lunes, 6 de octubre de 2008

espionaje, democracia y poder

Cuando Niccolò di Bernardo dei Machiavelli (conocido por nuestras tierras como Nicolás Maquiavelo) escribió “El Príncipe” dio las pautas de lo que debería hacer un estadista para manejar y mantenerse en el poder, y los consejos que él dio no fueron muy bondadosos, razón por la que la gente acuñó el término “maquiavélico”. Maquiavélico es aquel que se sirve absolutamente de todos los recursos, éticos o no, para hacerse con lo que desea conseguir. Razón por la que la mojigatería judeo-cristiana ha dado una connotación terrible a la figura del teórico italiano.

Es verdad, quien ejerza el poder debe olvidarse de ciertas “cosillas” que la democracia occidental ha establecido como fundamentales, entre ellas el respeto a la intimidad y a la libre comunicación.

Me provoca cierta sorna cuando escucho al “soberano” de turno hablar de cuan democrático y respetuoso de los derechos que él y los suyos son, mucha más sorna me provoca cuando aquel soberano tiene un tinte rojo, y hace solo unos meses atrás se rasgaba las vestiduras por las violaciones a los derechos fundamentales que había cometido el soberano que le antecedió.

Las necesidades del Estado van más allá de los deseos o convicciones que pudiere tener el aspirante a soberano, las necesidades del ejercicio del poder se imponen con una absolutez que asustaría hasta al más parado.

Sun Tsu decía que aquel general que posee la mayor cantidad de información es quien ganará indefectiblemente a su oponente, y las necesidades de Estado imponen la obligatoriedad de espiar a amigos y enemigos, de recabar la mayor cantidad de información que se pudiere conseguir.

El ejercicio del poder hecha por tierra desde el primer día todos los postulados “democráticos” que el soberano novel pudiere tener, desde el primer momento, desde el primer segundo de ejercicio los postulados de igualdad y democracia caen indefectiblemente en el basurero del poder. El poder es una maquinaria que debe alimentarse no solamente de aduladores sino sobre todo de informantes.

Las posibilidades tecnológicas de la actualidad dan mayores rangos de acción, por ejemplo monitorear el tráfico de internet que pudiere tener el observado, de esa manera el soberano tendría acceso a la correspondencia electrónica o las aficiones que su oponente pudiere tener. Información vital que en algún momento el soberano pudiere llegar a usar convenientemente.

Es aparentemente contradictorio lo que digo con las propuestas de la izquierda, pero no habría que olvidar que quienes han tenido mejor ejercicio en el poder han sido justamente los gobiernos que a si mismos se han puesto el membrete de izquierda.

Entonces, ¿cuál debería ser el rol de la izquierda para no corromperse en el ejercicio del poder?

Justamente ese, no ejercer el poder nunca, ser la fuerza subversiva por excelencia, ser el modulador más eficaz del poder. Cosa imposible de conseguir mientras la izquierda no sea otra cosa que un membrete más.

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