martes, 24 de marzo de 2009

energía requiere energía

Hace unos días posteé sobre la situación creada con la cancelación de la personería jurídica de la ONG “Acción Ecológica”, y en las conversaciones posteriores al hecho me han hecho reflexionar sobre una serie de problemas inherentes al desarrollo sustentable y la contaminación de la que somos gestores.

En la mayoría de las tertulias estaba presente la antipatía que provocaba en la mayoría de sectores el accionar radical de la antes mencionada organización, sin embargo, todos estaban de acuerdo en el rechazo absoluto a la acto arbitrario del gobierno ecuatoriano, carente de un justificativo claro y que obviamente deja translucir lo que realmente se está jugando detrás de todo esto, que no es otra cosa sino una concepción unipolar de todo, una sola verdad y ésta es la que proviene de la mente preclara del señor que funge actualmente de presidente de Ecuador. El rechazo generalizado a tal acción arbitraria tiene que ver más con cerrar filas frente al autoritarismo que estar de acuerdo con Acción Ecológica.

Cuando se carece de una política clara sobre cualquier tópico mal se puede articular un debate sobre aquel, y es justamente lo que creo ha estado sucediendo. El Estado ecuatoriano no ha podido articular discusión alguna porque mira a la minería como una boya económica y no como un elemento fundamental completo de la economía, solamente aspira a que sea un agente extractor pero no un elemento fundamental de la producción, a mi modesto parecer ahí está absolutamente toda el origen del problema. Pero al mismo tiempo que el gobierno ecuatoriano tiene una visión obtusa, la otra parte no es más clara, también es torpe y carente de argumentación. Se opone a la minería argumentando que ella es una fuente permanente de contaminación, lo que es una verdad, pero al mismo tiempo habría que estudiar las diferentes posibilidades que la técnica y la tecnología nos ofrecen.

No soy especialista en este tema, ni pretendo serlo desde ahora, solo soy un lector audaz y contumaz, lo que me ha permitido tener un horizonte un poquito más amplio que la media, esto me ha provocado una serie de reflexiones no solo sobre la minería, sino sobre la energía y el futuro.

Para producir cualquier bien, no importa en este momento poner ejemplos, solo hablaremos de bienes en abstracto, para producir un bien es necesario energía, fuerza de trabajo, tecnología, y sobre todo algo que vengo pensando de un tiempo atrás y este es el factor tiempo. Un ingrediente extra dentro del esquema típico de la explicación del origen de la mercancía, pero ese es asunto para otro post y no el presente.

El desarrollo de la economía capitalista exige cada vez más fuentes de energía, ésta deberá ser lo más barata posible y de acceso inmediato para poder así seguir con el proceso económico.

Justamente es allí donde comienzo a cuestionar una serie de cosas salidas del arsenal ecologista, entre ellas está el uso de combustibles limpios y esa reflexión ecologista aparentemente es correcta, solo que no nos ponemos a pensar de cuanta energía se requiere para poder generar combustibles ecológicos, y obviamente las fuentes de energía necesarias para aquello no son muy ecológicas que digamos. Entonces tenemos que el remedio resulta peor que la enfermedad.

Se ha hablado que en el futuro los automóviles rodarán a partir de motores movidos por celdas de combustible (léase hidrógeno), pero extraer ese hidrógeno requiere energía que ésta podría ser generada por centrales termoeléctricas o talvez nucleares.

También habría la posibilidad de crear energía a partir de paneles solares, sin embargo nadie habla del espacio que éstos requerirían y que sería espacio que ocioso para el cultivo, también no se habla de la energía que se invertiría en crear los mentados paneles ni cuanto se contaminaría en la materia prima necesaria para la construcción de las celdas solares, ni sobre el terrible y altamente contaminante plomo ni el ácido requeridos para la fabricación de las baterías que acumularían la energía generada por tales celdas solares.

Lo mismo diríamos de los parques eólicos, que a más de la contaminación visual terrible, requieren de muchísima energía en fabricar las aspas o los postes de acero resistentes a los fuertes vientos, las baterías de acumulación, etc, etc.

Lo que sí sabemos es que el ser humano cada vez más requiere de más energía, barata y asequible, y que además éste mismo ser humano contamina más cuando pretende intencionadamente no hacerlo.

