Tengo una relación extraña con Corea de Norte, es como un pariente lejano del que conozco algo pero que quiero mantener lejos y, mientras más lejos esté será mejor para los dos.
Mi padre tuvo mucha simpatía por el comunismo de tinte maoísta (aberraciones que todos tenemos), no lo ocultó, aunque era una mezcla muy extraña entre chino y anarquista (agua y aceite), cosa que hasta ahora no logro entender del todo y, creo que hasta el último de mis días seguiré en mi porfía de entender a mi viejo, cosa que a ratos me asusta mucho pero justamente por su naturaleza mórbida me atrae mucho.
Mi padre un día comenzó a recibir por correo revistas propagándisticas de Corea del Norte, y como buen guagua inquieto le pregunté sobre cuál era su relación con ese país, él me contestó que estaba tan desconcertado como yo. Las revistas llegaban mes a mes y en gran cantidad, mi padre optó por ponerlas en el recibidor de su taller, aunque siempre hablaba con un profundo desdén sobre esa sociedad. Los reparos del viejo a aquel país era que tenían un tinte fascistoide inocultable, que la forma tan reverencial en el trato al dictador Kim Il Sung era algo abyecto y miserable y que solamente era el síntoma visible de una sociedad fascista.
El mismo reparo ponía a Stalin o Mao, detestaba la revolución cultural, sostenía que los comunistas eran seres horribles, sin embargo, se autoproclamaba maoísta, comunista, etc, etc.
Yo por mi parte me devoraba aquellas revistas, no entendía bien lo referente a la "Idea Juche", pero era algo como un cuento de hadas, sentía que leía sobre un país ilusorio.
Cuando decidí entrar a la universidad, tuve la idea de elegir las "Ciencias Políticas" como lo mío (errores que comete uno) y a partir de la Teoría del Estado pude intentar entender qué mismo era eso de la "Idea Juche".
La República Popular Democrática de Corea no es un estado marxista-leninista, sino es un estado que ha desarrolado su propio modelo de socialismo, un modelo que Kim Il Sung estableció (Idea Juche), un modelo "autárquico", un modelo autoritario que la China de Mao vio con mucha simpatía.
Hoy se celebran los 60 años de la fundación de Corea de Norte como estado, y recordé a mi padre y sus objeciones sobre el totalitarismo.
Aprendí que las ideas hay que defenderlas hasta con los dientes, que de lo único que somos propietarios es de ellas, pero al mismo tiempo que hay que defenderlas denodadamente también hay que ver que el resto tiene las suyas propias, y que el resto tiene el derecho a defender sus ideas con el mismo ímpetú que yo. Sin embargo, las ideas de uno deben ser defendidas y tan defendidas que cuando se esté en un error habrá que reconocer aquel error.
En América Latina convivimos con la antropofagia, somo unos antropófagos absolutos y Ecuador no es la excepción. En una sociedad antropófaga el arma fundamental es el descrédito del otro, llega a los extremos de ser parte del hogar mismo, y es allí en donde la política ecuatoriana se desenvuelve, los lados en disputa siempre están desacreditando al otro sin argumento alguno, esa ha sido la historia política de Ecuador y América Latina. El descrédito toma su forma más brutal cuando el oponente tiene argumentos válidos, entonces hay que echar mano del recurso propio, hay que desacreditarlo y serrucharlo por debajo, pero cuando se tiene poder no es necesario hacerlo oculto, el descrédito es acto público.
No es de sorprenderse que Ecuador tenga los presidentes que ha tenido y tiene actualmente, fruto de esta sociedad de irrespeto a los demás, de la inexistencia del otro, de la supremacía de mi pensamiento sobre el de los demás. No es asunto de izquierdas o derechas, los dos tienen exactamente las mismas prácticas, son animales de la misma camada.
Si profundizamos un poco, desvestimos de la forma y nos quedamos con el contenido, llegaremos a ver que los líderes de la "izquierda" latinoamericana fundamentan su odio a los gringos argumentando el carácter imperialista del Estado norteamericano, y cuando comenzamos a escarbar un poco encontramos que la gringolandia ya ni siquiera es un estado imperialista, que incluso ellos son víctimas del fenómeno del poder de los conglomerados transnacionales. Que los Estados Unidos cumplen apenas con el rol histórico de la potencia hegemónica, y que inclusive aquello es mera pantalla, que el poder está en los lugares más insospechados. Cuando uno entiende la naturaleza de ese poder puede desarrollar armas diferentes para combatirlo
Patria, patria y más patria, una bandera, un himno y el amor irrestricto a algo que siempre ha sido mezquino con todos, no es más que un atado de argumentos de consolidación de poder de diferentes sectores beneficiados con aquel discurso, sean estos sectores los que fueren, simplemente que con los años mutan, los poderosos de hoy son los subyugados de mañana.
¿Qué tiene el poder que envilece al poderoso?
Con los años me reconocí como un anarquista, con un repudio por el poder (sea de la naturaleza que fuere), y me declaré ciudadano del mundo, sin bandera, sin himno, habitante del planeta y orgulloso de no defender los intereses de ningún "líder" (sea éste quien fuere).
Siempre que veo algún "amado líder" tengo un profundo sentimiento de ternura, lo veo (sin querer) como un ser minúsculo, aferrado a las veleidades del poder.
