martes, 5 de abril de 2016

bienvenidos al desierto de lo real

»Ni en la película más terrorífica he visto algo como las ratas abandonando la ciudad antes de los ataques aéreos. No fue en Stalingrado… Lo vi en Viazma… Era por la mañana, y hordas de ratas corrían por las calles, se marchaban al campo. Olfateaban la muerte. Eran millares… Negras, grises… La gente observaba horrorizada el espectáculo. Justo cuando las ratas desaparecieron, comenzó el ataque. Llegaron los aviones. De las casas y sótanos no quedaron más que piedras desmenuzadas…».

Es uno de los relatos que hace la Premio Nobel de Literatura Svetlana Alexiévich en su libro “La guerra no tiene rostro de mujer”, situaciones surrealistas que parecen sacadas de alguna escena de alguna película, sin embargo la realidad puede ser más sobrecogedora que la imaginación del cine.

Alexiévich nos relata al mismo tiempo el compromiso de un pueblo, muy a pesar de en algunos casos odiar a Stalin, algunas tan humanas como aquella de una mujer que recibe una propuesta de matrimonio entre las ruinas de Berlín y ella solo quiere recibir flores y sentirse bonita, no quiere casarse pero a pesar de todo acepta.

Hay situaciones que parecen copiadas de alguna película o tal vez de alguna novela, pero no, hay situaciones que superan con largo la imaginación.

Ecuador, afortunadamente, no ha vivido situaciones tan extremas como las que relata Alexiévich, hemos tenido una relativa vida tranquila, digo relativa porque no hemos tenido que soportar cruentas guerras o terremotos terribles, pero sí hemos tenido que soportar una realidad que bien pudiera ser sacada de una comedia barata de Hollywood, pero lo que sería simplemente hilarante podría traer consecuencias terribles y es ahí la razón de la relatividad que menciono.

Hace unos días el ideólogo de la autodenominada “revolución”, profesor de la FLACSO, ex-Canciller, ex-SENPLADES y actual encargado de Relaciones Internacionales del grupo gobernante AP, Fander Falconí soltó una perla que en un inicio podría tomarse como un vacilón, luego del ya consabido bullying en redes sociales se achacó a la “supina estupidez” de Falconí.

Pues bien, Falconí a través de la red Twitter emitió un trino que achacaba la desigualdad social y la mala distribución de la riqueza a que los ricos suelen casarse entre si. ¿Torpe? Por supuesto que sí, pero creo que aquello va un poco más allá de una torpeza o estupidez propia de su autor.

Partamos pues a los orígenes del matrimonio como institución, el matrimonio nació justamente como institución para legitimar las alianzas permanentes entre poderosos, prolongar así fortunas y mantener linajes, pero creo que no es el caso al que alude Falconí, lamentablemente creo que va más allá.

Creo que el mencionado tuit dice más de lo que a simple vista podemos ver.

Fander Falconí fue quien dio, entre otros “intelectuales”, el cariz intelectual y académico que la aventura de AP requería, un modelo de socialismo que se había no solo distanciado del marxismo, sino que había, según ellos, elaborado una nueva fórmula tan innovadora que habían recalcado su aludida contemporaneidad a llamarlo del “siglo XXI”, un modelo como había dicho alejado de Marx y el marxismo pero que debía buscar raíces ideológicas en las diferencias sociales propias del sistema capitalista.

El Socialismo del Siglo XXI no es más que una puesta en escena de un manejo clientelar extremo, el mismo que requiere de ingentes cantidades de dinero para poder sostener una maquinaria propagandística, la ideologización del modelo a través de constante machacar pseudo-ideológico. Anticapitalismo dentro del capitalismo, para ser más claros.

El modelo tiene el germen de su fracaso desde su concepción misma.

No sería por tanto de extrañarse que el ideólogo de semejante maravilla tenga la jeta de soltarse semejante declaración, porque no vendría siquiera a ser un error o una ligereza, en el mencionado tuit estaría condensada toda la realidad del “Socialismo del Siglo XXI”, su ligereza y su mirada pueril de la política y lo político.

La escena aquella de Matrix en que Morpheus a manera de bienvenida marca a Neo con una sentencia: “bienvenido al desierto de lo real”, no puede sino describir de la manera más poética la realidad a la que nos vemos abocados.

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