!" para acceder al "una cosa así no debe suceder en NINGUNA PARTE!". En esto reside la verdadera lección de los atentados: la única manera de asegurar que esto no suceda AQUÍ de nuevo es evitando que siga sucediendo EN CUALQUIER OTRA PARTE. Para abreviar, América debe aprender humildemente a aceptar su propia vulnerabilidad como la parte de este mundo, promulgando el castigo de los responsables como un triste deber, no como una encolerizada y estimulada venganza.
Los atentados al WTC nos confrontan de nuevo con la necesidad resistirse a la tentación de un chantaje doble. Si uno simplemente, sólo e incondicionalmente lo condena, uno no puede pero parece endosar la descarada posición ideológica de la inocencia americana bajo el ataque del malvado Tercer Mundo; si uno se inclina a poner atención a las causas socio-políticas más profundas del extremismo árabe, uno no puede pero parece culpar a la víctimas quienes finalmente obtuvieron lo que merecían... La única solución consecuente es aquí rechazar esta misma oposición y adoptar ambas posiciones simultáneamente, qué sólo puede hacerse si uno acude a la categoría dialéctica de totalidad: no hay ninguna opción entre estas dos posiciones, cada uno es unilateral y falsa. Lejos de ofrecer argumentos pertinentes sobre cuál es la posición ética que uno puede adoptar, nosotros encontramos aquí el límite del razonamiento moral: desde punto de vista moral, las víctimas son inocentes, el acto era un crimen abominable; sin embargo, esta misma inocencia no es inocente - adoptar semejante posición "inocente" en el universo capitalista global de hoy es en sí misma una abstracción falsa. Lo mismo va por el choque ideológico de interpretaciones: uno puede afirmar que el ataque al WTC fue un ataque contra los valores y las libertades democráticas - el estilo de vida occidental decadente condenado por los musulmanes y otros fundamentalistas es el universo de los derechos de las mujeres y la tolerancia del multiculturalismo; sin embargo, uno también puede afirmar que fue un ataque al mismo centro y símbolo de capitalismo financiero global. Esto, por supuesto, de ninguna manera trae consigo la noción de compromiso de culpa compartida (los terroristas son culpables, pero, parcialmente, los americanos también son culpables...) – el punto es, más bien, que los dos lados realmente no se oponen, que ellos pertenecen al mismo campo. El hecho de que el capitalismo global sea una totalidad significa que es la unidad dialéctica de sí misma y de su otro, de las fuerzas que se le resisten en los cimientos ideológicos "fundamentalistas."
Por consiguiente, de las dos historias que emergieron después del 11 de septiembre, los dos son las peores, como Stalin lo habría puesto. La narrativa patriótica americana - la inocencia bajo sitio, la ola de orgullo patriótico - es, por supuesto, vana; sin embargo, ¿es la narrativa Izquierdista (con su Schadenfreude: los Estados Unidos obtuvieron lo que ellos merecieran, lo que ellos eran durante décadas que hacían a otros) realmente la mejor? La reacción predominante de los izquierdistas europeos, pero también americanos, fue nada menos que escandalosa: todas las estupideces imaginables se dijeron y se escribieron, desde el punto de vista "feminista" las torres del WTC eran dos símbolos fálicos, esperando ser destruido ("castrados"). Que eso fue algo pequeño y miserable matemáticamente si uno recuerda y revisa el holocausto (¿qué son 6000 muertos contra millones en Ruanda, el Kongo, etc.?) ¿Y que hay sobre el hecho de que la CIA (co)creador del Taliban y Bin Laden, haya financiando y ayudando para que ellos lucharan contra los soviéticos en Afganistán? ¿Por qué este hecho se citó como un CONTRA argumento para atacar a los Estados Unidos? ¿No sería mucho más lógico afirmar que precisamente es su deber liberarnos del monstruo que ellos mismos crearon? En el momento uno piensa en términos de "sí, el colapso del WTC fue una tragedia, pero uno no debe de ningún modo solidarizarse totalmente con las víctimas, pues eso significaría apoyar el imperialismo norteamericano", la catástrofe ética ya está aquí: la única posición apropiada es que la solidaridad incondicional sea con TODAS las víctimas. La posición ética apropiada se reemplaza aquí con la matemática moralizante de culpa y horror que evita el punto importante: la muerte espantosa de cada individuo es absoluta e incomparable. Para abreviar, permítanos hacer un experimento mental simple: si usted detecta en usted mismo cualquier impedimento para sentir una plena empatía con las víctimas del colapso del WTC, si usted siente el impulso para calificar su empatía con "sí, pero que hay acerca de los millones que sufren en África... ", usted no está demostrando su simpatía con el Tercer Mundo, sino meramente su mauvaise foi, que atestigua su implícita y condescendiente actitud racista hacia las víctimas del Tercer Mundo. (Más precisamente, el problema con las tales declaraciones comparativas es que ellas son necesarias e inadmisibles: uno TIENE que hacerlas, uno TIENE que hacer notar que a diario tienen lugar los más peores horrores alrededor del mundo - pero uno tiene que hacerlo sin involucrarse en la matemática obscena de culpa.)
