lunes, 23 de julio de 2007

¿y por acá? bien, gracias!!!!!!

Dado mi interés casi obsceno por la tecnología, nuevamente postearé al respecto.
Casi veo con envidia como el proyecto OLPC ha sido testeado en un pueblito de Uruguay, las declaraciones entusiastas de los niños al conectarse a la internet y acceder a la mayor biblioteca de la humanidad.

Bueno está decir que no todos los que nos conectamos a la red hacemos uso eficiente de ella, pero basta con que haya un 1% será ya un éxito, 1% siempre será más que 0%, y muchísimo más.
El famoso proyecto que desde este mes se lo conocerá como XO intenta reducir la brecha tecnológica que tenemos el tercer mundo frente al primer mundo rico y desarrollado, y se ha entendido que parte del retraso es la tecnología. Las pequeñas XO tienen un procesador AMD y funcionarán bajo Linux-Sugar (desarrollado por Red Hat) no tendrá disco duro sino una memoria flash, esto ha provocado obviamente las críticas de Intel y Bill Gates.
El costo inicial de una XO será de $ 175, pero se calcula que para el 2009 habrá bajado a $ 50. Los niños valen hacer una inversión, que ni siquiera será un regalo, sino que las computadoras se venderán a sus usuarios finales.
Han salido voces críticas del proyecto, han dicho que es mucho más necesario dar salud y alimentación sana a los niños de los países pobres en lugar de darles acceso a la tecnología informática, y tienen razón en cuanto es necesario cubrir las necesidades básicas, pero también es cierto que si no tienen nuestros niños acceso a la informática estaremos formando los nuevos analfabetas, y seguirán siendo segregados del resto de habitantes del planeta.

Una nueva variable, una nueva necesidad, una nueva prioridad.
Sin embargo, en Absurdistán (léase Ecuador) no se ha firmado un convenio con el proyecto, o hasta ahora no nos han informado de haberlo hecho.
La tan cacareada revolución ciudadana, el tan cacareado llamado del presidente Correa al resto de países a usar software libre se ha visto opacado por la ausencia del proyecto OLPC por estas tierras.
Es una pena que no vayamos a ver a nuestros niños caminar con su pequeña XO rumbo a su escuela.
Una verdadera pena.
Por acá, bien, gracias!!!!!

sábado, 21 de julio de 2007

Lo insólito acá es posible

No me gusta para nada el "socialismo del siglo XXI" para mí no es otra cosa que fascismo empastado.

En fin, el gobierno ecuatoriano de la revolución ciudadana ha autorizado la pesca de tiburones y la exportación y venta de sus aletas. La excusa para semejante maravilla es que esto dará trabajo a 200.000 familias.

No me gusta el clientelismo, acabar con la naturaleza y sus recursos para conseguir votos es de gente miserable.

Ah, por si acaso tampoco me gustan los ecologistas a ultranza.

Todo depende el crital con que se mire

Cuando yo era niño consumía la propaganda de nuestra parte del mundo respecto al menosprecio de la contraparte antagónica, sin embargo tenía cierta admiración por los logros soviéticos, y como buen niño y adolescente había deificado a la potencia y a sus héroes, me transformé en un pequeño cabezón irreverente y con la cuadratura propia de la edad.

Años después el muro cae y comienzo a ver que el paraíso no era tal, que sus grandes logros eran opacados por los excesos ideológicos del sistema, que la intolerancia y ubicuidad del partido eran deleznables al extremo, que el pensamiento único y absoluto eran lo peor que pudiera pasarle al ser humano, me volví un ser extremadamente crítico respecto al “socialismo” hasta casi sentir repugnancia cuando escuchaba el término. Han pasado años y mi repugnancia es mayor que ayer, pero ahora tengo muchos más ingredientes teóricos que ayer, he leído mucho más y ya no creo ni rechazo la propaganda oficial (venga de donde viniere).

Sin embargo, siento cierto orgullo cuando leo sobre algunos logros de los soviéticos y como resolvieron los más grandes problemas con las respuestas más simples y casi obvias, un ejemplo digno de ser tomado en cuenta es la tecnología espacial, mientras los Estados Unidos invertían ingentes cantidades de dinero en investigación sobre aislantes de calor para el reingreso de las naves, los soviéticos resolvieron aquello de la forma más simple, barata y eficiente, usaron corcho. Las naves soyuz siguen usando láminas de corcho como aislantes térmicos de reingreso, y esa tecnología ha demostrado su eficacia y fiabilidad. Otro ejemplo es el lápiz como solución de escritura en condiciones de gravedad cero, mientras los estadounidenses nunca lograron que su esferográfico espacial tuviera éxito, sin embargo Estados Unidos invirtió algunos millones en la investigación y desarrollo del artefacto.

Los tiempos han cambiado, ya no se menosprecia los logros tecnológicos del ex-adversario, ahora incluso se intenta copiar algunos de ellos. Me llamó la atención hace algunos años cuando leí un artículo en la revista “La Ciencia en la URSS” sobre el EKRANOPLANO, una especie de combinación entre avión y barco, un barco que vuela o un avión que navega, depende de como se quiera ver.

El ekranoplano vuela a unos pocos metros sobre el nivel del mar, casi se puede decir que se desliza sobre las olas del mar, para volar utilizan el efecto suelo, a diferencia de los aviones convencionales que se benefician de una aspiración hacia arriba por efecto de la sustentación, los ekranoplanos utilizan para volar la sobrepresión que se produce delante y debajo de sus alas, que forma un colchón de aire que asegura una cierta sustentación del aparato.

El ekranoplano fue una solución en tiempos de la guerra fría para el transporte rápido de tropas en el mar Caspio, fue un logro del ingeniero Rotislav Alexeiev.

Hoy en día la empresa norteamericana Boeing está trabajando en un prototipo de un gran transporte de tropas del tamaño del An-225 pero ekranoplano. Están estudiando este medio de transporte porque es eficiente, de bajo consumo de combustible y puede llegar a tener una autonomía casi global.

Todo depende del cristal con el que se mire, en los años de la guerra fría la propaganda gringa se reía de la tecnología soviética y cacareaban su supuesta superioridad.

Ahora nos admiramos de los avances en electromecánica, tecnología espacial, y el sorprendente interés por el estudio de la telekinesis.

viernes, 20 de julio de 2007

La literatura también pierde

Adiós a Roberto Fontanarrosa

Mempo Giardinelli
La Nación, Argentina, julio de 2007

Desde los diez o doce años pasaba horas copiando los cuadritos de las revistas de historietas que todos leíamos en los 50 y 60: Rayo Rojo, Misterix, El Tony. En todas se destacaba, insistente, la publicidad de las clases por correspondencia de la Escuela Panamericana de Arte, que él cursó y desde donde se erigió en un dibujante excepcional, a la altura de Quino y en la preciosa tradición de Ramón Columba, Dante Quinterno y muchos otros que enaltecen la historieta y el humor gráfico argentinos.

Pero Roberto Fontanarrosa fue también un narrador original, personalísimo. Lo prueba su vasta y rica producción de cuentos, llena de personajes entrañables y aclamada por decenas de miles de lectores, a la vez que rigurosamente ignorada por la academia y el canon.

Siempre fue un gran escritor, además de dibujante genial, y tengo para mí que le habría gustado recibir el reconocimiento que, en este campo, no llegó a tener. Era serio a la hora de escribir, era exigente y conocía los secretos del oficio porque desde chico fue un lector competente, incesante, un curioso inagotable.

Y ojo que escritor fue siempre. Creo que fue en el 80 o el 81 cuando la Editorial Pomaire publicó en la Argentina Best Seller, su primera, encantadora novela. Por la misma época en la sucursal española (entonces las sucursales estaban en España) yo debutaba con La revolución en bicicleta. Alguna vez bromeamos acerca de esa casualidad, que se sumaba a las de ser hinchas de clubes "chicos" (Rosario Central y Vélez) y no vivir en Buenos Aires.

Ahora quedarán sus libros, y me atrevo a decir que lo sobrevivirán tanto como sus popularísimos personajes. Porque Inodoro, Mendieta, Boogie y alguno más perdurarán, sin dudas, como íconos de nuestro tiempo. Pero me parece que será en la literatura donde Roberto Fontanarrosa, escritor chispeante a la par que tozudamente conceptual, tendrá asegurada la memoria.

