¿En qué se diferencian un líder de un caudillo?
El caudillo es un militante de sus propias ideas, el líder no.
Cada vez y con más frecuencia me enfrento a discusiones cada vez más atrincheradas respecto a la concepción del Estado y la política de bienestar, cosa difícil de entender para las partes en disputa, sobre todo si los conceptos de bienestar o de Estado son diferentes, sin embargo, yo suelo hacer uso de mi acervo de politólogo para tratar de aclarar algunos conceptos en una que otra oportunidad.
En una ocasión, no tan lejana, en un bar me encontré con alguien y obviamente la conversación encontró su curso en la discusión sobre el tema del que estoy escribiendo y, el argumento que usó mi contertulio en su momento fue que en la isla de Cuba no hay nadie que vaya a la cama sin tener lleno el estómago, a lo que emití una sonora carcajada, no porque su aseveración no sea cierta, sino porque es un argumento de lo más endeble y que puede ser desbaratado casi de forma instantánea, a lo que obviamente contesté: “¡... en las cárceles tampoco...!”.
Instantáneamente vino a mi mente la imagen de aquel que está condenado a muerte y antes de la ejecución le brindan una comida copiosa y sabrosa y, obviamente de allí viene la expresión de la última cena, sin que esto tuviera que ver con las connotaciones que podría tener en las sociedades cristianas.
Más adelante desarrollé mis argumentos, ya sin sarcasmo, y simplemente usé una figura, o si se quiere una metáfora, ya que también como alguien que creció en la fotografía tengo un manejo algo más frecuente de este tipo de herramienta, como en un anterior post había explicado que la fotografía no se vale de la realidad sino de la metáfora para poder expresarse; es así como establecí un pequeño pero gráfico ejemplo: “... en la Alemania nazi tenían la mejor educación de la Europa de su época, el mejor sistema de salud, el mejor sistema de bienestar social y no se diga de la infraestructura de obras públicas, entonces, ¿cuál es nuestra bronca contra Hitler? Si estos son los argumentos que esgrime la supuesta izquierda para justificar todo su accionar, son argumentos sin peso alguno, sin embargo, son los argumentos que la maquinaria de propaganda que manejan y llegan a convencer a mentes frágiles y ansiosas de una sociedad justa.
¡Ahjá!, es ahí donde el contertulio de turno se detiene y siente que sus argumentos son endebles por completo y sienten que ha sido un jaque mate más.
Sin embargo, mi interlocutor en el bar fue más allá, no se rindió tan fácilmente, me sugirió que a una persona X en Biafra no le importa para nada si quien le sostiene el plato de sopa le apunta con un arma, simplemente quiere llenar el estómago y acepta el sometimiento a una concepción cualquiera del mundo. Pues sí, es tal cual estoy relatando, a lo que contesté que me atrevería a apostar unos diez millones de dólares (que no tengo ni tendré) a que en una o dos semanas esa persona X se resistiría a comer, que solamente pediría a su supuesto benefactor le dejara en paz, que bajara su arma y que por favor de marchara de allí para no volverle a ver más. Tarde o temprano, una vez que hubiera cubierto sus necesidades básicas, éste ciudadano del mundo buscaría su autodefinición errónea o certera, pero suya.
Fue para concluir con la conversación que le dije que justamente eso era lo que había hecho el comunismo, que había puesto comida copiosa y suculenta a cambio de tener a su gente amenazada por las armas, que aceptaran su concepción del mundo como si fuera la única, que era el chantaje más miserable.
Después, obviamente la conversación derivó a las perversidades del capitalismo, a lo que simplemente argumenté: que el sistema es perverso y no oculta sus dientes, que es atroz pero que allí había un error conceptual, porque la libertad del capitalismo no es la misma que el concepto libertario, que libertad para el capitalismo es libertad de extracción sin intervención alguna, mientras que el concepto libertario tenía que ver con el individuo y su libertad de elección y opinión.
Sin embargo, más adelante le expliqué a este amigo que el sistema actual de gobierno en los autodenominados países del socialismo del siglo XXI, no son otra cosa que las expresiones más remozadas del fascismo clásico, entendiéndose como la construcción del Estado Corporativista y no como lo que tiene la gente en su imaginario, ya que la gente asume fascismo con la expresión criminal de la política, y tanto es así que la supuesta izquierda llegó en su momento a acusar a Pinochet de ser fascista cuando no ha habido gobernante más lejano de aquello, cuando podríamos ver que el dictador chileno era muchísimo más cercano al liberalismo que al fascismo como tal, jamás hubo el intento de corporativizar el Estado, más bien por el contrario, llevó al Estado a niveles de mero espectador del juego del mercado. Pinochet no era fascista pero sí un criminal sanguinario, así como Hitler, a más de fascista era un criminal, eso no establece mecánicamente lo uno con lo otro.
Pero si miramos más hacia dentro, encontramos que el proyecto del gobernante actual ecuatoriano es crear un Estado Corporativista, y todo su accionar es conducente a ello, he ahí que creó un supuesto organismo de participación ciudadana, anulando la construcción de un auténtico proyecto ciudadano, asumiendo para el Estado la representatividad de no solo la población sino de lo ciudadano en su totalidad.
Si todo lo que nos motiva es la justicia, no creo que la justicia esté basada en el regalo de dádivas embebidas de toda una maquinaria de propaganda, tampoco creo que sea justicia la abolición total de libertades a cambio de un igualitarismo que no conduce absolutamente a ninguna parte, y peor todavía, no creo que justicia sea la inequidad de oportunidades, o mejor dicho, el favoritismo de sus seguidores incondicionales.
Todo esto solamente para graficar que feos tiempos se avecinan, y mi manifiesta condición de antifascista, como buen libertario que soy.
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