Debe decirse que, dentro del alcance de estos dos extremos (el acto vengador violento contra la nueva reflexión sobre la situación global y el papel de América en él), la reacción de los poderes occidentales hasta ahora fue sorprendentemente considerado (¡ninguna sorpresa causó el arranque antiamericano violento de Ariel Sharon!). Quizás la más grande ironía de la situación es que el principal "daño colateral" de la reacción occidental es el enfoque en la condición de los refugiados afghanos, y, más generalmente, en la catastrófica situación de alimentos y salud en Afganistán, a veces, la acción militar contra el Taliban casi era presentada como un medio para garantizar la entrega segura de la ayuda humanitaria - cuando Tony Blair dijo, quizás, nosotros tendremos que bombardear Taliban para afianzar el transporte de comida y distribución. Aunque, claro, las tales grandes acciones humanitarias publicitadas están cargadas ideológicamente, involucrando el degradante cambio de posición de los Afghanos a la de víctimas desvalidas, y reduciendo al Taliban a un parásito que los aterroriza, es significante reconocer que la crisis humanitaria en Afganistán presenta un catástrofe mucho mayor que el atentado al WTC.
Otra manera en que la izquierda falló miserablemente fue cuando, en las semanas posteriores al atentado, revirtió el viejo mantra "¡Denle una oportunidad a la paz! ¡La guerra no detiene la violencia!" - un verdadero caso de precipitación histérica, reaccionando a algo que ni siquiera pasará en la forma esperada. En lugar del análisis concreto de la nueva situación compleja después de los atentados, de las oportunidades da la izquierda para proponer su propia interpretación de los eventos, nosotros conseguimos los rituales cantos ciegos de "¡No guerra!", qué fallo incluso para dirigirse al hecho elemental, un hecho reconocido por el propio gobierno americano (a través de la posposición la acción vengadora), que ésta no era una guerra como cualquier otra, que el bombardeo de Afganistán no es una solución. ¡Una situación triste en la que George Bush mostró más poder de reflexión que la mayoría de la izquierda!
No es ninguna sorpresa que el anti-americanismo sea muy discernible en las "grandes" naciones europeas, sobre todo Francia y Alemania: es parte de su resistencia a la globalización. Uno oye a menudo la queja sobre la reciente tendencia de que la globalización amenaza la soberanía de los Estados-Nación; aquí, sin embargo, uno debe calificar esta declaración: ¿CUÁLES Estados son los que mayormente están expuestos a esta amenaza? No son los estados pequeños, sino el segundo-cercó de (ex -)poderes mundiales, los países como Reino Unido, Alemania y Francia: lo qué ellos temen es que, una vez totalmente sumergidos en el recientemente surgido Imperio global , ellos se reducirán al mismo nivel que, digamos, Austria, Bélgica o Luxemburgo mismo. La negativa de "Americanización" en Francia, compartido por muchos izquierdistas y nacionalistas derechistas, es así finalmente la negativa para aceptar el hecho que la propia Francia está perdiendo su papel del hegemónico en Europa. Los resultados de esta negativa son a menudo cómicos - en un recientes coloquio filosóficos, un filósofo izquierdista francés se quejó de cómo, aparte de él, no hay prácticamente ningún filósofo francés ahora en Francia: Derrida se vende al deconstruccionismo americano, la academia se agobia por el cognitivismo anglosajón... Un experimento mental simple es indicativo aquí: permítanos imaginar a alguien de Serbia que afirma que él es el único filósofo que ha permanecido verdaderamente como serbio - él se habría denunciado inmediatamente y se habría ridiculizado como un nacionalista. La nivelación de peso entre los Estados-Nación más grandes y los más pequeños deben contarse así entre los efectos benéficos de la globalización: bajo la burla despectiva de los nuevos Estados pos-comunistas europeos orientales, es fácil discernir los contornos del narcisismo herido de las "grandes naciones" europeas. Aquí, una buena dosis buena de sensibilidad de Lenin para las naciones pequeñas, (recordemos su insistencia en que, en la relación entre las naciones grandes y las pequeñas, uno siempre debe permitir