La respuesta nos apunta cada vez más en dirección de la energía atómica, volver a creer y pensar en ella, usarla convenientemente. Aunque la energía atómica tiene muy mala fama, deberíamos reconocer que las posibilidades de generación son casi ilimitadas, su combustible está regado por todo el planeta, la tecnología actual permite reciclar las pastillas de plutonio gastadas y pueden ser repotenciadas de forma reiterada.

Si se analiza el desastre de Chernobyl no es un problema técnico, ni de seguridad, ni de tecnología, es un problema que tuvo un origen político, aquello desató una serie de eventos nefastos con consecuencias dramáticas. La ex Unión Soviética establecía planes quinquenales y debían cumplirse a cualquier precio, pues justamente esa cuadratura burocrática generó errores humanos que pasaron por alto muchos protocolos de seguridad para de esa manera cumplir con los planes del Polit Buró. Uy, cómo me asusta ese término!

Sin embargo, en el imaginario global quedó registrado que la energía nuclear es insegura y altamente contaminante, sin tomar en cuenta que si no se siguen las normas de seguridad cualquier tecnología energética será insegura y altamente contaminante, inclusive las represas hidroeléctricas pueden ser focos de crianza de mosquitos vectores, por lo que su construcción debe estar precedida de estudios exhaustivos de impacto ambiental.

O acaso que cada vez que un ecologista radical viaja a una conferencia medioambiental no lo hace en avión, ese avión a reacción contamina, acaso no sería mejor hacer una videoconferencia que tiene un impacto medioambiental insignificante frente a las visitas in situ.

Solo pongo variables para una reflexión, nada es absoluto, todo depende del ángulo.

darinka guevara



Muy bueno.

miércoles, 18 de marzo de 2009

lunes, 16 de marzo de 2009

socialismos reales

Jorge Edwards
Publicado en El País (España) 17 feb 2009


El tiempo no pasa en vano. La Concertación chilena de los comienzos, la de los primeros años de la transición, tenía una frescura, un sentido unitario, una energía. Todo eso, ahora, se ha empezado a gastar, nos guste o no nos guste.

En sus orígenes, en sus pasos iniciales, la Concertación fue el producto de la lucha común contra la dictadura, unidad favorecida por la evolución interna de sus dos sectores principales: el socialismo, que se renovaba, y la democracia cristiana, que replanteaba sus vínculos con la izquierda. Pero la renovación principal, la más decisiva, era la del socialismo. Y era una autocrítica, no siempre declarada, pero implícita, sostenida, consistente, del llamado socialismo real, que había causado estragos en la época de Allende y que había llevado a Cuba a un callejón sin salida.

En esas condiciones, socialistas y demócrata-cristianos podían trabajar juntos, mano a mano, con diferencias de matices, de ideología, de lo que ustedes quieran, pero sin reservas profundas, sin desconfianzas insuperables. Se inauguraba una democracia, y esto, después de tantos años oscuros, era una novedad extraordinaria, y se inauguraba, a la vez, una alianza política que antes habría parecido imposible. Los comunistas, el antiguo aliado de los socialistas, estaban excluidos de la nueva coalición, pero ocurría que el comunismo, en los años duros, había optado por la lucha armada, por el apoyo decidido al Frente Patriótico Manuel Rodríguez, y esto, por definición, los excluía de una alianza de centro izquierda. En cierto modo, se habían autoexcluido, y habían optado por una línea que tenía posibles explicaciones teóricas, pero que en la acción práctica, frente a un Ejército bien organizado y bien instalado en el poder, no tenía el menor destino. Por otra parte, el desmoronamiento del bloque soviético, la caída escandalosa y estrepitosa del Muro de Berlín, no facilitaban el papel del PC en la vida chilena. Su posición entre negativa y vacilante y su cambio de táctica de último minuto frente al plebiscito del año 88 fueron elementos reveladores.

