lunes, 2 de junio de 2008

la ilusión del día a día

Nos vamos acostumbrando a lo que nos dice el otro, palabras que se vuelven huecas y pierden por el constante manoseo la eficiencia en su significado, y no solo que dejan de poseer significado sino que pierden significancia.

El bombardeo empieza desde la tierna infancia, la vida se llena de héroes y sus contrarios, asuminos el heroísmo de unos y echamos al tacho de la ingominia a otros sin siquiera cuestionarnos el por que, repetimos el resto de nuestras vidas cosas así adquiridas.

Hablamos de la "libertad" y el oprobio de la vida anterior a la gesta libertaria, más tarde levantamos banderas y nos dicen que hay que amar a la patria, porque la patria es nuestra madre, y hay que honrar a la madre de uno.

Más tarde vienen los "derechos humanos" y defender los derechos de los individuos como condición fundamental del ser humano. Entre esas cosas hay que odiar a los opresores porque son la rémora del trabajador, etc, etc.

Y sí, uno crece con todo este discurso y lo repite sin pensar, ama una bandera porque es la patria (o bueno, muchos creen que la patria es eso), porque la patria nos cobija. Y bueno, habría que preguntar, ¿y si la patria es una madre desnaturalizada?, ¿y si la patria nunca sintió ni siente amor por mí?, ¿debería seguirla amando porque es mi madre y a la madre hay que honrarla?. Solo me hago preguntas y nada más.

¿Es verdad que somos libres y que el "libertador" lo fue de verdad y, no fue un simple negocio de un sector determinado en un momento determinado?

¿Somos libres?

¿Se respetan mis derechos y yo, al mismo tiempo, respeto los derechos del otro?

La respuesta es un rotundo NO. Basta salir a la calle para constatar que aquello no es cierto, una mujer con un niño de brazos se ve obligada a bajar a la calzada porque alguien, que siente mucho orgullo por su patria, dejó estacionado su automóvil en la acera; al mismo tiempo un conductor debe frenar a raya porque un peatón, que se siente libre, decidió atravesar la vía por donde a él le dio la gana sin importarle las consecuencias (tiene las de perder frente a un automotor).

Los derechos humanos son lloriqueados de forma infame, cuando nadie ha visto al llorón en su hogar y no sabe cómo trata a su entorno (lo digo con conocimiento de causa).

Patria y más patria, casi hasta empalagar con semejante sabor.

Cuando salgo a la calle tengo la impresión que tuve al leer 1984 de Orwell, todos repitiendo el discurso del Big Brother, odiando al que se debe odiar, porque odiar es lo correcto.

Y no es cuestión de ahora, es de siempre, el mismo sabor amargo de la estafa que tuve hace tantos años años sigue intacto, solo que ahora entiendo que todo es ilusión, que es el producto más vendido y vendible.

La esperanza, la ilusión del mañana mejor, tal cual los juramentos que se hacen los amantes en medio del ardor del deseo, juramentos que se quedarán solo a flor de sábana, porque una vez que nos vestimos ya nos hemos olvidado de aquello. La ilusión de un mañana mejor, de la libertad más plena y excelsa, pero ilusión al fin y al cabo, solo ilusión.

No hay comentarios: