Slavoj Zizek, 18 de mayo de 2007
La vida de los otros de Florian Henckel von Donnersmarck – la película que gano este año el Oscar, y que trata acerca de la vida bajo la Stasi, la policía secreta de la Alemania del Este – ha sido comparada favorablemente con la comedia del 2003 ¡Adiós a Lenin! de Ulrich Becker. Lo que se dice es que proporciona el correctivo necesario a la sentimental Ostalgie (nostalgia por el este) de Adiós a Lenin. Ilustrando como el terror de la Stasi penetró cada poro de las vidas privadas de los alemanes del este. Pero, ¿es realmente el caso?
Como en muchas otras películas que representan la dureza de los regímenes comunistas, La vida de los otros equivoca su verdadero horror. ¿Cómo es esto? Primero, el que la película ponga en el centro de la trama la conspiración del corrupto ministro de cultura, que quiere deshacerse de uno de los principales escritores de la República Democrática Alemana (RDA), Georg Dreyman, para que así pueda él perseguir sin obstáculos un affaire con la pareja de Dreyman, la actriz Chista-Maria. De esta manera, el horror que estuvo inscrito en la propia estructura del sistema alemán del este, es relegado a un mero capricho personal. Lo que se pierde es el hecho de que el sistema no sería menos terrorífico sin la corrupción personal de algún ministro, aunque solo hubiese únicamente burócratas dedicados y “honestos”.
Igualmente molesto resulta el retrato de Dreyman en la película. Él es idealizado en la dirección opuesta – un gran escritor, honesto y sinceramente dedicado al sistema comunista, que es personalmente cercano a las principales figuras del régimen (vemos que Margot Honnecker,la esposa del líder del Partido, le proporciona un libro de Solzhenitsyn, estrictamente prohibido para la gente ordinaria). Uno no puede aquí sino recordar una ingeniosa formula de vida bajo un duro régimen comunista: de las tres características – honestidad personal, apoyo sincero al régimen e inteligencia – solamente era posible combinar dos, nunca la serie entera de las tres características. Si uno era honesto y apoyaba al régimen, uno no era muy brillante; si uno era brillante y apoyaba al régimen, uno no era honesto; si uno era honesto y brillante, uno no podía apoyar al régimen. El problema con Dreyman es que él combina las tres características.
Hagamos unas preguntas obvias: ¿si él era un escritor tan honesto y de gran alcance, cómo es qué él no entro en problemas con el régimen desde mucho tiempo antes? ¿Por qué no fue considerado por el régimen, por lo menos un poco, algo problemático, con sus excesos tolerados a causa de su fama internacional, como fue el caso con famosos autores de la RDA como Bertolt Brecht, Heiner Muller y Christa Wolf? El film tiene lugar en 1984 – entonces, ¿dónde estaba él en 1976 cuando el régimen de la RDA no permitió a Wolf Biermann regresar luego de su viaje a Alemania Occidental, conduciendo a todos los grandes escritores alemanes del este a firmar una petición de protesta por esta medida?
Asimismo, durante una recepción al principio de la película, un disidente confronta directa y agresivamente a un ministro de cultura, sin ninguna consecuencia. Si una cosa semejante era posible, como se asume en la película, ¿era el régimen tan terrible? Finalmente hay una torcedura extraña a la historia que evidentemente contradice los hechos históricos. En todos los casos de una pareja casada donde uno de ellos traicionó a su pareja, fue siempre un hombre el que se hizo informante – en La vida de los otros, es la mujer, Christa-Maria quien se vuelve informante y traiciona a su esposo.
¿No es la razón para esta extraña distorsión el secreto trasfondo homosexual de la película? El héroe de la película, Gerd Wiesler, un agente de la Stasi que debe instalar micrófonos y escuchar todas las conversaciones de la pareja, comienza a ser atraído por Dreyman. Es este afecto el que lo conduce gradualmente a ayudar a Dreyman. Después, die Wende, - el “momento crucial” es cuando el muro se viene abajo – Dreyman descubre lo que sucedió al tener acceso a sus archivos. Él regresa el interés de amor de Wiesler, secretamente sigue a Wiesler, quien ahora trabaja como un modesto cartero. La situación es así invertida con eficacia: la víctima observada es ahora el observador. En la última escena de la película, Wiesler va a una librería (la legendaria Karl-Marx-Buchhandlung sobre la Stalin Alee, por supuesto), a comprar la nueva novela del escritor, Sonata para un hombre honesto, y descubre que está dedicado a él (designado por su código secreto de la Stasi). Esto da rienda a entregarse a una cruel ironía, el final de La vida de los otros recuerda el famoso final de Casablanca. Con el “comienzo de una bonita amistad” entre Dreyman y Wiesler, ahora que el obstáculo impuesto de una mujer está convenientemente fuera del camino – una verdadera Christ – como gesto de sacrificio de su parte (¡no es ninguna sorpresa que su nombre sea Christa-Maria!).