Se la ganó en buena ley. Y creo que él hubiera asentido ante esta afirmación, humilde y melancólico, un segundo antes de cambiar de tema con una ocurrencia. Su prosa vibrante, irónica y desaforada se va a extrañar ahora, por la sencilla razón de que era única.

Qué más decir en esta noche fría. Si es tan triste y duro, y sobre todo tan odioso, escribir la necrológica de un colega y amigo.

jueves, 19 de julio de 2007

Homenaje a Fontanarrosa

Admiración perpetua al maestro Fontanarrosa

miércoles, 18 de julio de 2007

¿arte?

Esto es para quien le parezca arte, a mí me parece obvio, facilón y malo.


En este mundo en el que la parodia de la parodia ha llegado a niveles del simulacro, cuando prima el hacer por hacer. Esto es el simulacro del arte, para los "críticos" que no han leído un poco de filosofía.
Omito el nombre de los autores por respeto a mí.

sábado, 7 de julio de 2007

"La música es el único arte verdaderamente democrático"

JOSÉ MARÍA GARCÍA MARTÍNEZ 07/07/2007
Revista BABELIA, El País - España

Empiezan los festivales de jazz, los clásicos como los de San Sebastián y Vitoria y los muchos que proliferan en otras ciudades españolas. Entre los artistas internacionales más destacados que recalan esta temporada por la Península se encuentra el veterano adalid del free jazz Ornette Coleman, que presenta un nuevo disco y a quien se rinde un homenaje.


Que Ornette Coleman resida en el corazón del "Distrito de la Moda", en Nueva York, explica muchas cosas. Como, por ejemplo, sus chaquetas imposibles puro glamur. A sus 77 años, el saxofonista, trompetista, violinista y compositor sigue señalando el camino que otros seguirán tras él. El "rebelde con causa" de los sesenta es un clásico y está en su mejor forma; su último disco, Sound Grammar, así lo demuestra. Y llena los recintos donde toca. Algo impensable en quien fue arrojado a los leones por el establishment del jazz y llegó a cobrar de los dueños de los clubes por no tocar en sus locales. El viernes 20 de julio estará en Vitoria (21.00, Polideportivo de Mendizorrotza), dentro del Festival de Jazz de dicha ciudad, y en sesión doble, junto al quinteto del contrabajista Dave Holland.

El sumo hacedor del free jazz y reciente ganador de dos premios Grammy y Pulitzer, recibe en su espacioso apartamento-galería de arte-sala de ensayo. Primera sorpresa: su mánager personal es un joven madrileño que cursa sus estudios en la Universidad de Columbia.

PREGUNTA. Un largo recorrido para llegar a donde estamos desde su Tejas natal...

RESPUESTA. No puedo decir que aquéllos fueran los mejores días de mi vida, pero tampoco los peores. Yo nací en Tejas y ahí lo que hay es country & western y blues y música de Iglesia y lo que llaman "pop", que son canciones de amor. Si yo quería tocar Stardust, por ejemplo, tenía que salir de mi comunidad e ir a la de al lado. Pero si permanecía en mi comunidad, estaba obligado a tocar el blues. Y yo lo que quería es tocar una música que me permitiera participar en cualquier sitio.

P. He leído que usted poco menos que nació "con un saxo entre los brazos".

R. No fue así: en realidad, tuve que trabajar mucho para conseguir mi primer saxo. Un día le pregunté a mi madre si podía comprarme un saxo que había visto en una tienda y me dijo que sí, siempre y cuando encontrara un trabajo. Conseguí una caja de limpiabotas y me eché a la calle y fui ahorrando hasta que, 5 o 6 años más tarde, mi madre me dijo que mirara debajo de mi cama: ahí estaba el saxo. Lo cogí y me puse a tocar del mismo modo exactamente a como toco hoy, porque pensé que era un juguete. Ni se me pasó por la cabeza que debía ir a una escuela y aprender a tocarlo. Simplemente era algo con lo que podía hacer sonidos que resultaban agradables al oído. Pronto fui capaz de aprender todas las canciones rhythm and blues que escuchaba en la radio. Y empecé a improvisar sin tener ningún conocimiento de la clave o lo que fuera en que estuviera escrita la pieza. Entonces venían los otros músicos y me decían: "No puedes tocar de ese modo. Toma mi saxo y hazlo sobre la clave". Yo les decía: "¿Qué quieres decir con que no puedo tocar como qué cosa?".

