Carlos Fuentes. México, 29 de septiembre.
La primera regla de la diplomacia es la discreción. Mal ha debutado el flamante embajador de Venezuela en México, don Roy Chaderton, al criticarme porque yo critico al presidente Hugo Chávez. El embajador novato no distingue entre la libertad del escritor y la discreción del embajador. Sólo comprueba que él es emisario fiel de su amo, que merece su sueldo y que equivoca su función. Pues, ¿a quién halaga el embajador con su ataque? No creo que los mexicanos, de derecha, centro o izquierda, aplaudamos los ataques de un embajador extranjero a un escritor mexicano de derecha, centro o izquierda.
Hay en el continente americano dos bufones. Uno, el de Washington, es el más peligroso. El otro, el de Caracas, es el más risible. El embajador Chaderton demuestra, tristemente, que él es sólo el bufón de un bufón, el Rigoletto servil del César tropical. Se burla de mis libros con juegos de palabras elementales. Yo soy más elemental que él. El embajador Chaderton tiene nombre de pescado, de clapedide osificado, con cabeza dura, rabo amarillo y cola homocerca. Bien pensados: quiero decir sin columna vertebral: sábalo.
Para acabar de amolarla, el embajador me echa en cara mi edad. No comprendo. Yo me siento contento y orgulloso de llegar a los ochenta años con la cabeza clara y las definiciones también. Ni Bush ni Chávez, ni imperialismo yanqui ni autoritarismo tropical. El continente americano merece algo mejor. Espero ver un gobierno demócrata en Washington y un gobierno democrático en Caracas. Y al embajador le deseo larga vida, aunque en su caso esto suene a maldición.
Publicado originalmente en el diario mexicano Reforma.
La primera regla de la diplomacia es la discreción. Mal ha debutado el flamante embajador de Venezuela en México, don Roy Chaderton, al criticarme porque yo critico al presidente Hugo Chávez. El embajador novato no distingue entre la libertad del escritor y la discreción del embajador. Sólo comprueba que él es emisario fiel de su amo, que merece su sueldo y que equivoca su función. Pues, ¿a quién halaga el embajador con su ataque? No creo que los mexicanos, de derecha, centro o izquierda, aplaudamos los ataques de un embajador extranjero a un escritor mexicano de derecha, centro o izquierda.
Hay en el continente americano dos bufones. Uno, el de Washington, es el más peligroso. El otro, el de Caracas, es el más risible. El embajador Chaderton demuestra, tristemente, que él es sólo el bufón de un bufón, el Rigoletto servil del César tropical. Se burla de mis libros con juegos de palabras elementales. Yo soy más elemental que él. El embajador Chaderton tiene nombre de pescado, de clapedide osificado, con cabeza dura, rabo amarillo y cola homocerca. Bien pensados: quiero decir sin columna vertebral: sábalo.
Para acabar de amolarla, el embajador me echa en cara mi edad. No comprendo. Yo me siento contento y orgulloso de llegar a los ochenta años con la cabeza clara y las definiciones también. Ni Bush ni Chávez, ni imperialismo yanqui ni autoritarismo tropical. El continente americano merece algo mejor. Espero ver un gobierno demócrata en Washington y un gobierno democrático en Caracas. Y al embajador le deseo larga vida, aunque en su caso esto suene a maldición.
Publicado originalmente en el diario mexicano Reforma.
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