En contraste con este idilio, la aparentemente mucho más superficial, poco seria comedia nostálgica ¡Adiós a Lenin!, es una pantalla que cubre una realidad subyacente mucho más áspera (señalada en la apertura de la película por la intrusión brutal de la Stasi en el hogar de la familia, luego de que el marido escapara a occidente) La lección es así mucho más desesperada que en La vida de los otros: ninguna resistencia heroica al régimen de la RDA podía ser sostenida. La única manera de sobrevivir era escaparse en la locura, la desconexión de la realidad.
¡Adiós a Lenin!, cuenta la historia de un hijo cuya madre, una honesta creyente en la RDA, sufre un ataque de corazón la noche en que se lleva a cabo una manifestación que condujo, en última instancia, a la caída del régimen en 1991. Ella sobrevive, pero el doctor le advierte al hijo que cualquier experiencia traumática podría causar su muerte. Con la ayuda de un amigo, el hijo monta un escenario para su madre, el cual está contenido en su apartamento, la afable continuación de la RDA: Cada tarde, reproducen noticias falsas en video acerca de la RDA. Hacía el final de la película, el héroe dice que el juego se le fue de las manos - la ficción organizada para la madre agonizante se volvió en una RDA alterna, reinventada, de como ella, la república, debió de haber sido.
En esto reside la cuestión clave política, más allá del tópico de la Ostalgie (que no es una añoranza real por la RDA, sino una promulgación de la verdadera partida de ésta, al adquirir una distancia, una des-traumatización): ¿era este sueño de una “RDA alterna” inherente a la RDA en sí misma? Cuándo, en el final ficticio del reporte de TV, el nuevo líder de la RDA (el primer astronauta de la RDA) decide abrir el muro, permitiendo que los ciudadanos alemanes de occidente escapen del terrorismo del consumo, la lucha desesperada por la vida y el racismo, es claro que la necesidad por un escape utópico semejante es verdadero.
Para ponerlo lo suficientemente brutal, la Ostalgie es practicada extensivamente en la Alemania actual sin causar ningún problema ético, uno (de momento, por lo menos) no puede imaginar a alguien mostrar públicamente una nostalgia nazi: ¡Adiós a Hitler! en lugar de ¡Adiós a Lenin! ¿No es este un testimonio del hecho de que aún estamos enterados del potencial emancipatorio en el comunismo, que, distorsionado y torcido como tuvo lugar, falto en el fondo del fascismo? La epifanía cuasi-metafísica hacía el final de la película (cuando la madre, en su primera caminata fuera de su apartamento, se encuentra cara a cara con una estatua de Lenin cargada por un helicóptero, que extiende su mano para dirigirse a ella directamente) debe ser tomado más seriamente de lo que puede parecer.
Esto, por supuesto, no implica que ¡Adiós a Lenin! se encuentre sin fallas. El punto débil de la película es que (como en La vida es bella de Roberto Beningni) sostiene la ética de proteger las ilusiones: manipula la amenaza de un nuevo ataque al corazón como un medio para chantajearnos en aceptar la necesidad de proteger su fantasía como el deber ético más alto. ¿La película entonces, no está endosando inesperadamente la tesis de Leo Strauss acerca de la necesidad de una “noble mentira”? Entonces, ¿es realmente el potencial emancipatorio del comunismo solamente una “noble mentira” que se efectuará y se sostendrá para los creyentes ingenuos, una mentira que enmascarará con eficacia la despiadada violencia del reino comunista? Aquí la madre es el “sujeto que supuestamente cree”: a través de ella, otros sostienen su creencia. (La ironía del asunto es que generalmente es la madre quien se supone es la vigilante, quien protege a los niños de la cruel realidad.)
¿Cuál es la lección de todo esto? Todavía estamos esperando una película que proporcione una descripción completa del terror de la RDA, una película que haga a la Stasi lo qué Varlam Shalamov, en sus insuperables Relatos de Kolyma, hizo al Gulag.
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