El mundo ha entrado en una espiral extraña, cualquier cosa es justificada y defendida como válida, sino simplemente vean lo que pasa con el "arte contemporáneo".
Mi padre tuvo mucha simpatía por el comunismo de tinte maoísta (aberraciones que todos tenemos), no lo ocultó, aunque era una mezcla muy extraña entre chino y anarquista (agua y aceite), cosa que hasta ahora no logro entender del todo y, creo que hasta el último de mis días seguiré en mi porfía de entender a mi viejo, cosa que a ratos me asusta mucho pero justamente por su naturaleza mórbida me atrae mucho.
Mi padre un día comenzó a recibir por correo revistas propagándisticas de Corea del Norte, y como buen guagua inquieto le pregunté sobre cuál era su relación con ese país, él me contestó que estaba tan desconcertado como yo. Las revistas llegaban mes a mes y en gran cantidad, mi padre optó por ponerlas en el recibidor de su taller, aunque siempre hablaba con un profundo desdén sobre esa sociedad. Los reparos del viejo a aquel país era que tenían un tinte fascistoide inocultable, que la forma tan reverencial en el trato al dictador Kim Il Sung era algo abyecto y miserable y que solamente era el síntoma visible de una sociedad fascista.
El mismo reparo ponía a Stalin o Mao, detestaba la revolución cultural, sostenía que los comunistas eran seres horribles, sin embargo, se autoproclamaba maoísta, comunista, etc, etc.
Yo por mi parte me devoraba aquellas revistas, no entendía bien lo referente a la "Idea Juche", pero era algo como un cuento de hadas, sentía que leía sobre un país ilusorio.
Cuando decidí entrar a la universidad, tuve la idea de elegir las "Ciencias Políticas" como lo mío (errores que comete uno) y a partir de la Teoría del Estado pude intentar entender qué mismo era eso de la "Idea Juche".
La República Popular Democrática de Corea no es un estado marxista-leninista, sino es un estado que ha desarrolado su propio modelo de socialismo, un modelo que Kim Il Sung estableció (Idea Juche), un modelo "autárquico", un modelo autoritario que la China de Mao vio con mucha simpatía.
Hoy se celebran los 60 años de la fundación de Corea de Norte como estado, y recordé a mi padre y sus objeciones sobre el totalitarismo.
Aprendí que las ideas hay que defenderlas hasta con los dientes, que de lo único que somos propietarios es de ellas, pero al mismo tiempo que hay que defenderlas denodadamente también hay que ver que el resto tiene las suyas propias, y que el resto tiene el derecho a defender sus ideas con el mismo ímpetú que yo. Sin embargo, las ideas de uno deben ser defendidas y tan defendidas que cuando se esté en un error habrá que reconocer aquel error.
En América Latina convivimos con la antropofagia, somo unos antropófagos absolutos y Ecuador no es la excepción. En una sociedad antropófaga el arma fundamental es el descrédito del otro, llega a los extremos de ser parte del hogar mismo, y es allí en donde la política ecuatoriana se desenvuelve, los lados en disputa siempre están desacreditando al otro sin argumento alguno, esa ha sido la historia política de Ecuador y América Latina. El descrédito toma su forma más brutal cuando el oponente tiene argumentos válidos, entonces hay que echar mano del recurso propio, hay que desacreditarlo y serrucharlo por debajo, pero cuando se tiene poder no es necesario hacerlo oculto, el descrédito es acto público.
No es de sorprenderse que Ecuador tenga los presidentes que ha tenido y tiene actualmente, fruto de esta sociedad de irrespeto a los demás, de la inexistencia del otro, de la supremacía de mi pensamiento sobre el de los demás. No es asunto de izquierdas o derechas, los dos tienen exactamente las mismas prácticas, son animales de la misma camada.
Si profundizamos un poco, desvestimos de la forma y nos quedamos con el contenido, llegaremos a ver que los líderes de la "izquierda" latinoamericana fundamentan su odio a los gringos argumentando el carácter imperialista del Estado norteamericano, y cuando comenzamos a escarbar un poco encontramos que la gringolandia ya ni siquiera es un estado imperialista, que incluso ellos son víctimas del fenómeno del poder de los conglomerados transnacionales. Que los Estados Unidos cumplen apenas con el rol histórico de la potencia hegemónica, y que inclusive aquello es mera pantalla, que el poder está en los lugares más insospechados. Cuando uno entiende la naturaleza de ese poder puede desarrollar armas diferentes para combatirlo
Patria, patria y más patria, una bandera, un himno y el amor irrestricto a algo que siempre ha sido mezquino con todos, no es más que un atado de argumentos de consolidación de poder de diferentes sectores beneficiados con aquel discurso, sean estos sectores los que fueren, simplemente que con los años mutan, los poderosos de hoy son los subyugados de mañana.
¿Qué tiene el poder que envilece al poderoso?
Con los años me reconocí como un anarquista, con un repudio por el poder (sea de la naturaleza que fuere), y me declaré ciudadano del mundo, sin bandera, sin himno, habitante del planeta y orgulloso de no defender los intereses de ningún "líder" (sea éste quien fuere).
Siempre que veo algún "amado líder" tengo un profundo sentimiento de ternura, lo veo (sin querer) como un ser minúsculo, aferrado a las veleidades del poder.
El mundo ha entrado en una espiral extraña, cualquier cosa es justificada y defendida como válida, sino simplemente vean lo que pasa con el "arte contemporáneo".
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