lunes, 4 de junio de 2018

adiós a una foto



Hace unos días pensaba en cuál habría sido la suerte de una amiga de la época universitaria, ella había venido en un programa de intercambio universitario y compartimos un par de materias en la Escuela de Sociología, luego ella partió rumbo a Salamanca y me escribió una carta sobre sus recuerdos de nuestras conversaciones cada vez que tomaba chocolate con churros, pasó el tiempo y cada uno tomó su propio rumbo y le perdí la pista hasta hoy por la mañana en que una mujer muy tímidamente me preguntaba si yo era el mismo amigo de su época universitaria.

Pensé en que la había convocado con mi pensamiento y me llenó de alegría saber de ella, me contó que me había encontrado hace tiempo en YouTube y que le había llamado la atención de que “siguiera haciendo fotografía”. Pensé que la mayoría de las experiencias de aquella era se habían quedado cual fata morgana para la mayoría, que habían tomado rumbos distintos a sus sueños y que seguramente le había llamado la atención mi porfía, luego pensé en que ella no sabía que la Sociología había sido mi fata morgana, que siempre supe cual era mi rumbo o que tal vez no lo supe pero que lo fui construyendo con el pasar de los años, también  cavilé que ella no tenía por qué saberlo porque apenas pudo ver el escaparate de estudiante universitario y que lo lógico hubiera sido que me inclinara por las Ciencias Políticas, porque la Sociología me aburría demasiado.

Reflexioné entonces, ¿qué podría decirle de mí, de cuantas veces me había enamorado, de cuantas veces me había quebrado, de que soy papá de un niño a quien casi no vi, que dejé la Politología para dedicarme a soñar, qué podría contarle si solo tenía una foto en mi cabeza?.

Decidí callar hasta que se me ocurriera una respuesta adecuada y no mostrara el ser que aborrece los convencionalismo que la sociedad impone, y que si ella conservaba en su memoria esa imagen al menos pensara que la vida “me domesticó” tan solo un poquito, tal vez mostrarme encorbatado el mate al menos por un instante, porque mi verdadero yo lo reservo para mí y mis íntimos, para los demás puedo ser hasta un lobo deleznable o en este particular caso alguien completamente distinto, por tanto no debería hablarle de nada y menos de la foto que me machacaba mi pensamiento justo en ese momento.

Había logrado deshacerme hace poco de la única copia que conservaba de tal foto, el negativo se había perdido en el robo aquel, era mi foto icónica, la “ópera máxima” como Alexei Páez alguna vez sugirió, cosa con la que no estuve jamás de acuerdo y que posiblemente por ese motivo no tuve dolor en deshacerme de ella.

¿Cómo a tan temprana edad alguien puede hacer su ópera máxima? ¿Existe la ópera máxima?
 
Un absurdo por donde se lo quiera mirar, sin embargo la foto de marras no es mala, pero tampoco la considero maravillosa, simplemente, pienso ahora, no está mal.

Pero pensaba por qué no me había costado deshacerme de ella, y creía, hasta cuando mi amiga me escribió, que esa imagen era parte de una época que no solo la pérdida de mi archivo había borrado, sino que era parte de como yo miraba la vida en ese momento y que esa historia se quedaría conmigo pero no la copia fotográfica, que ese pedazo de papel con emulsión fotosensible serviría a otra persona para que ella estableciera su propia historia, su propio relato, porque algo le evocaría la imagen. Porque corresponde al momento en que hacía fotografía casi por instinto, en que reflexionaba después y no como ahora que las pienso con mucha anticipación, porque corresponde a esa época en que la fotografía era un acto doloroso que no siempre me llevaba a un puerto de delicias, sino que era un acto pesado, porque inconscientemente sabía que no podía dejar algo tan serio en manos del instinto.

Tal vez por eso no me había costado tanto, pero cómo podría contarle a mi amiga que el resto de mi vida, en ese instante, me parecía banal, porque había logrado al fin desembarazarme de toda una época de mi vida, que había logrado desbaratar lo que alguien alguna escribió que es la imagen que siempre me acompaña en toda muestra o publicación, que así fue pero que de aquí en adelante ya no, para nunca jamás.

Entonces podría contestarle a mi amiga que soy papá de un niño, que ya es hombre, a quien casi no vi, que sufrí hasta el delirio, que lloré desconsoladamente, pero que ya no, porque eso también es verdad.

1 comentario:

eddyshaw9272711 dijo...

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