domingo, 18 de mayo de 2008

migas de pan

Jesús Gómez Gutiérrez

15 de mayo de 2008


Dice María Isabel Salvador, ministra ecuatoriana de Asuntos Exteriores, que el informe de la Interpol sobre los papeles de Reyes «no tiene validez jurídica»; o dicho de otro modo, que por muy auténticos que sean dichos papeles, no constituyen prueba de cargo contra el gobierno que representa. Es cierto: sin pruebas concretas, sólo son afirmaciones de un miembro de las FARC. Pero un gobierno que tuviera la conciencia y las manos limpias debería ser el primer interesado en pedir que se tire de la manta y se investigue.

Sobra decir que en este asunto no hay ninguna confabulación. La conexión entre las FARC y un sector determinado de la izquierda latinoamericana, precisamente la que marca el paso con los discursos de Chávez, es tan vieja como conocida para cualquiera que no se haya caído del guindo hace cinco minutos. Nadie, ni en Washington ni en Bogotá ni en Tombuctú, necesita inventar nada. Está ahí, para quien quiera verlo, escrito por todas partes. Como la cobertura internacional, obvia en lo político y veremos si también en lo económico, de un conflicto donde Colombia pone los muertos para que otros jueguen a libertadores.

La respuesta del presidente de Venezuela ha sido despacharse con la Interpol y su director. Show vergonzoso, vagabundo, bandido, etc. Palabras del que hace unos días llamaba neonazi a Angela Merkel. Palabras de un farsante que dirige una farsa política. Pero esta vez podría haber ido demasiado lejos. De todas las afirmaciones sobre las FARC hay una que resulta especialmente útil en el tema que nos ocupa: son un resto de la guerra fría. Los protagonistas principales se marcharon, sus causas desaparecieron y quedó, como suele ocurrir, un caserón con las puertas abiertas. De vez en cuando entra un listo, manipula los objetos, habla con los fantasmas y se pregunta qué puede ganar; de vez en cuando entra un vecino y tropieza. El presidente de Venezuela es el primer personaje; el de Ecuador, el segundo. ¿Entraron por accidente? ¿Por iniciativa propia? ¿Siguiendo un rastro de migas de pan? Son preguntas muy interesantes, pero el resultado es idéntico. Ya no estamos en la guerra fría y estos señores no son ecos del pasado sino líderes del presente. Que deberían asumir sus responsabilidades políticas y llegado el caso, por supuesto, jurídicas.

Puede que el gobierno de Correa todavía tenga la posibilidad de recapacitar y aprender. Debería empezar por elegir mejor a sus amigos y dejar de confundir la propaganda para consumo interno, llena de patria y más patria, con la política internacional. La izquierda democrática intenta mentir lo menos posible y afrontar la realidad que nos ha tocado. No hay otro camino. Los atajos de los demagogos como Hugo Chávez terminan en callejones sin salida. Ellos no ofrecen soluciones, sino algo bien distinto: ofrecen problemas fáciles. Y cuando no están en la mesa de los grandes, se queman.

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