miércoles, 19 de diciembre de 2007

miércoles, 5 de diciembre de 2007

La anécdota de Bohr

Manuel Calvo Hernando


Sir Ernest Rutherford, presidente de la Sociedad Real Británica y Premio Nobel de Química en 1908, contaba la siguiente anécdota:

"Hace algún tiempo, recibí la llamada de un colega. Estaba a punto de poner un cero a un estudiante por la respuesta que había dado en un problema de física, pese a que este afirmaba con rotundidad que su respuesta era absolutamente acertada. Profesores y estudiantes acordaron pedir arbitraje de alguien imparcial y fui elegido yo. Leí la pregunta del examen: 'Demuestre como es posible determinar la altura de un edificio con la ayuda de un barómetro'.

"El estudiante había respondido: 'lleve el barómetro a la azotea del edificio y átele una cuerda muy larga. Descuélguelo hasta la base del edificio, marque y mida. La longitud de la cuerda es igual a la longitud del edificio'.

"Realmente, el estudiante había planteado un serio problema con la resolución del ejercicio, porque había respondido a la pregunta correcta y completamente. Por otro lado, si se le concedía la máxima puntuación, podría alterar el promedio de su año de estudios, obtener una nota mas alta y así certificar su alto nivel en física; pero la respuesta no confirmaba que el estudiante tuviera ese nivel. Sugerí que se le diera al alumno otra oportunidad. Le concedí seis minutos para que me respondiera la misma pregunta pero esta vez con la advertencia de que en la respuesta debía demostrar sus conocimientos de física.

"Habían pasado cinco minutos y el estudiante no había escrito nada. Le pregunté si deseaba marcharse, pero me contestó que tenía muchas respuestas al problema. Su dificultad era elegir la mejor de todas. Me excusé por interrumpirle y le rogué que continuara. En el minuto que le quedaba escribió la siguiente respuesta: coja el barómetro y láncelo al suelo desde la azotea del edificio, calcule el tiempo de caída con un cronómetro. Después aplique la formula altura = 0,5 A por T2. Y así obtenemos la altura del edificio. En este punto le pregunté a mi colega si el estudiante se podía retirar. Le dio la nota más alta.

"Tras abandonar el despacho, me reencontré con el estudiante y le pedí que me contara sus otras respuestas a la pregunta. Bueno, respondió, hay muchas maneras, por ejemplo, coges el barómetro en un día soleado y mides la altura del barómetro y la longitud de su sombra. Si medimos a continuación la longitud de la sombra del edificio y aplicamos una simple proporción, obtendremos también la altura del edificio.

"Perfecto, le dije, ¿y de otra manera? Sí, contesto, este es un procedimiento muy básico: para medir un edificio, pero también sirve. En este método, coges el barómetro y te sitúas en las escaleras del edificio en la planta baja. Según subes las escaleras, vas marcando la altura del barómetro y cuentas el numero de marcas hasta la azotea. Multiplicas al final la altura del barómetro por el numero de marcas que has hecho y ya tienes la altura.

"Este es un método muy directo. Por supuesto, si lo que quiere es un procedimiento mas sofisticado, puede atar el barómetro a una cuerda y moverlo como si fuera un péndulo. Si calculamos que cuando el barómetro esta a la altura de la azotea la gravedad es cero y si tenemos en cuenta la medida de la aceleración de la gravedad al descender el barómetro en trayectoria circular al pasar por la per-pendicular del edificio, de la diferencia de estos valores, y aplicando una sencilla fórmula trigonométrica, podríamos calcular, sin duda, la altura del edificio. En este mismo estilo de sistema, atas el barómetro a una cuerda y lo descuelgas desde la azotea a la calle. Usándolo como un péndulo puedes calcular la altura midiendo su periodo de precisión. En fin, concluyó, existen otras muchas maneras. Probablemente, la mejor sea coger el barómetro y golpear con el la puerta de la casa del conserje. Cuando abra, decirle:

"-Señor conserje, aquí tengo un bonito barómetro. Si usted me dice la altura de este edificio, se lo regalo. En este momento de la conversación, le pregunté si no conocía la respuesta convencional al problema (la diferencia de presión marcada por un barómetro en dos lugares diferentes nos proporciona la diferencia de altura entre ambos lugares) dijo que la conocía, pero que durante sus estudios, sus profesores habían intentado enseñarle a pensar".

El estudiante se llamaba Niels Bohr, físico danés, premio Nobel de Física en 1922, más conocido por ser el primero en proponer el modelo de átomo con protones y neutrones y los electrones que lo rodeaban. Fue fundamentalmente un innovador de la teoría cuántica.

Domesticación de las masas en las religiones universales

Elías Canetti

Las religiones cuyas pretensiones de universalidad han sido reconocidas cambian pronto de táctica propagandística para ganarse adeptos. Al principio les interesa abordar y convencer a todos los que puedan ser abordados y convencidos. Aspiran a constituir una masa universal; cada una de las almas es importante y deberá pertenecerle. Pero la lucha que han de sostener lleva poco a poco a una especie de respeto encubierto por los adversarios y sus instituciones. Advierten lo difícil que es mantenerse, y cada vez consideran más importantes las instituciones que les aseguran solidaridad y permanencia. Estimuladas por ello, hacen todo lo posible por introducir entre las instituciones de los adversarios algunas propias, y si lo consiguen, tales instituciones se convierten con el tiempo en la preocupación fundamental. El peso específico de las instituciones, que acaban adquiriendo vida propia, aplaca poco a poco el inicial ímpetu propagandístico. Se construyen iglesias que puedan acoger a los fieles ya existentes. Se las amplía con reserva y cautela, solo cuando hay una necesidad real de hacerlo. Hay una marcada tendencia a reagrupar a los fieles existentes en unidades separadas. Precisamente porque han llegado a ser tantos, la tendencia a la desintegración es muy fuerte y constituye un peligro que es preciso contrarrestar permanentemente.


Las religiones universales históricas llevan en la sangre, por así decirlo, el sentimiento de desconfianza ante las insidias de la masa. Sus propias tradiciones, que tienen carácter vinculante, les enseñan cuán rápida e inesperadamente han crecido. Sus historias de conversiones masivas les parecen milagrosas, y de hecho lo son. En los movimientos de apostasía, que las iglesias temen y persiguen, la misma clase de milagro se vuelve contra ellas, y las heridas que de este modo reciben en carne propia resultan dolorosas e inolvidables. Ambas cosas, el rápido crecimiento en sus albores y más tarde las no menos rápidas apostasías, mantienen siempre viva su desconfianza hacia la masa. Lo que por el contrario desean es un rebaño obediente. Es habitual considerar a los fieles como ovejas y alabarlos por su obediencia. Renuncian por completo a la tendencia esencial de la masa, es decir, al crecimiento rápido. Se conforman con una pasajera ficción de igualdad entre los fieles -que, sin embargo, nunca se mantiene de manera estricta-, con una determinada densidad sostenida dentro de unos límites moderados, y con una dirección firmemente definida. Gustan de colocar la meta a gran distancia, en un más allá al que no hay forma de acceder por el momento, mientras se está vivo, y que es preciso ganarse con muchos esfuerzos y sumisiones. La dirección se convierte gradualmente en lo más importante. Cuanto más lejana sea la meta, mayor será su posibilidad de perdurar. En lugar del principio de crecimiento, al parecer imprescindible, se coloca algo muy distinto: la repetición.


En determinados espacios y momentos, los fieles se congregan y, mediante el cumplimiento de actos siempre iguales, acaban recalando en un estado de masa mitigado que los impresiona sin llegar a ser peligroso, y al cual se acostumbran. Su sensación de unidad les es suministrada en dosis. De la exactitud de esta dosificación dependerá la persistencia de la iglesia.


Esta experiencia, repetida con precisión y limitada con exactitud en iglesias y templos, les resultará imprescindible a los hombres que dondequiera que sea se hayan acostumbrado a ella, y la necesitarán como los alimentos y todo cuanto asegura su existencia. Una prohibición inesperada de su culto, o la represión de su religión por un edicto oficial, son hechos que no pueden quedar sin consecuencias. La alteración de una configuración de masa cuidadosamente equilibrada llevará por fuerza, al cabo de cierto tiempo, al estallido de una masa abierta. Esta mostrará entonces todas las características elementales que ya conocemos. Se expandirá con rapidez, implantará una igualdad real en vez de la ficticia, se agenciará densidades nuevas y ahora mucho más sustanciosas. Abandonará de momento aquella meta lejana y difícil de alcanzar para la que había sido adiestrada y se fijará una aquí, en el entorno inmediato de esta vida concreta. Todas las religiones prohibidas de golpe se vengan con una especie de secularización: en un estallido de violencia intenso e inesperado, el carácter de su fe cambia por completo sin que ellas mismas entiendan la naturaleza de tal cambio. Lo toman por su antigua fe y piensan que no hacen sino aferrarse a sus convicciones más profundas. Pero en realidad se han convertido de pronto en algo muy distinto, con la aguda y singular sensación de esa masa abierta que ahora constituyen y a la que no quieren renunciar a ningún precio.

lunes, 3 de diciembre de 2007

premio TURNER 2007

El "artista" Mark Wallinger recibió el premio Turner del 2007 por elaborar una réplica de la protesta contra la guerra de Irak de Brian Haw, misma que Haw mantiente frente al Parlamento Británico.
¡Sin comentarios!

martes, 27 de noviembre de 2007

"Sólo nosotros somos gente"

Teodoro Petkoff

TalCual, Venezuela, Noviembre 2007

"Miraflores es tierra liberada, es del pueblo, no de la oligarquía ni de los hijos de los ricos". Esta frase brutal fue vociferada, por supuesto, por Ego Chávez, afirmando que al palacio presidencial sólo pueden llegar los que vayan a jalarle y a arrodillarse ante su monumental ego.

Es la enésima confirmación de la existencia del apartheid político, de la exclusión política y social de quienes disientan o se opongan al Gobierno. "Venezuela es de todos" reza el eslogan oficialista, continuamente negado, sin embargo, por una conducta exclusionista que ha llegado al punto de negar los derechos de ciudadanía a los venezolanos que no se ajusten a las pautas que dimanan de Ego Chávez.

Si fuere dado resumir en uno solo los argumentos contra la reforma podría decirse que ésta pretende consagrar "constitucionalmente" la supresión de los derechos de la mitad del país... por ahora. Concentrar todos los poderes públicos en manos de Ego Chávez, arrebatárselos al pueblo y, encima, pavimentar el camino hacia la presidencia vitalicia, significaría blindar el poder personal de un caudillo, que continuaría ejerciendo el mando con base en la discriminación y la exclusión de quien le haga frente, por democrático que sea. Se haría de Venezuela un país donde el grito de guerra de los caribes, ana karina rote ("sólo nosotros somos gente"), podría muy bien ser la divisa del neototalitarismo chavista. Quien no comparta el ideario chavista no puede salir del gueto donde Ego Chávez pretende encerrar a sus adversarios. Pues no. Esta pretensión debe ser enfrentada con la máxima determinación, votando contra ella.

En las presentes condiciones, el acto de votar adquiere el carácter de un acto de combate. Derrotar la reforma podría ser su consecuencia, pero más allá de este resultado, hoy posible, desafiar el ventajismo, la violencia, las amenazas, el chantaje, mostraría una indispensable disposición a combatir, a no rendirse, a continuar en la brecha, a afincarse en una estrategia democrática, porque aún derrotado en el referéndum, el gobierno de Ego Chávez continuará retando a los venezolanos con su ineptitud, su corrupción, su militarismo y su manifiesta disposición a dar un zarpazo a los derechos civiles, políticos y económicos de los venezolanos.

Además, la disposición a votar "no" incrementa la posibilidad de victoria porque la energía colectiva no se diluye en la pasividad de la abstención, sino que se concentra en la vocación de luchar. Votar "no" posee un carácter movilizador y dinámico, y pone en tensión y alerta el músculo civil y democrático, indispensable para la defensa del voto.

domingo, 25 de noviembre de 2007

lunes, 19 de noviembre de 2007

a propósito de KAOS

Hace unos día recibí un mensaje electrónico que tenía como título algo inquietante: “¿sabes algo sobre KAOS?”, obviamente mi memoria conectó con el súper agente 86 (Maxwell Smart) pero equivocado estuve, cuando correos van y otros vienen empecé a entender de qué rayos se trataba el asunto.

Siembra vientos y cosecha tempestades” decían los viejos, palabras huecas para cuando uno es adolescente, pero que al pasar de los años se vuelven sabias y se imponen de manera dramática en algunas situaciones. Sí, desde que a algunos se les metió en la cabeza la calificación de qué es posmoderno y qué no lo es, calificando auténtica basura como arte, sustentando que aquello sí es arte contemporáneo con argumentos teóricos pobres y de dudosa autoría. Argumentando todo como si hubiera la necesidad fáctica de ser posmoderno, de pasar la medida base del posmodernómetro que sólo unos cuantos entendidos habían adquirido en alguna universidad o college (doxa est sapientia), argumentos fácilmente rebatibles desde el punto de vista filosófico, justamente porque se supone que la posmodernidad es sumamente difusa, ecléctica y carece de absolutez, así que los argumentos de aquellos caen estrepitosamente, pero bueno, no es asunto de este artículo.

Entregar premios y exposiciones a verdaderas basuras, ejemplo: los cartones sucios, los espejitos pintados, etc, etc; argumentando que eso “problematiza” esto o aquello. Se ha llegado a extremos de usar graciosamente el terminejo tanto que la francesa Claire Luna adujo que una obra problematizaba el jardín francés, donde cabe la pregunta ¿necesita el jardín francés ser problematizado?, y si es así ¿lo logra?. En fin. Ya decía Baudrillard que estos son tiempos de simulacro, y que el arte no es ajeno a esto, más bien es absolutamente sintomático.

Confusión claramente observable en la muestra “En Construcción” de la FLACSO. Basta que sea confuso, malo y de manufactura mediocre para que sea considerado contemporáneo.

Pero bueno, resulta que KAOS es un grupo de gente excluida del Salón de El Comercio, resentido y tal vez con razón, y voy a argumentar por qué tal vez tienen razón.

La reflexión que hacen los jóvenes de KAOS es muy simple: “si lo contemporáneo es mierda, ¿por qué mi mierda no es arte, si apesta igual?”

He podido ver clandestinamente las obras seleccionadas para el salón de El Comercio, y me vino una reflexión inmediata: “si esto es lo mostrable, cómo será lo que no lo es”.

Si nos basamos en esto, KAOS tiene absoluta razón, ¿por qué su mierda no es arte, si es tan mierda como la otra?.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

¿Todo Mundo es Artista?

Continentemulticultural
Edição Nº81- Setembro de 2007


Ferreira Gullar

Como el llamado "arte contemporáneo" es pura improvisación arbitraria - al no tener ni lenguaje ni límites de cualquier naturaleza, no puede ser pasado como conocimiento y técnica a nadie.

"Arte no se enseña", esa frase es un lugar -común. No obstante, es verdadera, cuando se refiere a la creación de una obra de arte. De hecho, es imposible enseñar a alguien a crear una obra-maestra como El Baile, de Edward Munch, o una naturaleza-muerta de Giorgio Morandi. Sin embargo, ninguna de esas obras nació de un acto de magia o de un milagro: resultó del dominio de técnicas del lenguaje pictórico, dominio ése que el pintor adquiere en el estudio y en la práctica de pintura, tanto en cursos de arte o en la condición de autodidacta, teniendo como referencia las obras que existen. O sea, talento no se enseña, pero técnica y dominio de la poética, sí.

Puede parecer una obviedad discutir tales cuestiones, pero la obviedad a veces se vuelve necesaria, cuando verdades básicas - y obvias - son ignoradas. Se hace por desconocer que, si los museos guardan obras que, a través de los siglos, despertaron la admiración de las personas, eso se debe a la creación, elaboración y permanente reinvención de un lenguaje artístico que no nació de mera improvisación. Basta leer los textos teóricos, diarios y anotaciones escritos por artistas y pensadores del fenómeno artístico, desde Grecia, pasando por el Renacimiento y extendiéndose a la Edad Moderna, para entender qué el arte es, además de imaginación, técnica y conocimiento. La reflexión sobre el trabajo de los creadores es que posibilitaron la creación de tantas obras y el surgimiento de nuevas posibilidades expresivas, como la invención del espacio tridimensional de la perspectiva clásica, por ejemplo, o la implosión de ese mismo espacio por el dinamismo barroco, en la exploración de las tonalidades, grafismos, transparencias y facturas pictóricas. Se debe prestar atención, también, para el hecho de que esas creaciones específicamente técnicas y semánticas están, al mismo tiempo, vinculadas a temáticas que envuelven valores espirituales, tanto religiosos cuanto científicos e históricos, constituyendo un complejo universo ficticio que expresa y construye la historia de la civilización occidental y de su aventura creadora.

Si esas consideraciones valen para el arte anterior a la época moderna, valen también para la revolución estética que se inicia en la segunda mitad del siglo 19, cuando, por así decir, comienza una especie de deconstrucción de aquel universo.

La asociación de esa inclinación que desagregó el lenguaje del arte a la gradual sustitución de la temática religiosa por otra, naturalista, implicó el cambio del ideológico y de la fantasía por la representación naturalista. Mi tesis es que la alternativa que los artistas encontraron para superar la objetividad del naturalismo - de la copia "tout court" de lo real - fue violentar el lenguaje pictórico. Eso comienza con Cézanne y se extiende por una serie de movimientos de vanguardia en el inicio del siglo 20. Sin más versar temas religiosos, políticos o mitológicos, la pintura hizo de su propio lenguaje su tema fundamental - lo que acarreó a la desintegración de ese lenguaje.

