domingo, 3 de abril de 2016

"el bang bang club" y la muerte de Kevin Carter


El suicidio del fotógrafo sudafricano Kevin Carter (1994) lo elevó más a la fama y al mito, más que la fotografía de su autoría que se ha transformado en un hito de la manipulación.

No, no estoy acá para juzgar o no a Carter, la historia en alguna medida ya lo ha hecho, quiero simplemente hacer una reflexión a partir de él, su historia y su famosa foto, solamente eso.

Kevin Carter salta a la fama a partir de la publicación de una imagen de una niña famélica sudanesa que aparentemente estaba en condiciones precarias y un buitre en segundo plano estaba esperando su muerte. Esta imagen despertó la ira de la comunidad, acusaron al fotógrafo de no haber hecho nada para salvar la vida de la niña y que por el contrario éste solamente se detuvo a fotografiar el hecho dramático y ya.

Hasta ahí el origen del mito, luego Carter obtendría el Premio Pulitzer (1994) por tan pertinente imagen que describía de manera brutalmente dramática el horror de la hambruna en Sudán allá por 1993. Una vez que al fotógrafo le otorgaran el premio las críticas arreciaron, cuestionaron los límites éticos no de la fotografía, sino del fotógrafo, que para terminar llevarían al suicidio de Carter unos meses más tarde. Hasta ahí el mito.

Carter pertenecía a un grupo de fotorreporteros que se habían bautizado a si mismos como “El bang bang club”, un grupo que se había fogueado en el fotorreportaje de la Sudáfrica del “apartheid” y que habría ya puesto los ojos de algunos editores gráficos sobre algunos de sus miembros. El bang bang club tenía miembros extremadamente competitivos, lo que exigía a sus miembros a conseguir imágenes cada vez más dramáticas y Carter no era la excepción.

Bien, resulta que la historia que he descrito en su gran mayoría es falsa, testigos fueron desmintiendo el mito paulatinamente.

La niña sudanesa en verdad era un niño y su nombre es Kong Nyong, y digo es porque no murió y hoy por hoy es un adulto. Tampoco es cierto que hubiera estado en peligro de muerte inminente, aunque sí fue una víctima más de la hambruna que por esa época afectó a ese país, Kong Nyong había ido a defecar a ese terreno apartado de la aldea, era el lugar que la comunidad había destinado como tiradero de desperdicios y letrina, por tanto era bastante frecuente encontrar allí a buitres que se alimentaban de los pocos desperdicios que la comunidad arrojaba allí. Tampoco es cierto que Carter se hubiera suicidado por presión de la comunidad internacional, según una amiga suya Carter sí fue afectado por la crítica, pero no de manera determinante como para esta presión le hubiera podido llevar al suicidio, sino que el fotógrafo sufría de un estadio de depresión crónica, y según su amiga, una dependencia aguda a las drogas.

¿Fin del mito? Sí, del mito sí, pero no de la polémica.

¿Una vez que fueron desvelados los hechos, la imagen aquella dejó de ser eficiente?

La verdad que no, la imagen (que personalmente no es de mi agrado) sigue siendo eficiente, habla del horror de la hambruna, de la muerte como presencia persistente en grupos sociales desprotegidos, de la doble moral de la civilización occidental que suele mirar para otro lado cuando ocurren este tipo de situaciones terribles. La imagen habla de esto y tal vez más cosas que se me escapan.

Porque la imagen como tal no cuenta la historia que en verdad sucedió, sino que cuenta su propia historia que es muchísimo más dramática, porque la imagen como tal no apela a la verdad, sino a la verosimilitud y es eso lo que los observadores consumimos.

Al mismo tiempo la imagen desvela la deshumanización a la que puede llegar el periodismo con tal de conseguir una historia.

¿Pero si el niño en cuestión de verdad hubiera estado muriendo, el fotógrafo hubiera tenido posibilidad de salvar la vida de la criatura? Creo que no.

Entonces, ¿dónde están los límites?, ¿hay que ponerlos?

Creo que los límites se los debe imponer cada uno, porque siempre serán laxos, siempre serán cambiantes y sería muy torpe establecer una línea que no sería otra cosa sino una expresión más de la mojigatería de la cultura occidental.

La historia de la imagen icónica de Carter y su posterior muerte siempre serán material de debate, debate en el que nadie tendrá la razón, porque no se trata de ser propietario de la razón o la verdad, sino de poner naipes sobre la mesa, cual si fuera un juego en el que todos aprenderemos a partir de nadie tener la razón.

¿Carter manipuló la imagen? No creo, simplemente se dejó llevar por el mito que de ella había surgido, fue víctima de si mismo, de la vorágine que él y sus compañeros se impusieron. La imagen manipuló su propia realidad, contó su propia historia a su manera, y eso está muy bien.

Porque, permítanme decirlo una vez más, la fotografía jamás será verdad, nunca lo será, la fotografía siempre será verosimilitud y en ello radica su grandeza y su magia.

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