un grado mayor de "pequeño" nacionalismo) sería útil. Interesantemente, la misma matriz se reprodujo dentro de ex-Yugoslavia: no sólo para los serbios, sino incluso para la mayoría de los poderes occidentales, Serbia se percibía a sí-misma como el único grupo étnico con bastante sustancia para formar su propio Estado. A lo largo de los años noventa, incluso los críticos democráticos radicales de Milosevic que rechazaron el nacionalismo serbio, actuaron en la presuposición de que, entre las repúblicas ex-yugoslavas, es sólo Serbia la que tiene el potencial democrático: después de derrocar a Milosevic, Serbia solo puede convertirse en un Estado democrático prospero, mientras las otras naciones ex-yugoslavas son demasiado "provincianas" para sostener su propio Estado democrático... ¿No es éste el eco de los famosos comentarios ásperos de Friedrich Engels sobre cómo las naciones balcánicas pequeñas son políticamente reaccionarias desde que su misma existencia es una reacción, una supervivencia del pasado? Las "vacaciones de la historia" de Norteamérica son una falsedad: La paz de América se compró por las catástrofes que ocurren en otras partes. En estos días, el punto de vista predominante es el de una mirada inocente que confronta el Mal indecible por el golpe del Exterior - y, de nuevo, a propósito de esta mirada, uno debe recoger fuerza y también debe aplicar a él famoso dictum de Hegel acerca de que el Mal reside (también) en la propia mirada inocente qué percibe el Mal alrededor de sí mismo. Hay incluso un elemento de verdad en la estrecha visión de la Mayoría Moral sobre la depravación en los Estados Unidos, dedicados a los placeres estúpidos, en el horror conservador a este mundo inferior de sexplotación y violencia patológica: lo qué ellos no consiguen es la identidad especulativa hegeliana entre este mundo inferior y su propia posición de pureza falsa - el hecho de que tantos predicadores fundamentalistas resultaron ser pervertidos sexuales es mucho más de un hecho empírico contingente. Cuando el famoso-infame Jimmy Swaggart afirmo que de hecho él sólo visitaba a las prostitutas para que le dieran una fuerza adicional para su predicar (él sabía de la lucha íntima contra la que estaba predicando), aunque indudablemente es hipócrita en el nivel subjetivo inmediato, es no obstante objetivamente verdad.
¿Pueda uno imaginar una ironía mayor sobre el hecho de que el primer nombre/código para la operación americana contra los terroristas fuera el de "Justicia Infinita" (después cambió ante el reproche de los clérigos del Islam norteamericanos acerca de que sólo Dios puede ejercer la justicia infinita)? Tomado en serio, este nombre es profundamente ambiguo: o significa que los americanos tienen el derecho para destruir cruelmente no sólo a todos los terroristas sino también a todos los que entonces dieron el apoyo moral, material, ideológico etc. (y este proceso será por definición interminable en el sentido preciso hegeliano de "infinidad mala" - el trabajo nunca se logrará realmente, allí siempre seguirá habiendo alguna otra amenaza terrorista...); o significa que la justicia ejercida debe ser verdaderamente infinita en el sentido hegeliano estricto, es decir, que, relacionando a otros, se tiene que relacionar a sí mismo - para abreviar, que tiene que hacer la pregunta de cómo nosotros al ejercer la justicia estamos envueltos en contra de lo que estamos luchando. Cuando, el 22 de septiembre del 2001, Derrida recibió el premio Theodor Adorno, él se refirió en su discurso a los atentados del WTC: "Mi compasión incondicional, la que se dirige a las víctimas del 11 de septiembre, no me impide expresarlo: Yo no creo, frente a este crimen, en la inocencia política de nadie." Esta auto-relación, esta inclusión de a sí mismo en el cuadro, es la única verdadera "justicia infinita."
En su campaña electoral, el presidente Bush nombró como la persona más importante en su vida a Jesucristo. Ahora él tiene una única oportunidad para demostrar que lo que él quiso decir iba en serio: para él, como para todos los americanos hoy, "¡Amar al vecino!" significa "¡Amar a los musulmanes!" O NO SIGNIFICA NADA EN ABSOLUTO.
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