Ana Isabel Bustamante
...Es que no sé como es, no sé lo que es. La he escuchado toda mi vida igual que todos, asumida por bocas distintas, orgullosas, convencidas, peligrosas, y sin embargo nunca he logrado perder por entero esa sensación de que escuchaba algo bastante más parcial y más pequeño que lo que su interlocutor pretendía, no por ignorancia - pues si he de formarme algún día en una fila, espero por todas las cosas en las que creo y en las que no creo también, nunca se sabe, que nadie me encuentre haciendo linea en otra fila que no sea aquella de la ignorancia, si no es así y desde ya que alguien tenga piedad de mí y me lleve al manicomio más cercano, pues seguramente estaré loca -, si no más bien por Humanidad. Esta humanidad tan poco absoluta, tan efímera, tan imperfecta, tan pequeña, que dudo que ni el mejor ejemplar de nuestra especie es o fue capaz de superar completamente. Cómo podríamos entonces acercarnos siquiera a rosar un concepto tan enorme, tan absoluto, tan inmutable, tan completo, tan eterno, tan divino tal vez, tan inhumano ciertamente, como "LA VERDAD"?
Me parece que veo desfilar detrás de los ojos de mi pensamiento aquellas sombras que Platón describía en “El Mito De La Caverna”, vagos y sombríos restos de vasijas conceptuales, diminutas ilusiones de la imagen pura de la divinidad, cuya sombra miramos, y porque la vemos, la pensamos comprender, la pensamos real y verdadera porque creemos ver todo cuanto que es, y lo cierto es que apenas si vemos lo que podemos ver, no más, muchas veces menos en realidad, y quizás eso es todo a lo que podemos aspirar, delirios de la “VERDAD”.
La verdad humana se escribe con letras pequeñas, porque es tan y más común que un corazón que late ochenta veces por minuto. La vedad humana eres tú, es ella, es él, es nosotros, es nosotras, es vosotras, es vosotros, es ellos, es ellas, y claro también soy yo. La verdad humana tiene tiene todos los nombres, tienes todos los géneros, tiene todos los colores, tiene todas las edades. La verdad humana es tan democrática como la pesuña, el golpe de ala y los pedos, y así de cualquiera, porque no excluye, ni discrimina; todos podemos decir nuestra verdad, creer en ella y compartirla, sin por ello afectar o invalidar la verdad de otra persona, porque de alguna manera todos estamos un poco en lo cierto, así como un poco errados también. Quizás la verdad más absoluta a la que podríamos humanamente aspirar se encuentre un poco en el medio de todas nuestras verdades pequeñitas, el centro matemático de las verdades de la humanidad entera, desde lo que fue, hasta lo que será, una ecuación divina de nosotros mismos, que sólo un loco entendería, o quizás estará iluminado, no lo sé.
Nadie es dueño de la verdad - “nadie” no es por cierto una persona en este caso, si no más bien la no existencia de la misma - , pues la verdad en manos de una sola persona, o en manos de una fracción de la sociedad es algo peligroso, pues por lo general, más temprano que tarde, ese secuestro del derecho de cada uno a estar en lo cierto, o a estar equivocado, o un poco de ambos casi siempre, se convierte en una suerte de “religión vehemente”, una militancia autoritaria que fractura la esencia misma de la democracia con la peor clase de intolerancia, pues se arroja para sí el derecho de tenencia y absoluto gobierno de “La Verdad”, invalidando sistemáticamente y sin miramientos, a todos aquellos que no aprueben con alabanzas y gracias su prédica. En el ensueño colectivo de una visión, la voz disidente que observa: “Pero si el rey está desnudo” es tan peligrosa como el dedo travieso que mueve la carta que apuntala el endeble castillo de naipes. Y ese es el peligro, más allá del error que a fin de cuentas es cotidiano, el pretender sostener y defender cueste lo que cueste una frágil fantasía, requiere, o el mejor ilusionista que el mundo aun no conoce aún, o como ya lo hemos vivido un sin fin de veces a lo largo de historia de la humanidad, sea el sacrificio de la libre expresión democratica, o un costo en vidas humanas incalculable, pues suele suceder que una vez que se empieza a “sacrificar” opositores es un poco problemático contener su fastidiosa tendencia a multiplicarse y a observar que el edificio de la verdad que con tanto esfuerzo se ha construido, es realidad una humana coladera llena de huecos. Una verdad no apaga todas las verdades, o como bien dice el dicho popular: "no hay manera de apagar el sol con un dedo"... A no ser que milagrosa e inexplicablemente todos, menos uno claro, nos quedemos ciegos, sordos, tontos, paralíticos y mudos, o que se erradique de una vez por todas la especie humana, menos uno también, y que este suertudo o despiadado malnacido tenga a bien cerrar un ojo, y cubrir su ojo restante con un dedo suyo... pues lo cierto, es que en estos dos casos exclusivos no existirá más voz - que la suya y que el mejor de los casos no le traicionará con dudas, lógica y pensamiento alguno y estará de acuerdo con el dueño del dedo - que observe o diga que no ha realizado tal portento, el gesto de un Dios. En todo el resto de las circunstancias, al final del día y haciendo bien las cuentas esa verdad con pistolas, sombrero y solapas no es más que otra verdad con letras chiquitas como todas las otras, sólo que desgraciadamente, para todos los que son señalados, despreciados, desacreditados, aislados, pisoteados, perseguidos, expatriados, torturados, desaparecidos, exterminados, tiene más poder. Y es sólo ese poder que le da la razón, porque “LA RAZÓN” para el hombre es tan inalcanzable como “LA VERDAD”, o “LA JUSTICIA”, o “LA REALIDAD”... todos los conceptos absolutos nos quedan divinamente enormes como el Universo mismo. Lo triste es que a las cosas chiquitas nos encantan las palabras grandes, creemos que eso nos hace importantes, profesionales, académicos, gobernantes, soberbios, crueles, intelectuales, superhombres que entendemos “TODO¨ de “TODO”, de lo de más de aquí, y de lo de más de allá, no hay límites para el entendimiento del ser humano, fuera de aquel de ser humano. Lástima... Y a pesar de la cantidad de auto proclamados profetas mesiánicos, el tiempo ha probado que en la mayoría de los casos estaban locos, fueron despiadados dictadores, o simple y humanamente se equivocaron, o eso dicen ahora al menos, pues a decir verdad, la verdad humana es tan cambiante como la evolución misma. Y felizmente es así, pues en LA VERDAD única, se anulan todas las posibilidades, todo estaría demás, mientras que en el error de nuestras verdades, todas las equivocaciones y aciertos tienen cabida, es lo maravilloso de la imperfección.
LA VERDAD no existe. Quizás LA VERDAD sea DIOS...
1 comentario:
Gracias Ani, muchas gracias por tu valiosa colaboración.
Un abrazo eterno.
Publicar un comentario