P. De ahí paso usted a recorrer el Sur como músico de feria...

R. Los años cuarenta los pasé, prácticamente, en la carretera tocando en todo tipo de espectáculos. Por entonces me dejé crecer el pelo hasta los hombros, como Jesucristo. Tenía como norma no ir al peluquero. Una vez fui a tocar a algún lugar en Misisipí con un espectáculo de minstrel. Yo me daba cuenta de que las mujeres de la troupe se quedaban mirándome el pelo sin decirme nada. Una noche me fui a dormir y entraron en mi habitación rompiendo la puerta, llegaron hasta mi cama, quitaron las sábanas, me cogieron entre todas y me bajaron los calzoncillos. "¡Oh, es un chico!". No dijeron nada más. Luego me enteré de que iban diciendo por ahí que yo era gay o una especie de mujer barbuda camuflada. Eso me hizo pensar, "tengo que cambiar si quiero sobrevivir". Me corté el pelo.

P. Usted descubrió el jazz por Charlie Parker. De hecho, se dice que era capaz de tocar exactamente como él.

R. En 1945 empecé a escuchar bebop y pensaba que Charlie Parker era dios. En aquellos tiempos el bop era la música y Parker, Monk, Bud Powell y Dizzy Gillespie, sus sumos sacerdotes. Aprendí a tocar esa música, el problema es que tenía la sensación de hacer algo que ya habían hecho otros antes que yo. Para mí, era una música muy repetitiva, tú puedes tocar de una manera o de otra pero siempre es la misma melodía. Pensé: "No necesito seguir un mapa para equivocarme, puedo equivocarme yo solito". Entonces fue cuando empecé a tocar directamente mis ideas sin preocuparme del acorde o la clave en que estuviera escrita la pieza.

P. ¿Cómo se puede tocar una idea?

R. Las ideas tienen imagen y sonido y salen ya completas del cerebro. La partitura sólo sirve para recordarnos cómo va la pieza, o la idea, pero nada más. Yo escucho música de la misma manera en que el cerebro piensa. La principal diferencia es que la idea es algo concreto y el sonido no lo es. Si me pregunta qué es el sonido le diré que no tengo ni idea. Es algo que se te mete dentro por los oídos, pero eso podría ser también la sífilis. Y no es que necesite una definición pero me gustaría encontrarla.

P. Se necesita mucho valor para vivir como usted lo ha hecho, siendo fiel a sus propios criterios estéticos. Incluso renunció a una educación musical formal.

R. Lo descarté cuando vi que no me era útil desde el momento en que yo era consciente de que las ideas y el sonido son dos cosas diferentes. Igual que, cuando tocas una nota al saxofón, esa misma nota al piano tiene un sonido diferente. Eso me llevó a preguntarme por qué toda la música está interpretada con las mismas notas pero no con los mismos sonidos. Y pensé: si el piano toca un do, lo que yo tengo que hacer es tocar una nota diferente con el saxo para obtener el mismo sonido. Una vez que me di cuenta de que el sonido es más importante que las notas, decidí que iba a dedicarme a improvisar a partir del sonido; iba a tocar libre, lo que quiere decir que debía aprender a fiarme de mis ideas; no se trata de que uno toque lo que le venga en gana sino que se sienta libre haciéndolo. Más tarde me enteré que lo que yo hacía es arte, pero, para mí, era sólo una cuestión de supervivencia.

P. En el año 1958 llegó su primer disco: Something Else!!!!

R. El asunto fue que alguien se dio cuenta de que yo podía escribir música y, si podía hacerlo, podía grabar un disco: conseguí el contrato pero no recibí un duro a cambio. A las discográficas, entonces, sólo les interesaba la música pop y el blues, pero tampoco me preocupaba demasiado. El dinero era algo secundario para mí y, a cambio, me había ganado el respeto de muchos de los músicos que admiraba y que tampoco es que llevaran una vida demasiado confortable... es algo por lo que tiene que pasar todo el mundo cuando nadie te conoce y no puedes hacer nada al respecto.