Todo esto no ha cambiado, desde luego, con el viaje oficial a Cuba de la presidenta Bachelet y su numerosa comitiva. No pasa de ser una gira protocolaria, un intento de hacer negocios comerciales con una isla empobrecida y un evento cultural preparado con mucha minucia, con todos los resguardos habidos y por haber y con escaso vuelo. Pero el viaje, sin cambiar nada, ha puesto en evidencia algunas situaciones. En sus mejores momentos, la Concertación no hacía una crítica explícita, beligerante, de los socialismos reales y de su influencia en el Chile de Allende. Rendía el homenaje de rigor a los héroes populares del pasado y guardaba silencio. Pero sabía lo que había pasado, lo había examinado desde todos los ángulos y actuaba en forma consecuente: finanzas ortodoxas, prudencia frente a las fuerzas del mercado, esfuerzos por aumentar la protección social, por mejorar la educación y la salud pública, sin desbaratar los grandes equilibrios financieros.

Ahora se mantiene la ortodoxia económica contra viento y marea, y eso nos permite enfrentar el descalabro internacional en condiciones relativamente buenas. La crisis mundial, por lo demás, ha revelado en todas partes, y sobre todo en los países más desarrollados, que el tema de la función del Estado y de la regulación de las grandes entidades financieras tiene que replantearse a fondo, después de la etapa de aquello que Mario Soares, el ex presidente socialista de Portugal, bautizó como "capitalismo de casino". Fracasó el capitalismo de casino, de aventura, de especulación desenfrenada, y estamos enfrentados a la tarea no menor de refundar un capitalismo más razonable y más humano. Ninguna persona seria, que yo sepa, ha pensado que la solución consista en volver a los socialismos reales del siglo pasado.

Se conservan en Chile, pues, las líneas centrales de la conducción económica, pero si hacemos un poco de memoria llegamos a la conclusión de que la atmósfera política ha cambiado en forma impresionante. Después de los dos primeros Gobiernos de la Concertación, que consolidaron en forma muy eficaz la salida de la dictadura y la conservación relativa, con reformas importantes, del sistema económico, me parece que el periodo de Ricardo Lagos fue el de un socialismo renovado auténtico, dotado de una visión moderna de la política y de la economía. La prudencia y la discreta distancia del presidente Lagos con respecto al socialismo cubano, criticadas en estos días de un modo más o menos vociferante, fueron, precisamente, demostraciones de este espíritu renovado, que había hecho una autocrítica silenciosa y había sacado sus conclusiones.

Ahora el viaje a Cuba de la presidenta Bachelet ha sacado a relucir tensiones y contradicciones inquietantes. Parece que nuestro socialismo criollo, por lo menos en algunos sectores, puso el sentido crítico y autocrítico entre paréntesis, y volvió a entonar las anticuadas y olvidadas alabanzas de los socialismos reales. Me acordé de la amargura con la que un gran poeta húngaro, Goergi Petri, me contaba su sentimiento de frustración y hasta de humillación, en su condición de disidente político encarcelado, cuando leía las noticias de los recibimientos oficiales, con delegaciones escolares y ramos de flores, a los poetas del mundo comunista que llegaban a Budapest (Pablo Neruda entre ellos). Neruda sabía, y después se arrepintió de estas cosas en su Sonata crítica, en Confieso que he vivido, en muchos otros lados. Por eso recibió la violenta carta de crítica de 1966 de sus "hermanos" de Cuba.

Las declaraciones de estos días, en verdad, no terminan de apenarme y hasta de causarme vergüenza ajena. La presidenta Bachelet, por ejemplo, dijo con todas sus letras, sin pestañear, que Cuba es "una democracia diferente". En los años sesenta y setenta del siglo pasado, con respecto a las "democracias populares", a Hungría, Polonia, Checoslovaquia, Bulgaria, se decía exactamente lo mismo. De ahí su nombre oficial. Y después hemos sabido muy bien, con lujo de información, en qué consistían esas democracias diferentes, donde la institución que funcionaba mejor era la policía secreta.

Pero sé de memoria lo que son las visitas oficiales, de Estado, como también se suelen denominar, y comprendo que la presidenta, presionada por el protocolo, por la prensa, por el ambiente, haya tenido que utilizar algún término amable. En las dictaduras, donde están controladas, sofocadas, las palabras adquieren una paradójica virulencia. Usar precisamente la palabra "dictadura", por ejemplo, habría sonado terriblemente violento, malsonante. En cambio, me parece que Guillermo Teillier, cabeza de nuestro comunismo local, se pasó de la raya cuando sostuvo que en Cuba existía libertad de expresión. Aquí entramos de frente en los terrenos de la tomadura de pelo, y no creo que los chilenos de a pie lo merezcamos.

