sábado, 22 de septiembre de 2007

Por que no soy socialista del siglo XXI


Diego Cifuentes


...'Amar a los enemigos' es un buen ejemplo... un invento sicológico para suavizar la suerte de un pueblo oprimido. La prueba más dolorosa que sufren los oprimidos es la rabia constante que sienten al pensar en el opresor. Lo que Jesús descubrió fue cómo evitar la destrucción interior. Su técnica fue practicar la emoción opuesta ...”

Todo depende del cristal con que se mire, aparentemente la cita anterior es cuasi una declaratoria de fe en el ser humano, en el amor inherente a la especie, etc, etc, etc. Es un fragmento del capítulo 14 de la novela Walden dos de Burrhus Frederic Skinner escrita en 1948, una de las obras más controversiales. Walden dos es una sociedad utópica en la que la desigualdad desaparece, pero también desaparece toda diferencia entre los seres humanos. A mi modo de ver se trata de una obra de tinte fascista, en la que la participación de los ciudadanos es aparente, ya que todo está fundamentado en un modelo autoritario inamovible.

Nada más que una cita para establecer que las cosas pueden diferir sustancialmente de lo que verdaderamente está detrás, o como pueden ser leídas de diferente manera, que es posible que el tema que nos atañe sea de esa manera, o tal vez no.

Justamente me parece producto de estos tiempos posmodernos, aunque a veces el término me fastidia un poco, ya que considero que lo que verdaderamente existe es una exacerbación de la modernidad, pero ese es tema de otro tipo de discusión. Lo que a mí me sorprende a ratos de manera risible es que los posmodernos siguen a rajatabla ciertas recetas, y eso no es más que una forma bastante moderna de interpretar tal o cual situación; ejemplos como: ser bolivariano, sin entender o reflexionar sobre el alcance de aquello; o peor aún declararse socialistas del siglo XXI cuando ni siquiera su ideólogo Heinz Dietrich Steffan sabe explicar qué mismo es esa cosa, pero justamente es esto de lo que voy a hablar más adelante.

Sí señores, yo no soy bolivariano, ni quiero serlo, la sola idea me asusta, ya que aquello implicaría que yo me adhiera al pensamiento de Simón Bolívar, lo que no voy a hacer, más bien me declararía santanderiano.

Francisco José de Paula Santander y Omaña, fue vicepresidente de la Gran Colombia en tanto Simón Bolívar fue presidente de la misma, sin embargo, Santander se opuso a Bolívar frente a las pretenciones totalitarias del presidente, Bolívar intentó implantar la constitución bolivariana que implicaba la presidencia vitalicia para Bolívar y la inexistencia absoluta de elecciones, en tanto Santander luchaba por hacer cumplir la constitución republicana que ya se había firmado en Cúcuta. Claro que la versión despistada y oficial dice que Santander fue un traidor de la peor calaña, y por lo tanto hay que llevarle al ostracismo y, obviamente enaltecer la figura del libertador. Bonito, ¿no?

Pero no, no me chupo el dedo y como siempre estoy en contra, por lo tanto lo de bolivariano, no.

La realidad contemporánea se ha caracterizado por parodiarse a si misma dada su naturaleza de hiperrealismo, y ahí tenemos como gran muestra al arte conceptual y su permanente búsqueda de ridiculizarse frente a la aplastante realidad que impera, la aparición de reality shows es parte ya no de la parodia de la realidad sino del simulacro de la misma.

La política no es ajena a eso, el Estado ya no es el Estado, sino que hay un simulacro de él, se ha desarticulado todo y solo ha quedado la cáscara, ejemplo de eso es los Estados Unidos, el Estado no es sino el brazo ejecutor de las políticas de las grandes transnacionales, ya no es imperialista, sino una mera fuerza imperial que cumple con las políticas del buen negocio de los grandes conglomerados. Pero bueno, eso también es asunto de otro tipo de discusión, solo lo planteaba como premisa para poder argumentar el siguiente ladrillazo. Lástima por los rojillos que todavía conservan la bandera del imperialismo.