P. Durante años, usted ha sido maltratado por una parte de la crítica y el público. Ahora todos se postran a su paso...

R. Supongo que es porque he conseguido mi objetivo de expresarme en total libertad. La libertad es algo que tienes que trabajarte y no algo que te encuentres sin más. La libertad no se regala, es una lucha que lleva toda una vida. Yo nunca me he sentido maltratado aunque sí es cierto que ahora me encuentro con una mujer que viene al camerino y me invita a su casa o un alto ejecutivo que me dice que quiere tocar como yo... pero es porque el sonido nos afecta a todos por igual. El sonido, como la idea, no pertenece a nadie y todo el mundo acaba convergiendo en un mismo punto sin importar la raza o la condición social. Por eso, la música es el único arte verdaderamente democrático que existe.

P. En un arte democrático como es la música, usted ha resultado elegido como una "leyenda viva del jazz"...

R. No estoy seguro de serlo. Entiendo que todo el mundo desea un trozo de eternidad para sí mismo, pero yo no tengo el menor interés en ser una estrella. No quiero estar por encima de nadie y, al final, puedo decir que practico aquello en lo que creo. No soy rico pero tampoco pobre. Simplemente trato de continuar mejorando musicalmente y pienso que lo estoy consiguiendo dedicándome a lo que se denomina "componer música".

P. Lo que sí ha tenido usted desde el primer momento son amigos influyentes, como Jerry García, Pat Metheny o Yoko Ono, la viuda de alguien que opinaba que el jazz es "mierda para estudiantes"...

R. La primera vez que toqué con Yoko fue una experiencia fantástica. Me dijo: "Tú toca como te dé la gana que yo te sigo". Y es lo que hicimos: yo tocaba y ella me respondía con el cuerpo. Yoko es una verdadera artista, sabe ponerse en situación y siempre termina encontrando el modo de expresarse.

P. ¿La ha vuelto a ver desde entonces?

R. De vez en cuando hacemos cosas juntos pero siempre por libre, sin un contrato ni nada parecido. Lo hacemos porque nos gusta y nos entendemos. Trabajar con ella me proporciona una extraña sensación de libertad. Un modo tan creativo de expresar el arte, la vida y el amor. Yo eso lo veo más en las mujeres artistas que en los hombres, lo que pasa es que no hay demasiadas mujeres artistas. Yoko Ono es un buen ejemplo.

P. Otra de sus experiencias que le marcó en los años sesenta fue su estancia en el norte de Marruecos con la comunidad jahjouka de músicos y sanadores.

R. Entonces, los jahjouka eran muy conocidos; Brian Jones, el guitarrista de los Rolling Stones, había estado con ellos, y el pianista Randy Weston y muchos otros escritores, poetas, artistas... Fui al pueblo en las montañas y acabé tocando con ellos durante seis horas seguidas. Era la primera vez en mi vida que tocaba con un grupo de músicos que nunca me habían escuchado antes. Fue otra experiencia extraordinaria. Cuando regresé a Estados Unidos quise editar las cintas pero ninguna compañía se interesó y Brian Jones, que se había comprometido a hacerlo, no me llamó... de todas maneras, incluí una parte en mi disco Body Meta.

P. En los sesenta, escribió una sinfonía, Skies of America, algo sorprendente en quien no ha pasado por ninguna escuela de música...

R. Componer una sinfonía no es difícil; sólo tienes que reunir las piezas y juntarlas. Sin embargo, mejorar como intérprete sí que lo es; conseguir que la idea que brota de tu cerebro viaje hasta tu alma y se convierta en un sonido que nadie haya escuchado nunca y que ese sonido lleve la felicidad a quien lo escucha... eso sí que es difícil.

P. Usted mantiene la costumbre de componer 12 piezas nuevas cada vez que toca en concierto.

R. Es una especie de compromiso que me obliga a no dormirme en los laureles. Me da igual que sea el Carnegie Hall o cualquier otro lugar, lo importante es que la música suene natural, a "recién ordeñada".