Otro factor que influyó en ese proceso fue la academización del arte de pintar, cuando reglas y métodos sustituyeron la intuición creadora. Fue la época en la que, equivocadamente, se creyó que era posible enseñar arte, ya que, adentro de esa concepción, ella se reducía a la correcta aplicación de aquellas normas. En oposición a esa visión, los artistas modernos pasaron a buscar la expresión espontánea y libre, fuera de toda y cualquier regla. Henri Matisse afirmó que su ideal era pintar como un niño, pero llamaba la atención para el hecho de que eso no significaba pintar sin exigencia y sabiduría. Se tomaba conocimiento de la dimensión inconsciente de la mente humana y de su influencia en el trabajo creador del artista.

No obstante, el abandono de toda y cualquier norma y principio iría a manifestarse también en la búsqueda de nuevos procedimientos y nuevos materiales, y resultó en la reducción del control consciente del artista sobre su trabajo. En el curso del siglo 20, esa inclinación se amplió, llegándose a manifestaciones como el "body art" y las performances, en que todos los medios y técnicas artísticos fueron abandonados, una vez que el propio artista se transformó en obra de arte, si así se puede decir.

Todos conocen las manifestaciones más extremas de esas inclinaciones, surgidas al final de la década de 60, que son, en verdad, una negación del arte. Bien, no soy yo quien afirma no sean esas manifestaciones expresiones artísticas: son sus propios autores. Cuando alguien pone mierda en una lata, firmando con su nombre y la envía para galerías de arte, no deja duda de que, para él, arte y mierda son la misma cosa. Sin embargo, aún hay críticos de arte que insisten en ver en eso una manifestación estética. Este comportamiento de la crítica es otro fenómeno que debe ser estudiado, como parte del proceso de desmonte del universo ficticio y del artista como maestro de su lenguaje.

Pero la cuestión que deseo, por fin, colocar aquí es otra: si tales expresiones anti-arte no obedecen a cualquier regla o principio ni siguen ningún procedimiento técnico, es imposible pasarlas a los jóvenes, sus herederos presumibles. Como el llamado "arte contemporáneo" es pura improvisación arbitraria - no teniendo ni lenguaje ni límites de cualquier naturaleza - no puede ser pasada como conocimiento y técnica a nadie. Ella se propone a ser nada o pura genialidad. Como, en toda la historia del arte, los genios son raros... Debemos entonces llegar a la conclusión de que todo el mundo es genio, nace sabiendo, no necesita aprender. No estoy inventando nada, pues quien dijo que "todo el mundo es artista" fue Josef Beuys, uno de los exponentes del no arte. De hecho, para bañarse en pintura o poner mierda en una lata, nadie necesita adquirir ningún conocimiento.

Felizmente, ese fenómeno se limita al campo de las artes plásticas, una vez que, en los demás dominios artísticos, las ricas experiencias de la vanguardia vinieron a enriquecer el lenguaje actual de la literatura, del teatro, del cine, de la música, de la danza. Pero aún hay otro punto a considerar: después de casi 50 años de improvisaciones y vale-todo - mutilación del pene, corte y sangramiento vaginal, crucifixión en la parte de atrás de un auto etc. -, hoy nada de eso choca a las personas y, por esa razón, ya nadie se anima a hacerlas. Las cosas mostradas en las últimas Bienales no tienen gracia, son una especie de academización del inconformismo, un nuevo conformismo.

Sin límites, no hay libertad ni rebeldía. La crítica y las instituciones artísticas, por aceptar todo, indujeron la vanguardia al suicidio. Como desistieron de la obra de arte, esa antiarte de lo eventual quedará en la historia apenas como un registro, una noticia.



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Ferreira Gullar
Artículo de la enciclopedia

Ferreira Gullar (1930- ), poeta y crítico de arte brasileño.
Nacido en São Luís, capital del estado de Maranhão, con el nombre de José Ribamar Ferreira. En 1951 marchó a Río de Janeiro, donde entró en contacto con Mário Pedrosa y con un grupo de jóvenes artistas, y comenzó a trabajar como revisor y después redactor en las revistas O Cruzeiro y Manchete, en el Diario Carioca y en el suplemento dominical del Jornal do Brasil. En 1954 publicó Luta corporal, emblema de la poética brasileña, y en 1958 salió a la luz Poemas. Participó después en el movimiento de la poesía concreta de São Paulo. En 1959 fundó el neoconcretismo y publicó el ensayo Teoria do não-objeto, referencia obligatoria sobre arte brasileño, (véase Literatura brasileña). A partir de 1961 abandonó la vanguardia y se volcó hacia la cultura popular a través de la creación del Museo de Arte Popular y de la publicación de Romances de cordel (1962-1967). Véase también Literatura de cordel. En 1963 fue nombrado presidente del Centro Popular de Cultura (CPC). Con la instauración del régimen militar en Brasil, en 1964, se afilió al Partido Comunista. En 1971 marchó al exilio en Moscú, Santiago de Chile, Lima y Buenos Aires. En 1977 regresó a su país.
'Mi poesía nace de lo real y de lo común de las cosas banales, de la luz sucia y verdadera que hay en las cosas y en las personas', dice el poeta. Poema sucio (1976) es otro hito de su obra.
Entre sus restantes obras cabe destacar los libros de poemas Na vertigem do dia (1980), Barulhos (1987) y Muitas vozes (1999), la colección de cuentos Cidades inventadas (1997), los ensayos Indagações de hoje (1988) y Argumentaçaõ contra a morte da arte, y el volumen de memorias Rabo de foguete: os anos de exilio (1998).

sábado, 10 de noviembre de 2007

Ubuntu 7.10 (Gutsy Gibbon)

¡Qué maravilla no tener que postear sobre política!, a ratos el tema me aburre sobremanera.
Hoy al fin podré hablar sobre la última versión de UBUNTU, la 7.10 código Gutsy Gibbon.
Como algunos podrán observar en la gráfica esta última edición trae el escritorio en 3D como predeterminado, y para quienes no lo conocen se llama Compiz Fusion, el mismo que anteriormente se conocía en dos derivaciones como Compiz o la otra llamada Beryl, pero que ahora se unieron nuevamente. Ubuntu ahora trae este escritorio como predeterminado y en máquinas con tarjetas de video lo suficientemente nuevas y con capacidad de aceleración gráfica 3D se puede correr sin problema alguno.
Ubuntu trae en sus repositorios la última versión de Virtualbox, lo que permite correr cualquier edición de Windows u otro SO bajo GNU/Linux, con un manejo de memoria exquisito y en tiempo real, algo nuevo considerando que con otros emuladores como VMWare aquello era un pequeño escollo, sin embargo, con Virtualbox la cosa es un delirio de fiabilidad y configuración extremadamente fácil, herramienta necesaria para aquellos que no pueden safarse del producto de Microsoft.
Además, la versión 0.9.49 de Wine permite tener una capa de compatibilidad bastante fiable del software compilado para Windows, algo que es sumamente práctico ya que se puede aprovechar las ventajas de excelencia del kernel linux y correr las aplicaciones preferidas.

Como se podrá observar es Photoshop corriendo bajo Ubuntu, sin problema alguno, todas las herramientas corren sin problema.
Sin embargo, puedo correr al mismo tiempo GIMP (el manejador de imégenes GNU), que está muy bien y en él he manejado las imágenes que ustedes pueden ver, una fiabilidad envidiable con herramientas de clonación y cura, algo que le acerca muchísimo a su rival de Adobe. En el screenshot estoy trabajando con Photoshop y GIMP simultáneamente, en escritorios distintos, y como podrán ver es la misma imagen la que estoy trabajando en los dos programas mencionados.
Para los novatos linux, la instalación es muchísimo más fácil e intuitiva que en Windows, basta correr el CD en modo Live para saber si hay compatibilidad con los dispositivos disponibles, una vez hecho eso se pide la instalación y el mismo Ubuntu le guía en el particionamiento del disco. En mi caso reconoció todos los dispositivos (incluido wireless).
Una vez instalado el SO usted podrá descargar AUTOMATIX y el resto es configuración automática de codecs.
Canonical (la empresa de Ubuntu) cada día haciendo las cosas más fáciles, GNU/Linux cada día más compatible, hermoso y fiable.
No hay razón para mantenerse atado a sistemas propietarios caros e inestables, el software libre está demostrando su calidad y fiabilidad, tal es el caso de Firefox que ya se acerca al 35% de internautas que lo usan y nadie puede discutir su excelente calidad.
La única razón para no migrar al mundo del software libre es el miedo y el desconocimiento, nosotros en El Gato que Fuma tenemos la certeza de haber tomado una muy buena decisión
al migrar a sistema de software libre.
En conclusión, Ubuntu 7.10 Gutsy Gibbon es un poema desde su presentación, fiable, rápido, estable y sobre todo libre de los molestos viruses.