Algunos episodios de este viaje nos indican que nos acercamos de nuevo a ciertos matices de los viejos socialismos reales, quizá por una falla de la memoria, o por una nostalgia mal entendida. A la vez, en forma inevitable y paralela, los lazos del socialismo de siempre con el centro demócrata cristiano vuelven a ponerse tensos. Los compromisos esenciales no se han roto, pero las familias políticas, como se dice entre nosotros, con sus diversas culturas, han empezado a marcar sus distancias, sus desconfianzas, sus recelos. No son, en ningún caso, promesas de futuro, indicios de nada bueno.

sábado, 14 de marzo de 2009

elephants dream



Me cansé de hablar de la política parroquiana, por lo tanto disfruten de esta maravilla hecha por completo en software libre. Por supuesto, es mi otra gran obsesión.

jueves, 12 de marzo de 2009

las ecochicas, el estado y el amor



Creo que son bastante gráficas las declaraciones que hace Correa, insiste que le escuchen bien, obviamente hace una declaración de principios y dice que el Estado es él.

Efectivamente es lo que ha hecho con la ONG ambientalista "Acción Ecológica", basta que hubiesen cuestionado el accionar del gobierno ecuatoriano respecto a la extracción minera para que él (Correa) como es el Estado no solo descalifique, sino que retire la personería jurídica de la organización ambientalista.

Ya había dado mi opinión respecto a la apropiación de la canción "Hey Jude" de los Beatles, ahora nos da más motivos, ataca a los jubilados y trata de restar sus pensiones jubilares. La razón es obvia, no solo que está ebrio de poder, sino que además ha dejado al Estado sin dinero y está desesperado buscando de donde obtener fondos, los mismos que serán destinados a seguir en la perpetua campaña a la que ya nos ha acostumbrado, toda su actividad clientelar que es la que le sostiene en el poder.

Sin embargo, un presidente-candidato que mueve sin ningún rubor toda la maquinaria del Estado en su beneficio, y a pesar de todo ello tiene apenas el 45% de intención de votos, una oposición ineficiente y torpe que le hace el juego graciosamente, éste presidente-candidato no podrá llamar a aquello una victoria sino un fracaso.

Eso me recuerda la historia del "oso Teddy", que para congraciarse con Theodore Roosevelt, algunos lacayos ataron un oso a un árbol para de esa manera hacer fácil la caza del Sr. Presidente, pues es justamente lo mismo, tenemos nuestro propio Teddy Roosevelt que ha salido de cacería y sus lacayos han atado al oso de forma conveniente.

Lo de Acción Ecológica no es sino la muestra más visible del concepto que esta gente tiene del quehacer político, jugar siempre a ganador y perpetuarse en el poder por el mero gusto de seguir mamando de él.

Marx y Keynes: La realidad asaltada pr la razón

José Ramón García Menéndez


No sé exactamente si nos encontramos ante una ola remontada de morbosidad que rige, como un ascendiente astro meticuloso, los días y meses del año de gracia de 1983. Una morbosidad como la descrita por Nietzche -otrora tan denostado por la intelectualidad oficial- cuando escribía sobre la manía de la vejez que vuelve la mirada y repasa las cuentas del pasado con un afán desmedido de perseguir el consuelo en las remembranzas, en la cultura histórica, en los rituales de las efemérides y de los aniversarios.

Algo así debe ocurrir en un año de lenta rotación como el que transcurrió en 1983. En todas las redacciones, en el despacho del editor, en el contestador automático del conferenciante, en el aula universitaria... han mirado, como un casual, el calendario. Y comenzó, por un simultáneo arte de teletipo y onda, el ritual del aniversario. Conmemoraciones, celebraciones, números monográficos, mesas redondas, cartas al director y otros eventos de desigual parafernalia, se afilan como bisturís y descubren, para el público en general y para general información, que en dicho año se cumple el centenario de la muerte de Karl Marx, una de las mentes más lúcidas y autor de una obra fecunda de difícil parangón, que coincide con el año de nacimiento de John Maynard Keynes, Barón de Tilton, uno de los principales responsables de trasladar la economía desde las torres de marfil universitarios y elitistas hasta las sedes de los partidos políticos, los programas electorales, los ministerios y las revistas de divulgación.