P. Ahora la profesión en pleno hace cola ante su puerta para tocar con usted, pero no todo el mundo está capacitado para interpretar su música.

R. Todo depende de cuan libre quiera ser. Si es capaz de deshacerse de sus miedos, trabajar en lo que cree y desarrollar sus propias ideas, venga a verme: a lo mejor soy yo el que quiero tocar con usted.


miércoles, 4 de julio de 2007

Chingar

El laberinto de la soledad
Octavio Paz

¿Quién es la Chingada? Ante todo, es la madre. No una madre de carne y hueso, sino una figura mítica. La Chingada es una de las representaciones mexicanas de la Maternidad, como la Llorona o la "sufrida madre mexicana" que festejamos el diez de mayo. La Chingada es la madre que ha sufrido, metafórica o realmente, la acción corrosiva e infamante implícita en el verbo que le da nombre. Vale la pena detenerse en el significado de esta voz.

En la Anarquía del lenguaje en la América española, Darío Rubio examina el origen de esta palabra y enumera las significaciones que le prestan casi todos los pueblos hispanoamericanos. Es probable su procedencia azteca: chingaste es xinachtli (semilla de hortaliza) o xinaxtli (aguamiel fermentado). La voz y sus derivados se usan, en casi toda América y en algunas regiones de España, asociados a las bebidas alcohólicas o no: chingaste son los residuos o heces que quedan en el vaso, en Guatemala y El Salvador; en Oaxaca llaman chingaditos a los restos del café; en todo México se llama chínguere o, significativamente, piquete al alcohol; en Chile, Perú y Ecuador la chingana es la taberna; en España chingar equivale a beber mucho, a embriagarse; y en Cuba, un chinguirito es un trago de alcohol.

Chingar también implica la idea de fracaso. En Chile y Argentina se chinga un petardo, "cuando no revienta, se frustra o sale fallido". Y las empresas que fracasan, las fiestas que se aguan, las acciones que no llegan a su término, se chingan. En Colombia, chingarse es llevarse un chasco. En el Plata un vestido desgarrado es un vestido chingado. En casi todas partes chingarse es salir burlado, fracasar. Chingar, asimismo, se emplea en algunas partes de Sudamérica como sinónimo de molestar, zaherir, burlar. Es un verbo agresivo, como puede verse por todas esas significaciones: descolar a los animales, incitar o hurgar a los gallos, chunguear, chasquear, perjudicar, echar a perder, frustrar.

En México los significados de la palabra son innumerables. Es una voz mágica. Basta un cambio de tono, una inflexión apenas, para que el sentido varíe. Hay tantos matices como entonaciones: tantos significados como sentimientos. Se puede ser un chingón, un Gran Chingón (en los negocios, en la política, en el crimen, con las mujeres), un chingaquedito (silencioso, disimulado, urdiendo tramas en la sombra, avanzando cauto para dar el mazazo), un chingoncito. Pero la pluralidad de significaciones no impide que la idea de agresión en todos sus grados, desde el simple de incomodar, picar, zaherir, hasta el de violar, desgarrar y matar se presente siempre como significado último. El verbo denota violencia, salir de sí mismo y penetrar por la fuerza en otro. Y también, herir, rasgar, violar cuerpos, almas, objetos, destruir. Cuando algo se rompe, decimos: "se chingó". Cuando alguien ejecuta un acto desmesurado y contra las reglas, comentamos: "hizo una chingadera".

La idea de romper y de abrir reaparece en casi todas las expresiones. La voz está teñida de sexualidad, pero no es sinónima del acto sexual; se puede chingar a una mujer sin poseerla. Y cuando se alude al acto sexual, la violación o el engaño le prestan un matiz particular. El que chinga jamás lo hace con el consentimiento de la chingada. En suma, chingar es hacer violencia sobre otro. Es un verbo masculino, activo, cruel: pica, hiere, desgarra, mancha. Y provoca una amarga, resentida satisfacción en el que lo ejecuta.