viernes, 2 de noviembre de 2007

lo que no era

Desde hace algunos días que no he posteado en esta bitácora, sin embargo he tenido algunas ideas, una de ellas ha sido sobre el nuevo sistema operativo Ubuntu 7.10 (que por cierto es fantástico, y recomiendo que lo prueben), otra ha sido la preocupación sobre la situación en Ecuador.
Ubuntu puede quedar para el próximo posteo, la situación ecuatoriana amerita un poco más de atención primera.
Nunca he negado mi no cercanía con el régimen actual, y creo que una vez más explicaré las razones, creo que el autoritarismo que hace gala ha dado las razones más que suficientes para mi distancia cada vez mayor.
Creo, sin embargo, que el régimen logrará resolver en gran medida los problemas de salud, educación y seguridad social, y estoy convencido que el camino que se ha tomado es correcto en muchísimos aspectos, sobre todo cuando se exige a los sectores oligárquicos a que respeten las reglas del juego, eso está bien y aplaudo.
Sin embargo, aquello le da réditos suficientes en la población como para que comience a gestarse un régimen absoluto, lo que no hay que olvidar que la historia ya ha tenido situaciones similares.
En Alemania en 1933 el Partido Nacionalsocialista Alemán (NAZI) convocó a la elaboración de una nueva constitución, carta magna hecha a la medida de las necesidades de Hitler y los nazis, fue refrendada por una consulta popular con el 90% de la aceptación, el resto es historia que el mundo entero sabe. El régimen nazi resolvió los problemas básicos de educación, salud y seguridad social, y vaya que sí los resolvió, tenían un nivel altísimo. ¿Entonces dónde está nuestro problema respecto a ellos?
El autoritarismo, la verdad única que llevó al holocausto, la ausencia de tolerancia a las voces disidentes, el aplastamiento del pensamiento en todas sus formas, el sometimiento de las mentes a través de la propaganda de la solución a las necesidades básicas sociales.
El guión lo vimos repetirse en Venezuela con éxito, el congreso títere ha otorgado poderes ilimitados a perpetuidad al señor coronel, la fórmula ganadora se empieza a aplicar en Ecuador, con la casi seguridad que resultará, el pueblo dará el apoyo absoluto al proyecto, y la historia hará el resto.
En fin, hablan de socialismo, cuando en el planeta nunca ha existido un modelo tal, lo que los fascistas de izquierda dieron por llamar socialismo no es más que capitalismo de estado.
La hora de los fascismo ha llegado, el uno desde Washington y el otro orquestado desde Caracas.
Fascistas todos, iguales de autoritarios y absolutos, pensamiento unipolar.

domingo, 21 de octubre de 2007

El centinela

Arthur C. Clarke

La próxima vez que veáis la Luna llena allá en lo alto, por el sur, mirad cuidadosamente al borde derecho y dejad que vuestra mirada se deslice a lo largo y hacia arriba de la curva del disco. Alrededor de las 2 del reloj, notaréis un óvalo pequeño y oscuro; cualquiera que tenga una vista normal puede encontrarlo con facilidad. Es la gran llanura circundada de murallas, una de las más hermosas de la Luna, llamada Mare Crisium, Mar de las Crisis. De unos quinientos kilómetros de diámetro, y casi completamente rodeada de un anillo de espléndidas montañas, no había sido nunca explorada hasta que entramos en ella a finales del verano de 1966.

Nuestra expedición era importante. Teníamos dos cargueros pesados que habían llevado volando nuestros suministros y equipo desde la principal base lunar de Mare Serenitatis, a ochocientos kilómetros de distancia. Había también tres pequeños cohetes destinados al transporte a corta distancia por regiones que no podían ser cruzadas por nuestros vehículos de superficie. Afortunadamente la mayor parte del Mare Crisium es muy llana. No hay ninguna de las grandes grietas tan corrientes y tan peligrosas en otras partes, y muy pocos cráteres o montañas de tamaño apreciable. Por lo que podíamos juzgar, nuestros poderosos tractores oruga no tendrían dificultad en llevarnos a donde quisiésemos.

Yo era geólogo -o selenólogo, si queremos ser pedantes- al mando de un grupo que exploraba la región meridional del Mare. En una semana habíamos cruzado cien de sus millas, bordeando las faldas de las montañas de lo que había antes sido el antiguo mar, hace unos mil millones de años. Cuando la vida empezaba sobre la Tierra, estaba ya muriendo aquí. Las aguas se iban retirando a lo largo de aquellos fantásticos acantilados, retirándose hacia el vacío corazón de la Luna Sobre la tierra que estábamos cruzando, el océano sin mareas había tenido en otros tiempos casi un kilómetro de profundidad, pero ahora el único vestigio de humedad era la escarcha que a veces se podía encontrar en cuevas donde la ardiente luz del sol no penetraba nunca.

Habíamos comenzado nuestro viaje temprano, en la lenta aurora lunar, y todavía nos quedaba una semana de tiempo terrestre antes del anochecer. Dejábamos nuestro vehículo media docena de veces al día, y salíamos al exterior en los trajes espaciales para buscar minerales interesantes, o colocar indicaciones para gula de futuros viajeros. Era una rutina sin incidentes. No hay nada peligroso, ni siquiera especialmente emocionante en la exploración lunar Podíamos vivir cómodamente durante un mes en nuestros tractores a presión, y si nos encontrábamos con dificultades siempre podíamos pedir auxilio por radio y esperar a que una de nuestras naves espaciales viniese a buscarnos. Cuando eso ocurría se armaba siempre un gran jaleo sobre el malgasto de combustible para el cohete, de modo que un tractor solamente enviaba un S.O.S. en caso de verdadera necesidad.

Acabo de decir que no había nada estimulante en la exploración lunar, pero, naturalmente, eso no es cierto. Uno nunca se podía cansar de aquellas montañas increíbles, mucho más abruptas que las suaves colinas de la Tierra. Cuando doblábamos los cabos y promontorios de aquel mar desaparecido, no sabíamos qué esplendores nos iban a ser revelados. Toda la curva sur del Mare Crisium es un vasto delta donde veinte ríos iban antes al encuentro del océano, alimentados quizá por las torrenciales lluvias que debieron de haber batido las montañas en la breve época volcánica cuando la Luna era joven. Cada uno de aquellos valles era una invitación que nos retaba a trepar a las desconocidas tierras altas de más allá. Pero todavía nos quedaban más de cien kilómetros por recorrer, y no podíamos hacer otra cosa sino contemplar con nostalgia las alturas que escalarían otros.

A bordo del tractor seguíamos la hora terrestre, y exactamente a las 22.00 enviábamos el mensaje final por radio y cerrábamos para el resto del día. Fuera, las rocas ardían todavía bajo el sol casi vertical, pero para nosotros era de noche hasta que nos despertábamos ocho horas más tarde. Entonces uno de nosotros preparaba el desayuno, se oía mucho zumbar de máquinas de afeitar eléctricas, y alguien siempre ponía en marcha la radio de onda corta de la Tierra. En realidad, cuando el olor del tocino frito comenzaba a llenar la cabina, era a veces difícil no creer que estábamos de regreso en nuestro propio mundo, todo era tan normal y casero, excepto por la sensación de poco peso y por la extraña lentitud con que caían los objetos.

Me tocaba a mí preparar el desayuno en el rincón de la cabina principal que servía de cocina. Después de tantos años, recuerdo aún vívidamente aquel instante, pues la radio acababa de tocar una de mis melodías favoritas, el viejo aire galés, "David de la Roca Blanca". Nuestro conductor estaba ya fuera en su traje espacial, inspeccionando nuestras bandas oruga. Mi ayudante, Louis Garnett, estaba de pie delante, haciendo algunas anotaciones en el diario de a bordo del día anterior.

Mientras estaba de pie junto a la sartén, esperando como cualquier ama de casa terrestre que las salchichas se dorasen, dejé que mi mirada se pasease distraídamente por las paredes de la montaña que cubría todo el horizonte meridional y se extendía hasta perderse de vista hacia el este y el oeste, por debajo de la curva de la Luna. Parecían estar a unos dos kilómetros del tractor, pero sabía que la más cercana estaba a treinta kilómetros de distancia. En la Luna, como es natural, no hay pérdida de detalle con la distancia, nada de aquella neblina casi imperceptible que suaviza las cosas distantes de la Tierra.

Aquellas montañas tenían tres mil metros de altura, y se erguían abruptamente desde la llanura, como si en edades pasadas alguna erupción subterránea las hubiese empujado hasta el cielo a través de la fundida corteza. La base de incluso la más cercana, estaba oculta de la vista por la pronunciada curvatura de la superficie del llano, pues la Luna es un mundo muy pequeño, y el horizonte estaba a solamente tres kilómetros del punto en donde me hallaba.

Alcé los ojos hacia los picos que ningún hombre había escalado aún, picos que, antes de llegar la vida a la Tierra, habían contemplado cómo los océanos en retirada se hundían sombríamente en sus tumbas, llevándose con ellos la esperanza y la temprana promesa de un mundo. La luz del sol batía aquellos baluartes con un resplandor que hería los ojos, y sin embargo, muy poco por encima de ellos las estrellas brillaban fijamente en un cielo más negro que el de una noche de invierno en la Tierra.