Marx intentó descifrar analíticamente la naturaleza y funcionalidad de la teoría objetiva del valor trabajo y del plusvalor para respaldar un programa de acción política frente a la explotación de la clase trabajadora de su tiempo; mientras que Keynes persiguió la atenuación de los rasgos negativos del sistema hasta el punto que el reformismo económico aplicado bajo tutela estatal no sólo blindó al capitalismo en crisis frente a sistemas alternativos sino que representó un tanque de oxígeno aplicado al modelo de acumulación capitalista. El primero pretendía cambiar el sistema -y luchó políticamente por conseguirlo-; el segundo, salvarlo. Marx aspiró a una imbricación de la libertad y la igualdad -hijas de la Revolución Francesa-, esencialmente políticas, con la capacidad económica que llenaba de sentido toda la tabla de derechos declarados en 1789: una lección sobre la realidad del capitalismo y la emancipación social. Keynes, por su lado, ofreció su formación teórica, la visión global de lo que pasa en un momento dado, el gusto por el arte y la polémica, adornado con una especial versatilidad, ofreció, repetimos, todo ello para sacrificarlo -con una mezcla de escepticismo y resignación- en el ara de la economía, en nombre del capitalismo contemporáneo y de la "posibilidad de civilización".

Como decíamos: 1983 como un año especial, parece ser, con una inquietante alineación planetaria. Después de los años míticos -recordemos el año 2000, el 1984 de Orwell y la desesperanza...- ahora tendremos que añadir 1883, mudo testigo de la muerte de Marx y Wagner, y de los nacimientos de Keynes, Kafka, Mussolini y Ortega, entre otros. Pero también fue el año de la muerte y nacimientos de millares de personas anónimas, de millones y millones de hombres, mujeres y niños, que no aparecen en los calendarios, ni en las antologías, ni en las enciclopedias,.... Anónima humanidad que construyó, poco a poco, una realidad que fue asaltada por la razón. Una razón de desigual amplitud y de sobra conocida, como la de Marx y Keynes.

En el año 2008, un cuarto de siglo después, la profundidad de la crisis económica del capitalista contemporáneo nos remite, otra vez, al ritual de los aniversarios y al juego de fechas para recrearnos en una especie de circuito histórico en espiral que a lo largo del tiempo nos acerca a acontecimientos y respuestas que creemos ya archivadas en la memoria y en los documentos. El carácter especulativo de la economía capitalista en un casino global y la prepotencia del sistema hegemónico que se regodea en el proclamado fin de las ideologías con la prepotencia de saberse fuente del pensamiento único, nos obliga ahora más que nunca a optar por un pensamiento crítico que nos obligue a enfrentarnos con la autoridad de la Historia, cuyas lecciones son a veces difíciles de aprender incluso para aquellos que la recesión anuncia el nuevo despertar de Marx de su sueño eterno y de Keynes de su siesta. En este sentido, avanzamos las siguientes consideraciones para una necesaria reflexión colectiva.

1

Existen dos opciones para acercarse a la Historia. Una de ellas supone que la historia no tiene significado propio, autónomo, sino que es un mero relato-fábula del historiador, una aportación novelesca que se construye sobre las ruinas, los pergaminos antiguos, las reliquias.... La otra opción, al contrario, sostiene que la historia tiene una multiplicidad de significados según quien la escriba. En realidad, tanto una como otra son opciones erróneas. Ni el historiador es hacedor de historia (en todo caso, de literatura) ni existe una realidad objetiva distinta para cada historiador. Como nos dice E.H. Carr, el historiador nunca trabaja con absolutos.

2

La objetividad de la historia no tiene una identidad precisa. Los datos históricos son objetivos mientras son meramente datos. En cuanto históricos -es decir, utilizados por el investigador- se produce una relación dialéctica entre los datos y el estudioso. Si existiera objetividad, no sería en el dato histórico ni en el investigador, sino en la relación que mantienen.