Lo chingado es lo pasivo, lo inerte y abierto, por oposición a lo que chinga, que es activo, agresivo y cerrado. El chingón es el macho, el que abre. La chingada, la hembra, la pasividad pura, inerme ante el exterior. La relación entre ambos es violenta, determinada por el poder cínico del primero y la impotencia de la otra. La idea de violación rige oscuramente todos los significados. La dialéctica de "lo cerrado" y "lo abierto" se cumple así con precisión casi feroz.

El poder mágico de la palabra se intensifica por su carácter prohibido. Nadie la dice en público. Solamente un exceso de cólera, una emoción o el entusiasmo delirante, justifican su expresión franca. Es una voz que sólo se oye entre hombres, o en las grandes fiestas. Al gritarla, rompemos un velo de pudor, de silencio o de hipocresía. Nos manifestamos tales como somos de verdad. Las malas palabras hierven en nuestro interior, como hierven nuestros sentimientos. Cuando salen, lo hacen brusca, brutalmente, en forma de alarido, de reto, de ofensa. Son proyectiles o cuchillos. Desgarran. Los españoles también abusan de las expresiones fuertes. Frente a ellos el mexicano es singularmente pulcro. Pero mientras los españoles se complacen en la blasfemia y la escatología, nosotros nos especializamos en la crueldad y el sadismo. El español es simple: insulta a Dios porque cree en él. La blasfemia, dice Machado, es una oración al revés. El placer que experimentan muchos españoles, incluso algunos de sus más altos poetas, al aludir a los detritus y mezclar la mierda con lo sagrado se parece un poco al de los niños que juegan con lodo.

Hay, además del resentimiento, el gusto por los contrastes, que ha engendrado el estilo barroco y el dramatismo de la gran pintura española. Sólo un español puede hablar con autoridad de Onán y Don Juan. En las expresiones mexicanas, por el contrario, no se advierte la dualidad española simbolizada por la oposición de lo real y lo ideal, los místicos y los pícaros, el Quevedo fúnebre y el escatológico, sino la dicotomía entre lo cerrado y lo abierto. El verbo chingar indica el triunfo de lo cerrado, del macho, del fuerte, sobre lo abierto.

La palabra chingar, con todas estas múltiples significaciones, define gran parte de nuestra vida y califica nuestras relaciones con el resto de nuestros amigos y compatriotas. Para el mexicano la vida es una posibilidad de chingar o de ser chingado. Es decir, de humillar, castigar y ofender. O a la inversa. Esta concepción de la vida social como combate engendra fatalmente la división de la sociedad en fuertes y débiles. Los fuertes los chingones sin escrúpulos, duros e inexorables se rodean de fidelidades ardientes e interesadas. El servilismo ante los poderosos especialmente entre la casta de los "políticos", esto es, de los profesionales de los negocios públicos es una de las deplorables consecuencias de esta situación. Otra, no menos degradante, es la adhesión a las personas y no a los principios. Con frecuencia nuestros políticos confunden los negocios públicos con los privados. No importa. Su riqueza o su influencia en la administración les permite sostener una mesnada que el pueblo llama, muy atinadamente, de "lambiscones" (de lamer).

El verbo chingar maligno, ágil y juguetón como un animal de presa engendra muchas expresiones que hacen de nuestro mundo una selva: hay tigres en los negocios, águilas en las escuelas o en los presidios, leones con los amigos. El soborno se llama "morder". Los burócratas roen sus huesos (los empleos públicos). Y en un mundo de chingones, de relaciones duras, presididas por la violencia y el recelo, en el que nadie se abre ni se raja y todos quieren chingar, las ideas y el trabajo cuentan poco. Lo único que vale es la hombría, el valor personal, capaz de imponerse.

La voz tiene además otro significado, más restringido. Cuando decimos "vete a la Chingada", enviamos a nuestro interlocutor a un espacio lejano, vago e indeterminado. Al país de las cosas rotas, gastadas. País gris, que no está en ninguna parte, inmenso y vacío. Y no sólo por simple asociación fonética lo comparamos a la China, que es también inmensa y remota. La Chingada, a fuerza de uso, de significaciones contrarias y del roce de labios coléricos o entusiasmados, acaba por gastarse, agotar sus contenidos y desaparecer. Es una palabra hueca. No quiere decir nada. Es la nada.

martes, 3 de julio de 2007