Apartaba yo la mirada cuando capté un brillo metálico en lo alto de una arista de un gran promontorio que se proyectaba hacia el mar, a unos cincuenta kilómetros hacia el oeste. Era un punto de luz sin dimensiones, como si una estrella hubiese sido arrancada al cielo por uno de aquellos crueles picos, y me imaginé que alguna superficie lisa de roca recogía el resplandor del sol y lo reflejaba directamente hacia mis ojos Tales cosas no son raras. Cuando la Luna está en el segundo cuadrante, los observadores en la Tierra pueden ver a veces cómo las grandes cordilleras del Oceanus Procellarum arden con una iridiscencia azul-blanca, al incidir sobre ellas la luz del sol y saltar de un mundo a otro. Pero tuve la curiosidad de saber qué clase de roca era la que tanto brillaba, y subí a la torrecilla de observación e hice girar hacia el este nuestro telescopio de díez centímetros.

Pude ver lo suficiente para ser tentado. Claros y bien definidos en el campo visual, los picos de las montañas parecían estar a solamente un kilómetro, pero lo que fuera que captaba la luz del sol era aún demasiado pequeño para ser resuelto. Y sin embargo, parecía tener una elusiva simetría, y la cumbre sobre la que se elevaba era extrañamente plana. Contemplé largo rato aquel resplandeciente enigma, forzando mis ojos hacia el espacio, hasta que un olor de quemado procedente de la cocina me indicó que las salchichas de nuestro desayuno habían hecho en vano su viaje de más de un millón de kilómetros.

Toda aquella mañana discutimos durante nuestra marcha a través del Mare Crisium, mientras las montañas occidentales se iban elevando hacia el cielo. Incluso cuando estábamos buscando minerales en nuestros trajes espaciales, continuamos la discusión por la radio. Mis compañeros mantenían que era absolutamente cierto que no había habido nunca ninguna forma de vida inteligente en la Luna. Los únicos seres vivientes que habían jamás existido allí, eran unas cuantas plantas primitivas y sus antepasados algo menos degenerados. Lo sabía tan bien como cualquier otro, pero hay ocasiones en que un científico no debe temer hacer el ridículo.

-Escuchadme -dije al fin-, voy a subir allá aunque solamente sea para tranquilidad de conciencia. Aquella montaña tiene menos de cuatro mil metros de altura - es decir, solamente setecientos para la gravedad de la Tierra - y puedo hacer el recorrido en veinte horas a lo sumo. En todo caso, siempre he tenido ganas de subir a aquellas cumbres, y esto me proporciona una excelente excusa.

-Si no te rompes la cabeza -dijo Garnett-, serás el hazmerreír de la expedición cuando volvamos a la Base. Desde ahora en adelante aquella montaña probablemente se llamará "La Locura de Wilson".

-No me romperé la cabeza -dije firmemente-. ¿Quién fue el primero en ascender a Pico y a Helicon?

-¿Pero no eras bastante más joven en aquellos tiempos? -preguntó suavemente Louis.

-Eso -dije con gran dignidad- es otra razón más para ir.

Aquella noche nos acostamos temprano, después de conducir el tractor hasta un kilómetro del promontorio: Garnett iba a venir conmigo a la mañana siguiente; era un buen alpinista, y me había acompañado con frecuencia en tales hazañas. Nuestro conductor estaba más que satisfecho con quedarse a cargo de la máquina.

A primera vista, aquellos acantilados parecían completamente inaccesibles, pero para cualquiera que tenga la cabeza firme, es fácil trepar en un mundo en donde todos los pesos son solamente el sexto de su valor normal. El verdadero peligro del alpinismo lunar estriba en un exceso de confianza; una caída de cien metros en la Luna puede, matar con tanta seguridad como una veinte en la Tierra.

Hicimos nuestra primera parada sobre una repisa a unos mil metros sobre el llano. La ascensión no había sido muy difícil, pero mis miembros estaban algo rígidos por el desacostumbrado esfuerzo, y me alegré del descanso. Podíamos todavía ver al tractor como si fuese un pequeño insecto metálico allá a lo lejos, al pie del acantilado, e informamos al conductor sobre la marcha de nuestra ascensión antes de partir de nuevo.

De hora en hora nuestro horizonte se fue ensanchando, y una porción cada vez mayor de la llanura se fue haciendo visible. Podíamos ahora ver hasta ochenta kilómetros a través del Mare, incluso los picos de las montañas de la costa opuesta, a más de ciento sesenta kilómetros. Pocas llanuras lunares son tan planas como el Mare Crísium, y hasta podíamos imaginarnos que había un mar de agua y no de roca a tres kilómetros por debajo de nosotros. Solamente un grupo de agujeros de cráteres hacia el final del horizonte estropeaba la ilusión.

Nuestro objetivo seguía invisible sobre la arista de la montaña, y nos orientábamos por medio de mapas empleando la Tierra como guía. Casi exactamente al este de nosotros, aquel gran creciente de plata pendía bajo sobre la llanura, ya muy en su primer cuadrante. El sol y las estrellas seguirían su lenta marcha a través del cielo y acabarían por desaparecer de la vista, pero la Tierra siempre estaría allí, sin moverse nunca de su lugar fijo, creciendo y menguando a medida que iban pasando los años y las estaciones. Dentro de diez días seria un disco cegador que bañaría aquellas rocas con su resplandor de medianoche, cincuenta veces mas brillante que la luna llena. Pero teníamos que salir de las montañas mucho antes de la noche, o nos quedaríamos en ellas para siempre.

En el interior de los trajes estábamos confortablemente frescos, pues las unidades de refrigeración combatían al feroz sol y extraían el calor corporal de nuestros esfuerzos. Rara vez nos hablábamos, salvo para comunicarnos instrucciones de escalada, y para discutir nuestro mejor plan de ascensión. No sé lo que pensaba Garnett, probablemente que aquella era la aventura más descabellada en que se había metido en su vida. Yo casi estaba de acuerdo con él, pero el gozo de la ascensión, el saber que ningún hombre había pasado antes por allí y le sensación vivificadora ante el paisaje que se ensanchaba, me proporcionaba toda la recompensa que necesitaba.

No creo haberme sentido especialmente agitado cuando vi frente a nosotros la pared de roca que había antes inspeccionado a través del telescopio desde una distancia de cincuenta kilómetros. Se hacía llana a unos veinte metros sobre nuestras cabezas, y allí, sobre la meseta, estaba lo que me había atraído a través de todos aquellos desolados yermos. Casi con seguridad no seria sino una roca astillada hacía siglos por un meteoro en su caída, con sus planos de escisión nuevos y brillantes en aquel incorruptible e inalterable silencio.

No había en la roca dónde asirse con las manos, y tuvimos que emplear un pitón. Mis cansados brazos parecieron recobrar nuevas fuerzas cuando hice girar sobre mi cabeza el ancla metálica de tres dientes y la lancé en dirección a las estrellas. La primera vez no agarró, y volvió cayendo lentamente cuando tiramos de la cuerda. Al tercer intento los tres dientes se fijaron fuertemente, y no pudimos arrancarlos aunando nuestros esfuerzos.

Garnett me miró ansiosamente. Comprendí que quería ir primero, pero le sonreí desde detrás del vidrio de mi casco, y denegué con la cabeza. Lentamente, sin apresurarme, comencé la ascensión final.

Incluso contando mi traje espacial, aquí solamente pesaba unos veinte kilos, de modo que me icé con las manos, sin preocuparme de utilizar los pies. Al llegar al borde me detuve y saludé a mi compañero, luego acabé de subir y me alcé, mirando enfrente de mí.

Debéis comprender que hasta aquel momento había estado casi convencido de que no podía encontrar allí nada extraño ni desacostumbrado. Casi, pero no del todo; había sido precisamente aquella duda llena de misterio la que me había impulsado hacia adelante. Pues bien, no era ya una duda, pero el misterio apenas había comenzado.

Me encontraba ahora sobre una meseta que tendría quizá unos treinta metros de ancho. Había sido lisa en un tiempo -demasiado lisa para ser natural- pero los meteoros en su caída habían marcado y perforado su superficie en el transcurso de incontables inmensidades de tiempo. Había sido aplanada para soportar una estructura aproximadamente piramidal, de una altura doble de la de un hombre, engastada en la roca.

Probablemente ninguna emoción llenó mi mente durante aquellos primeros segundos. Luego sentí una inmensa euforia, y una alegría extraña e inexplicable. Pues yo amaba a la Luna, y ahora sabía que el musgo rastrero de Aristarco y Eratóstenes no era la única vida que había soportado en su juventud. El viejo y desacreditado sueño de los primeros exploradores era cierto. Al fin y al cabo, había habido una civilización lunar, y yo era el primero en encontrarla. El hecho de que había llegado quizá cien millones de años demasiado tarde, no me perturbaba; era suficiente haber llegado.

Mi mente comenzaba a funcionar normalmente, a analizar y a formular preguntas. ¿Era eso un edificio, un santuario o algo para lo cual mi lenguaje carecía de palabra? Si un edificio, ¿entonces por qué había sido erigido en lugar tan inaccesible? Me preguntaba si podría haber sido un templo, y me imaginaba a los adeptos de algún extraño sacerdocio clamando a sus dioses que les salvasen, mientras la vida de la Luna refluía con los agonizantes océanos: ¡clamando en vano!

Adelanté una docena de pasos para examinar más de cerca aquello, pero un cierto instinto de precaución me impidió acercarme demasiado. Sabia algo de arqueología, e intenté adivinar el nivel cultural de la civilización que había alisado aquella montaña, y levantado aquellas brillantes superficies especulares que deslumbraban aún mis ojos.

Los egipcios pudieron haberlo hecho, pensé, si sus trabajadores hubiesen poseído los extraños materiales que esos arquitectos, mucho más antiguos, habían empleado. Debido al pequeño tamaño de aquel objeto no se me ocurrió pensar que quizá estaba contemplando la obra de una raza mas adelantada que la mía. La idea de que la Luna había poseído alguna inteligencia era aun demasiado inusitada para ser asimilada, y mi orgullo no me permitía dar el último y humillante salto.

Y entonces observé algo que me produjo un escalofrío por el cuero cabelludo y la espina dorsal, algo tan trivial e inocente que muchos ni siquiera lo habrían notado. Ya he dicho que la meseta presentaba cicatrices de meteoros: estaba también cubierta por algunos centímetros del polvo cósmico que está siempre filtrándose sobre la superficie de todos los mundos donde no hay vientos que lo perturben. Y sin embargo, el polvo y las marcas de los meteoros terminaban abruptamente en un círculo que incluía a la pequeña pirámide, como si una barrera invisible la protegiese de los estragos del tiempo y del lento pero incesante bombardeo del espacio. Algo gritaba en mis auriculares, y me di cuenta de que Garnett me había estado llamando desde hacia algún tiempo. Me dirigí vacilante hasta el borde del acantilado, y le señalé para que viniese a unirse conmigo pues no osaba hablar. Luego volví al círculo señalado sobre el polvo. Cogí un fragmento de roca y lo arrojé suavemente hacia el brillante enigma. No me hubiese sorprendido Si el guijarro hubiese desaparecido en aquella barrera invisible, pero parecía tocar una superficie lisa, hemisférica, y resbalar suavemente hasta el suelo.

Supe entonces que estaba contemplando algo que no tenía equivalente en la antigüedad de mi propia raza. Aquello no era un edificio, sino una máquina, que se protegía con fuerzas que habían desafiado a la eternidad. Aquellas fuerzas, cualesquiera que fuesen, operaban aún, y quizá me había acercado ya demasiado. Pensé en todas las radiaciones que el hombre había capturado y dominado durante el pasado siglo. Podía muy bien ser que estuviese ya tan irrevocablemente condenado como si hubiese entrado en el aura silenciosa y mortífera de una pila atómica sin protección.

Recuerdo que entonces me volví hacia Garrett, quien se me había reunido y estaba de pie e inmóvil a mi lado. Parecía haberse olvidado de mi, de modo que no le perturbé, sino que me dirigí hacia el borde del acantilado, esforzándome por ordenar mis pensamientos. Allá abajo estaba el Mare Crisium, extraño y misterioso para la mayoría de los hombres, pero tranquilizadoramente familiar para mí. Levanté los ojos hacia la media Tierra, yacente en su cuna de estrellas, y me pregunté qué habrían cubierto sus nubes cuando esos desconocidos constructores habían terminado su trabajo. ¿Era la jungla llena de vapores del Carbonífero, la desolada costa sobre la cual debían trepar los primeros anfibios para conquistar la Tierra, o, antes aún, la larga soledad precursora de la llegada de la vida?

No me preguntéis por qué no adiviné antes la verdad, la verdad que ahora parece tan obvia. En la primera exaltación de mi descubrimiento había asumido sin titubear que aquella aparición cristalina había sido construida por alguna raza perteneciente al remoto pasado de la Luna, pero de repente y con avasalladora fuerza, se hizo en mí la certeza de que era tan extranjera a la Luna como yo mismo.

En veinte años no habíamos encontrado otros vestigios de vida sino unas cuantas plantas degeneradas. Ninguna civilización lunar, cualquiera que hubiese sido su fin, podía haber dejado no más que un solo testimonio de su existencia.

Miré nuevamente a la brillante pirámide, y me pareció aún más remota que todo lo que se relacionaba con la Luna. Y de repente sentí que me estremecía con una risa alocada e histérica, ocasionada por la exaltación y el exceso de fatiga; pues me había imaginado que la pequeña pirámide me hablaba diciéndome: "Lo siento, pero yo tampoco soy de aquí. "

Hemos tardado veinte años en quebrantar aquella invisible coraza y en llegar a la máquina del interior de aquellas paredes de cristal. Lo que no podíamos comprender, lo rompimos al fin con la salvaje fuerza de la energía atómica, y ahora he visto los fragmentos de aquella hermosa y resplandeciente cosa que encontré en la montaña.

Carecen de sentido. Los mecanismos - si es que en realidad son mecanismos - de la pirámide, pertenecen a una tecnología que se encuentra mucho más allá de nuestro horizonte, quizá a la tecnología de las fuerzas parafísicas.

El misterio nos obsesiona tanto más ahora que los otros planetas han sido alcanzados, y que sabemos que solamente la Tierra ha sido el hogar de la vida inteligente. Ni tampoco ninguna civilización perdida de nuestro propio mundo pudo nunca haber construido aquella máquina, pues el espesor del polvo meteórico sobre la meseta nos ha permitido calcular su edad. Estaba ya allí, sobre su montaña, antes de que la vida hubiese emergido de los mares de la Tierra.

Cuando nuestro mundo tenía la mitad de su presente edad, algo procedente de las estrellas pasó a través del Sistema Solar, dejó aquella señal de su paso, y prosiguió su camino. Hasta que la destruimos, aquella máquina seguía cumpliendo la misión de sus constructores; y en cuanto a esa misión, he aquí lo que yo presumo:

Hay cerca de cien mil millones de estrellas en el circulo de la Vía Láctea, y hace mucho tiempo que otras razas en los mundos de otros soles deben haber alcanzado y superado las alturas que nosotros hemos alcanzado. Pensad en tales civilizaciones, lejanas en el tiempo, en el resplandor mortecino que siguió a la Creación, dueñas de un Universo tan joven que la vida había llegado solamente a un puñado de mundos. De ellas hubiese sido una soledad que no podemos imaginarnos, la soledad de dioses que buscan a través del infinito, y que no encuentran a nadie con quien compartir sus pensamientos.

Debieron de haber estado buscando por los racimes de estrellas del modo que nosotros rebuscamos por entre los planetas. Debía de haber mundos por todas partes, pero debían de estar vacíos, o poblados de cosas rastreras y sin mente. Tal era nuestra propia Tierra, con el humo de sus grandes volcanes que manchaba aún su cielo, cuando aquella primera nave de los pueblos de la aurora llegó desde los abismos de más allá de Plutón. Pasó los helados mundos externos, sabiendo que la vida no podría desempeñar parte alguna en sus destinos. Se detuvo entre los planetas interiores, calentándose al calor del Sol y esperando que comenzasen sus historias.

Aquellos vagabundos debieron de haber contemplado la Tierra, que giraba en la estrecha zona entre el hielo y el fuego, y debieron de adivinar que era el favorito entre los hijos del Sol. Aquí habría inteligencia; pero tenían incontables estrellas delante de sí, y quizá nunca más volviesen por aquí.

Y así fue que dejaron un centinela, uno de los millones que han dispersado por todo el universo, para que vigilen los mundos con promesa de vida. Era un faro que a través de las edades ha venido señalando pacientemente el hecho de que nadie lo había descubierto.

Quizá comprenderéis por qué colocada aquella pirámide de cristal sobre la Luna en lugar de sobre la Tierra. A sus constructores no los interesaban las razas que estaban aún luchando por salir del salvajismo. Solamente les interesaría nuestra civilización si demostramos nuestra aptitud para sobrevivir al espacio y escapándonos así de nuestra cuna, la Tierra. Ese es el reto con que todas las razas inteligentes tienen que enfrentarse, mas tarde o más temprano. Es un reto doble, pues depende a su vez de la conquista de la energía atómica y de la ultima elección entre la vida y la muerte.

Una vez hubiésemos superado aquella crisis sería solamente cuestión de tiempo el que encontrásemos la pirámide y la abriésemos. Ahora habrán cesado sus señales y aquellos cuyo deber sea éste estarán dirigiendo sus mentes hacia la Tierra. Quizá deseen ayudar a nuestra joven civilización. Pero deben de ser muy, muy viejos, y los viejos tienen can frecuencia una envidia loca de los jóvenes.

Nunca puedo mirar la Vía Láctea sin preguntarme de cuál de aquellas compactas nubes de estrellas vendrán los emisarios. Si me perdonáis un símil tan prosaico, diré que hemos roto el cristal de la alarma de bomberos, y no nos queda más que hacer sino esperar.

Y no creo que tengamos que esperar mucho.

martes, 16 de octubre de 2007

El bufón de un bufón

Carlos Fuentes. México, 29 de septiembre.