El ideólogo del socialismo del siglo XXI, Heinz Dietrich Steffan, sostiene en una entrevista a la revista peruana Mariátegui, fechada 15 de agosto de 2006, que la lucha de clases persiste en tanto exista una clase social dominante, lo que no es aporte alguno a nivel teórico ya que ese es un planteamiento del marxismo; pero lo que sorprende es el planteamiento del presidente ecuatoriano al decir que la lucha de clases es insostenible. Habría que preguntar, ¿quién sostiene la lucha de clases?, sino su propia dinámica, o es que nos quiere plantear una cancelación de la lucha de clases por decreto, tal y como despistadamente lo hizo el Komintern (Tercera Internacional Comunista) durante la segunda guerra mundial al declarar una tregua temporal de la lucha de clases, lo que verdaderamente es ridículo, por no decir estúpido. Pero hablar de lucha de clases está bien cuando hay clases sociales, pero al menos en Ecuador yo creo que hay lucha de estamentos oligárquicos, dejando de lado, y bien de lado, a las clases sociales, me refiero a los banqueros enfrentados a los maestros de ojos rasgados, los agdalases frente a los gilmares, los sindicatos del sector público, etc, etc, etc. Tal parece que George Orwell tenía razón al decir que la historia no es sino la superposición de una oligarquía sobre otra.

Bueno, me atrevo a lanzar mi teoría, ya que estamos encaminados a hacer teorías locas y poco fundamentadas, entonces quiero hacer mi contribución a semejante maravilla revolucionaria, obviamente del siglo en el que estamos, o si prefieren puede ser del siglo XXV a lo Buck Rogers, para que se diferencie un poquito de la actual teoría revolucionauria.

Risible es cuando uno lee tanto a Dietrich como a los teóricos criollos y nos dicen que el socialismo del siglo XXI es ecologista, no reñido con la propiedad privada, que en estos tiempos solo hay dos posibilidades: o socialismo del siglo XXI, o capitalismo del siglo XXI. Al menos saben el siglo en el que estamos. La formación de falansterios, obviamente no les pone ese nombre sino cooperativas gremiales, lo que nos remite al socialismo utópico de Owen, Saint-Simon y Fourier, siglo XIX. Pero vamos a dejar de lado lo del socialismo utópico y vendremos un poquito más hacia el siglo XX. Al mismo tiempo Dietrich dice que lo mejor sería regresar a ver a Keynes (economista británico muerto en 1946) para poder implantar el socialismo de él (Dietrich Steffan). O sea un auténtico revoltijo de esto y aquello.

A ver, hasta ahora no encuentro diferencia con lo que plantea la socialdemocracia, aunque no, solo una diferencia encuentro, que la socialdemocracia hace planteamientos serios, y los de por acá le ponen el ingrediente clientelar populista. Hasta ahora puro aire, nada nuevo, hasta volver a la economía keynesiana. En fin.

Sin embargo, en un artículo publicado en 1976, titulado “Democracia, libertad y socialismo”, el ex-canciller federal alemán Willy Brandt (socialdemócrata) sostiene: “... los socialistas aspiran a una sociedad en la que cada uno pueda desplegar libremente su personalidad y cooperar, con responsabilidad y como miembro al servicio de la colectividad, en la vida política, económica y cultural de la humanidad ...” “... socialismo no es 'a cada uno lo igual', o peor aún 'a cada uno lo mismo', sino que es 'a cada uno lo suyo' ...” “... es un error creer que el socialismo es una ideología de envidia y gente pobre ...”

El socialismo es el ejercicio completo de la libertad, libertad significa ser libre de las dependencias indignantes. Así como aquella frase del mayo del 68 “osar más libertad, a partir de la democracia”, eso implica obviamente el respeto irrestricto a la libertad de opinión, a la opinión ajena, sea esta cual fuere.

Willy Brandt sostuvo todo esto sin insultar a nadie, sin violar la constitución, y sin promesas vacuas de un futuro mejor condicionado a una constitución hecha a la medida.

Digo esto porque lo único que he podido ver hasta ahora del socialismo del siglo XXI es una violación permanente a la constitución vigente, insultos y amenazas a los que piensan diferente, acciones económicas de tinte clientelar que tienen solo como objetivo ganar votos, en fin, las mismas prácticas corruptas de los que nos han gobernado hasta ahora.

¿Cómo puedo creer en el socialismo del siglo XXI?, si hasta ahora ni siquiera el propio ideólogo ha podido explicar qué mismo es eso, y solo se atreven a decir que “el socialismo del siglo XXI es como una suave brisa”, lo que es risible, por no decir algo peor; y que “los pelucones” son horribles, o que “las gorditas horrorosas” tal o cual cosa. Todo esto evocando a los pobres y a un bolivarianismo que ya expliqué por que no me agrada.

Hasta ahora el socialismo del siglo XXI se definiría como hybris, que en la Grecia antigua tenía un significado despectivo, hybris aludía a la desmesura, al irrespeto a lo ajeno, tanto al espacio como al pensamiento.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buen trabajo primo.

Anónimo dijo...

Muy interesante, atrevido y valiente