Empiezo hablando de fotografía porque siempre me han conectado a ella, mi padre fue fotógrafo y yo he hecho fotografía, pero a diferencia de mi padre, yo no me considero fotógrafo, sino un mero contador de historias, alguien que usa el medio gráfico para poder desarrollar un trabajo narrativo. Algo complicado, que no viene al caso desarrollarlo mas sí mencionarlo.
El hombre desde que es tal ha hecho uso de la tecnología, es un animal eminentemente tecnológico, aplicar sus saberes le diferencia del resto de especies.
Hace unos años tuve un divorcio con la fotografía, un matrimonio que entró en crisis, inevitable considerando que la fotografía para mí estaba a punto de morir, o en algunos momentos sentí que dormía junto a un cadáver, entonces había que tomar una decisión radical y la separación se dio. Pero como en toda relación, la separación no significa necesariamente la ausencia de amor.
Los fotógrafos siempre se han remitido al “acto fotográfico” como su único referente conceptual, y creo que es justamente por allí donde surge mi desencanto. La fotografía entró en crisis fruto de sus propias contradicciones, y ha sido tan violenta, que algunos de sus cultores aún no se han percatado de aquello.
Actualmente el acto fotográfico ha sido anulado, las cámaras digitales ya no tienen los límites de la mecánica ni de la película, las máquinas contemporáneas pueden llegar a disparar 300 veces en apenas un segundo, un ejemplo es la CASIO EXILIM, entonces la fotografía se convierte en producto de un mero cálculo matemático de probabilidades, la fotografía ya no es fotografía sino en una sucesión de fotogramas de la que se escoge lo menos malo.
Cuando el auto te deja de funcionar de improviso, abres el cofre y tratas de ver qué diablos le ocurre, pues es justamente lo que yo intento hacer con la fotografía, le he abierto la tapa para ver cómo rayos funciona en su interior. De la forma tradicional dejó de funcionar para mí hace rato, y creo que eso ocurre con el resto, pero muy pocos o casi nadie se da cuenta de aquello, entonces es hora de saber qué hacer con todos esos resortes y piñones.
Sería muy romántico relatar mis posibles o supuestos resbalones con la informática, pues no, he tenido una magnífica relación con la tecnología, sea esta la que fuere. Fui un niño aplasta botones, muy lejano a la idea romanticona del artista sensible que tiene dificultades con los aparatos, pues fue el repara-todo de mi casa. Siempre tuve fascinación por la física y el álgebra, muy a pesar de mis terribles profesores descubrí por cuenta propia la belleza que entrañan esas disciplinas, tanto que me engañé a mí mismo e intenté ser un técnico, mas la vida sabiamente me ubicó en lo mío, pero siempre manteniendo mi conexión obsesiva por lo técnico.
Cuando me percaté que la fotografía había entrado en contradicción consigo misma supe que la respuesta estaba en la informática, sin embargo, no conocía cuál era el camino exacto, acaso se diría que sabía el rumbo mas no la dirección. Manipular en photoshop era demasiado obvio, sin embargo era parte del camino.
Ahora he conseguido animar a los personajes de las fotos, pueden gesticular y expresarse. Contar la historia de como llegué hasta allí puede ser tonto y hasta un poco ocioso.
A la distancia veo que no es nada novedoso, ya que hay gente que hace animación desde el inicio y lo hace maravillosamente, en cambio yo recojo a medio camino, me apropio de la imagen fotográfica y juego a darle vida a los personajes de ellas.
En una ocasión escuché decir a una psicóloga, que cuando los sueños se cumplen es porque uno está psicótico. Desde que era niño tenía la fantasía de poder dar vida a los personajes fotografiados, aquellos que se quedaron congelados en un papel enmudecidos a perpetuidad.
Una vez que me peleé con la fotografía, decidí hacer realidad mi sueño y jugar al dios, debía dar vida, coquetear con las fronteras de la psicosis.
Sin embargo, todo lo que estoy haciendo ahora pudo haberse hecho un siglo atrás, todo era posible, solo que los costos tanto en tiempo como económicos podían llegar a ser obscenos y con una extrema contingencia de mano de obra, pero actualmente la informática los ha reducido a una sola persona y con costos relativamente ridículos.
Para mí la fotografía, la literatura y el cine son las expresiones eminentemente contemporáneas, y su contemporaneidad está dada por su capacidad narrativa, su juego casi erótico con la poética, ergo, ¿por qué no hacer un híbrido de ellas, mezclar las tres y al mismo tiempo jugar a dios?
Empiezo mi día encendiendo mi computador, termino mi día apagándolo, sin embargo, mi día lo dedico a soñar, intentando contar historias.
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