La primera regla de la diplomacia es la discreción. Mal ha debutado el flamante embajador de Venezuela en México, don Roy Chaderton, al criticarme porque yo critico al presidente Hugo Chávez. El embajador novato no distingue entre la libertad del escritor y la discreción del embajador. Sólo comprueba que él es emisario fiel de su amo, que merece su sueldo y que equivoca su función. Pues, ¿a quién halaga el embajador con su ataque? No creo que los mexicanos, de derecha, centro o izquierda, aplaudamos los ataques de un embajador extranjero a un escritor mexicano de derecha, centro o izquierda.
Hay en el continente americano dos bufones. Uno, el de Washington, es el más peligroso. El otro, el de Caracas, es el más risible. El embajador Chaderton demuestra, tristemente, que él es sólo el bufón de un bufón, el Rigoletto servil del César tropical. Se burla de mis libros con juegos de palabras elementales. Yo soy más elemental que él. El embajador Chaderton tiene nombre de pescado, de clapedide osificado, con cabeza dura, rabo amarillo y cola homocerca. Bien pensados: quiero decir sin columna vertebral: sábalo.
Para acabar de amolarla, el embajador me echa en cara mi edad. No comprendo. Yo me siento contento y orgulloso de llegar a los ochenta años con la cabeza clara y las definiciones también. Ni Bush ni Chávez, ni imperialismo yanqui ni autoritarismo tropical. El continente americano merece algo mejor. Espero ver un gobierno demócrata en Washington y un gobierno democrático en Caracas. Y al embajador le deseo larga vida, aunque en su caso esto suene a maldición.

Publicado originalmente en el diario mexicano Reforma.

sábado, 22 de septiembre de 2007

Por que no soy socialista del siglo XXI


Diego Cifuentes


...'Amar a los enemigos' es un buen ejemplo... un invento sicológico para suavizar la suerte de un pueblo oprimido. La prueba más dolorosa que sufren los oprimidos es la rabia constante que sienten al pensar en el opresor. Lo que Jesús descubrió fue cómo evitar la destrucción interior. Su técnica fue practicar la emoción opuesta ...”

Todo depende del cristal con que se mire, aparentemente la cita anterior es cuasi una declaratoria de fe en el ser humano, en el amor inherente a la especie, etc, etc, etc. Es un fragmento del capítulo 14 de la novela Walden dos de Burrhus Frederic Skinner escrita en 1948, una de las obras más controversiales. Walden dos es una sociedad utópica en la que la desigualdad desaparece, pero también desaparece toda diferencia entre los seres humanos. A mi modo de ver se trata de una obra de tinte fascista, en la que la participación de los ciudadanos es aparente, ya que todo está fundamentado en un modelo autoritario inamovible.

Nada más que una cita para establecer que las cosas pueden diferir sustancialmente de lo que verdaderamente está detrás, o como pueden ser leídas de diferente manera, que es posible que el tema que nos atañe sea de esa manera, o tal vez no.

Justamente me parece producto de estos tiempos posmodernos, aunque a veces el término me fastidia un poco, ya que considero que lo que verdaderamente existe es una exacerbación de la modernidad, pero ese es tema de otro tipo de discusión. Lo que a mí me sorprende a ratos de manera risible es que los posmodernos siguen a rajatabla ciertas recetas, y eso no es más que una forma bastante moderna de interpretar tal o cual situación; ejemplos como: ser bolivariano, sin entender o reflexionar sobre el alcance de aquello; o peor aún declararse socialistas del siglo XXI cuando ni siquiera su ideólogo Heinz Dietrich Steffan sabe explicar qué mismo es esa cosa, pero justamente es esto de lo que voy a hablar más adelante.

Sí señores, yo no soy bolivariano, ni quiero serlo, la sola idea me asusta, ya que aquello implicaría que yo me adhiera al pensamiento de Simón Bolívar, lo que no voy a hacer, más bien me declararía santanderiano.

Francisco José de Paula Santander y Omaña, fue vicepresidente de la Gran Colombia en tanto Simón Bolívar fue presidente de la misma, sin embargo, Santander se opuso a Bolívar frente a las pretenciones totalitarias del presidente, Bolívar intentó implantar la constitución bolivariana que implicaba la presidencia vitalicia para Bolívar y la inexistencia absoluta de elecciones, en tanto Santander luchaba por hacer cumplir la constitución republicana que ya se había firmado en Cúcuta. Claro que la versión despistada y oficial dice que Santander fue un traidor de la peor calaña, y por lo tanto hay que llevarle al ostracismo y, obviamente enaltecer la figura del libertador. Bonito, ¿no?

Pero no, no me chupo el dedo y como siempre estoy en contra, por lo tanto lo de bolivariano, no.

La realidad contemporánea se ha caracterizado por parodiarse a si misma dada su naturaleza de hiperrealismo, y ahí tenemos como gran muestra al arte conceptual y su permanente búsqueda de ridiculizarse frente a la aplastante realidad que impera, la aparición de reality shows es parte ya no de la parodia de la realidad sino del simulacro de la misma.

La política no es ajena a eso, el Estado ya no es el Estado, sino que hay un simulacro de él, se ha desarticulado todo y solo ha quedado la cáscara, ejemplo de eso es los Estados Unidos, el Estado no es sino el brazo ejecutor de las políticas de las grandes transnacionales, ya no es imperialista, sino una mera fuerza imperial que cumple con las políticas del buen negocio de los grandes conglomerados. Pero bueno, eso también es asunto de otro tipo de discusión, solo lo planteaba como premisa para poder argumentar el siguiente ladrillazo. Lástima por los rojillos que todavía conservan la bandera del imperialismo.

El ideólogo del socialismo del siglo XXI, Heinz Dietrich Steffan, sostiene en una entrevista a la revista peruana Mariátegui, fechada 15 de agosto de 2006, que la lucha de clases persiste en tanto exista una clase social dominante, lo que no es aporte alguno a nivel teórico ya que ese es un planteamiento del marxismo; pero lo que sorprende es el planteamiento del presidente ecuatoriano al decir que la lucha de clases es insostenible. Habría que preguntar, ¿quién sostiene la lucha de clases?, sino su propia dinámica, o es que nos quiere plantear una cancelación de la lucha de clases por decreto, tal y como despistadamente lo hizo el Komintern (Tercera Internacional Comunista) durante la segunda guerra mundial al declarar una tregua temporal de la lucha de clases, lo que verdaderamente es ridículo, por no decir estúpido. Pero hablar de lucha de clases está bien cuando hay clases sociales, pero al menos en Ecuador yo creo que hay lucha de estamentos oligárquicos, dejando de lado, y bien de lado, a las clases sociales, me refiero a los banqueros enfrentados a los maestros de ojos rasgados, los agdalases frente a los gilmares, los sindicatos del sector público, etc, etc, etc. Tal parece que George Orwell tenía razón al decir que la historia no es sino la superposición de una oligarquía sobre otra.

Bueno, me atrevo a lanzar mi teoría, ya que estamos encaminados a hacer teorías locas y poco fundamentadas, entonces quiero hacer mi contribución a semejante maravilla revolucionaria, obviamente del siglo en el que estamos, o si prefieren puede ser del siglo XXV a lo Buck Rogers, para que se diferencie un poquito de la actual teoría revolucionauria.

Risible es cuando uno lee tanto a Dietrich como a los teóricos criollos y nos dicen que el socialismo del siglo XXI es ecologista, no reñido con la propiedad privada, que en estos tiempos solo hay dos posibilidades: o socialismo del siglo XXI, o capitalismo del siglo XXI. Al menos saben el siglo en el que estamos. La formación de falansterios, obviamente no les pone ese nombre sino cooperativas gremiales, lo que nos remite al socialismo utópico de Owen, Saint-Simon y Fourier, siglo XIX. Pero vamos a dejar de lado lo del socialismo utópico y vendremos un poquito más hacia el siglo XX. Al mismo tiempo Dietrich dice que lo mejor sería regresar a ver a Keynes (economista británico muerto en 1946) para poder implantar el socialismo de él (Dietrich Steffan). O sea un auténtico revoltijo de esto y aquello.

A ver, hasta ahora no encuentro diferencia con lo que plantea la socialdemocracia, aunque no, solo una diferencia encuentro, que la socialdemocracia hace planteamientos serios, y los de por acá le ponen el ingrediente clientelar populista. Hasta ahora puro aire, nada nuevo, hasta volver a la economía keynesiana. En fin.

Sin embargo, en un artículo publicado en 1976, titulado “Democracia, libertad y socialismo”, el ex-canciller federal alemán Willy Brandt (socialdemócrata) sostiene: “... los socialistas aspiran a una sociedad en la que cada uno pueda desplegar libremente su personalidad y cooperar, con responsabilidad y como miembro al servicio de la colectividad, en la vida política, económica y cultural de la humanidad ...” “... socialismo no es 'a cada uno lo igual', o peor aún 'a cada uno lo mismo', sino que es 'a cada uno lo suyo' ...” “... es un error creer que el socialismo es una ideología de envidia y gente pobre ...”

El socialismo es el ejercicio completo de la libertad, libertad significa ser libre de las dependencias indignantes. Así como aquella frase del mayo del 68 “osar más libertad, a partir de la democracia”, eso implica obviamente el respeto irrestricto a la libertad de opinión, a la opinión ajena, sea esta cual fuere.

Willy Brandt sostuvo todo esto sin insultar a nadie, sin violar la constitución, y sin promesas vacuas de un futuro mejor condicionado a una constitución hecha a la medida.

Digo esto porque lo único que he podido ver hasta ahora del socialismo del siglo XXI es una violación permanente a la constitución vigente, insultos y amenazas a los que piensan diferente, acciones económicas de tinte clientelar que tienen solo como objetivo ganar votos, en fin, las mismas prácticas corruptas de los que nos han gobernado hasta ahora.

¿Cómo puedo creer en el socialismo del siglo XXI?, si hasta ahora ni siquiera el propio ideólogo ha podido explicar qué mismo es eso, y solo se atreven a decir que “el socialismo del siglo XXI es como una suave brisa”, lo que es risible, por no decir algo peor; y que “los pelucones” son horribles, o que “las gorditas horrorosas” tal o cual cosa. Todo esto evocando a los pobres y a un bolivarianismo que ya expliqué por que no me agrada.

Hasta ahora el socialismo del siglo XXI se definiría como hybris, que en la Grecia antigua tenía un significado despectivo, hybris aludía a la desmesura, al irrespeto a lo ajeno, tanto al espacio como al pensamiento.

Elogio de lo inútil

Mario Bunge

Ya había promediado la redacción de esta nota cuando me llegó una invitación de la Universidad de Salamanca par asistir a un acto académico en el que el doctor José María Cerveró Santiago, catedrático de Física Teórica, disertaría precisamente en defensa de lo inútil. Esta coincidencia no lo es tanto porque también yo soy físico teórico y, como el colega salmantino, sé que algunos de los resultados más hermosos de la física, tales como la teoría de Einstein del campo gravitatorio y la teoría cuántica del campo electromagnético, son casi inútiles. O sea, no sirven, por ahora, "nada más" que para entender algunos aspectos de la realidad.

Hace poco, respondiendo a la inevitable pregunta de un estudiante, "¿para qué sirve eso?", le contesté: "Para nada. ¿No le parece admirable que haya gentes que se dan el lujo de preferir cosas hermosas e ideas profundas a artefactos ingeniosos pero, a la postre, superfluos o incluso dañinos, tales como los automóviles acorazados?"

Nuestros primos los monos antropoides no llevan joyas. Tampoco las llevaban nuestros antepasados remotos. Las primeras joyas datan de hace menos de 50 mil años. Las primeras pinturas rupestres, tales como las de Altamira y Lascaux, son aún más recientes. Las mujeres no empezaron a acicalarse sino hace unos pocos miles de años, especialmente en el antiguo Egipto. Los primeros museos de arte y jardines botánicos datan del Renacimiento tardío. Y los salones de belleza fueron inventados hace poco más de un siglo. La técnica precede al arte, como la utilidad a la belleza.

¿Para qué sirve saber que hay infinitos números primos, que las distancias entre las galaxias están aumentando, que los hombres de Neanderthal fueron reemplazados por los de Cromañón y que las cabezas de éstos eran mayores que las nuestras? Para nada. ¿Qué utilidad tiene una sinfonía de Beethoven, una pintura de Velázquez o un relato de García Márquez? La misma que las joyas, las ropas elegantes, los teoremas matemáticos o los hallazgos paleoantropológicos. O sea, ninguna.

No se busca la verdad ni la belleza por sí mismas a menos que se haya asegurado el sustento: Primum vivere, deinde philosophari. Pero no se es plenamente humano a menos que se aprecien la verdad y la belleza por sí mismas. O sea, a menos que se ame lo inútil que emociona o que hace pensar, sin esperar recompensa material alguna.

Sin embargo, la diferencia entre lo útil y lo inútil puede ser transitoria. Hace medio siglo, cuando Francis Crick y James Watson descubrieron el llamado código genético, supieron que con ello la biología molecular alcanzaba la mayoría de edad y que a partir de ese momento se desarrollaría con el vigor y la rapidez propias de una ciencia joven. Pero no sospecharon que pocas décadas después también nacería toda una industria fundada sobre esa ciencia, ni que uno de ellos, Watson, haría fuertes inversiones en dicha industria (Crick, en cambio, siguió ocupándose de temas inútiles, tales como el origen de la vida y la naturaleza de la psiquis).

Otro de mis ejemplos favoritos es el de Apolonio, el primero en describir las secciones cónicas: elipse, parábola e hipérbola. Estas curvas son hermosas pero no fueron utilizadas hasta el siglo XVII, cuando Galileo se sirvió de la parábola para describir la trayectoria de una bala, y Kepler usó la elipse para describir la órbita de un planeta. El efecto fotoeléctrico, descubierto hace poco más de un siglo, encantó a los físicos porque no depende críticamente de la intensidad luminosa sino de la frecuencia. Durante mucho no sirvió sino para despertar o satisfacer la curiosidad. Eventualmente, a un ingeniero se le ocurrió utilizarlo para abrir y cerrar circuitos eléctricos al paso de una persona. Desde entonces no hay ascensor, escalera mecánica ni máquina-herramienta sin célula fotoeléctrica. Además, la explicación del efecto le valió a Einstein la mitad de su Premio Nobel. Obtuvo la otra mitad por explicar el movimiento browniano como efecto de choques moleculares. Esta fue otra hazaña que no tuvo repercusiones prácticas sino muchos años después.

Ayer, un estudiante me anunció que alguien está pensando en privatizar la astronomía. ¡Qué gran idea! Si alguien comprara un observatorio astronómico iría pronto a la quiebra, con lo que mostraría al gran público que hay objetos sagrados fuera de los templos. Entre esos objetos figuran la ciencia básica, las humanidades y las artes. Estas tres vestales son sagradas porque son patrimonio de la humanidad y porque quien intenta sacar utilidad inmediata de ellas las ensucia y se ensucia.

Lo que pasó con el arte bajo los regímenes autoritarios es elocuente: fue estatizado y, con ello, corrompido. Por ejemplo, en la Unión Soviética la exigencia de atenerse a los preceptos del llamado realismo socialista, que es una versión del utilitarismo, limitó la imaginación de los escritores, artistas plásticos y músicos. Por cierto que siguió habiendo artistas originales, pero no gozaron de apoyo estatal y sus obras no se incorporaron al bien común.

En resumidas cuentas, no exijamos que todo lo que hagamos tenga una utilidad inmediata. Basta que sean buenas, basta que nos ayuden a gozar de la vida. Al fin y al cabo, la búsqueda y el goce de lo inútil distinguen al ser humano de sus parientes de otras especies. Por esto propongo este nuevo nombre para nuestra especie: Homo inutilis.

Argentina, julio del 2006

sábado, 15 de septiembre de 2007

el enemigo de mi enemigo, no es mi amigo

Es sorprendente como se polariza una sociedad, obviamente Ecuador no es la excepción.
He hecho público mi descontento con el actual gobierno, no me gusta y no me gusta. No me cuadra porque tiene tendencias autoritarias, he llegado a decir que tiene tendencias fascistas, y todavía me sostengo en esa opinión.
Pero lo que todavía no llego a entender es cuan despistada es la izquierda, bueno, la izquierda latinoamericana no ha sido un dechado de coherencia, pero la izquierda ecuatoriana se lleva todas las medallas a la incoherencia y la candidez.
Basta que llegue alguien y diga que es socialista, o simplemente de izquierda, y los pobres zurdos y el arrebato histérico hace que todos salgan en desbadada tras el charlatán de turno. Así pasó con Frank Vargas, luego vino el turno de Gutiérrez, y por supuesto ahora lo hacen con Correa.
Basta que alguien saque la lengua a los gringos, y todos los zurdos creen que ha llegado su redentor y líder nato. Algunitos han llegado a adorar la imagen de Perón, olvidándose que Perón fue un fascista de la peor calaña, y no solo fascio, sino que fue un ladrón de última, llegó a gastarse toda la reserva federal argentina hasta dejar el país absolutamente quebrado, fue tal la quiebra que hasta ahora Argentina no se recupera del paso de semejante ejemplar por el gobierno de su país.
¡Ay la izquierda!
Basta que que Correa saque la lengua a los gringos, insulte a los ricos para que los zurdos lo apoyen incondicionalmente.
Error al creer que el socialismo es revanchismo, o tal vez odio a los gringos y a los ricos, como si ser rico fuera malo. Pues no es malo, hay ricos muy honestos (no todos) y son gente muy chévere, también hay gringos muy buena gente.
Creo que todo ser humano aspira a vivir dignamente, y que todos tenemos el derecho a querer tener una vida holgada, obviamente que no todos podrán llegar a cumplir con su anhelo, pero el problema no está en ser o no rico, sino en que la fortuna u holgura hayan sido logrados honestamente y como producto de su trabajo, o sea no es problema el QUÉ, sino el CÓMO.
Muy triste creer que si alguien le saca la lengua, o le insulta a mi enemigo es alguien que merece ser apoyado por mí, pues no, no es así.
El hecho que alguien sea enemigo de mi enemigo, no le hace para nada ser digno de mi respeto o peor aún de mi admiración.
El enemigo de mi enemigo, no es mi amigo; tal y como bien lo dijo Elías Canetti