3

El progreso del pensamiento económico ni es automático ni ineluctable; ni totalmente absoluto ni totalmente relativo. Es un proceso progresivo de acción-reacción, acumulativo y que responde a la historia. Los avances teóricos, los logros concretos para la política económica practicada u omitida, la consecución de objetivos, las herejías económicas (y los grandes herejes, los profetas capacitados, los errores compartidos), surgen del curso de la historia y no fuera de ella.

4

En síntesis, cualquier ley general de los fenómenos sociales tiene un carácter de "históricamente condicionado" o "determinado culturalmente". La esencia de esta argumentación nos conduce hacia serios obstáculos para el establecimiento de una historia que describa y explique dichos fenómenos. Sin embargo, la argumentación es inobjetable. Por otra parte, recurrimos a la problemática de la objetividad del llamado historiógrafo de la imparcialidad. Sometido a los datos, no es en modo alguno pasivo respecto a su propio pensamiento. Más aún -lo que es muy importante- el investigador aporta unas categorías de análisis y considera los datos a través de las mismas. La auténtica objetividad se encuentra en una aplicación correcta de la guía de categorías del pensamiento. Así nos encontramos con la realidad aprehendida mediante la razón: esta es la historia.

5

Una ciencia económica crítica no es una ciencia de mecanismos automáticos sino una ciencia de causas reales. En este sentido, y continuando con la historia susceptible de incorporar una relevancia al acervo científico, consideramos al legado de Keynes como un producto de su época y, en cierta medida, la culminación de un proceso que conduce a etapas progresivas en el pensamiento económico.

6

Como producto de su época y de un avance científico, es necesario tener presente las circunstancias que llevaron al conocido interés de Keynes por hacer del capitalismo un sistema económico y social viable. La crisis de 1929 y la llamada Gran Depresión en los países capitalistas más avanzados -esposando una crisis teórica con la depresión económica-; la utilización generalizada de las técnicas estadísticas y el ascenso del positivismo lógico, marcaron de una forma determinante este proceso que culminará con la vigencia del programa del positivismo en economía a través de Popper-instrumentalismo-Friedman. Este esquema obedece a una idea (he aquí la relativización: la razón del autor frente a la realidad para exponer la historia) que nos dice que los procesos de cambio no son una mera consecuencia de los avances más o menos acelerados de los conocimientos, sino que es -además- consecuencia de los cambios estructurales y de las crisis económicas, sociales y políticas que se operan en los países en cuestión. En definitiva, si los adelantos analíticos de una ciencia económica que suponemos crítica no se detienen ni se les otorga un contenido (llamémosle) institucional, transformaremos los análisis en cajas vacías de las que sólo se extraen, claro está, generalizaciones y conclusiones vacías por muy rigurosas que éstas sean.

Las mismas razones que forjaron a la teoría económica ortodoxa como un instrumento ideal para la defensa del sistema social existente impidieron, a su vez, explicar de una manera global el funcionamiento efectivo y real del capitalismo en su conjunto. La tentativa keynesiana fue, en este sentido, continuista a pesar de la postura crítica de Keynes contra los teóricos de la economía como la "lógica de la elección racional". Los ejemplos de L. Robbins (cuya obra es el locus classicus del que parten todas las discusiones, según M. Blaug) y L. von Mises (la ciencia económica como la parte más desarrollada de la praxeología) no sólo son significativos sino el núcleo de la doctrina oficial a la que J.M. Keynes ofreció una caricatura de epitafio en su Teoría General. Permanece, sin embargo, la argumentación macroeconómica, las tentativas de un desarrollo teórico más dinámico, la teoría concebida bajo la presión de la realidad... lo que no es poco, sin ser una alternativa a la tradición neoclásica.

8

Otro rasgo a señalar es la contribución de la doctrina keynesiana a reforzar los análisis de los marxistas occidentales y en crear un inusitado interés por la obra de Marx. Los keynesianos descubrieron que algunas categorías y varios instrumentos analíticos que trataban de encontrar, se hallaban en K. Marx y epígonos. Y los marxistas, por otra parte, se convencieron de la necesidad de interesarse por el keynesianismo como la fórmula de gestión de la crisis por parte del capitalismo avanzado contemporáneo y como un proyecto de modelización para programar reformas.

9

Desde el anterior punto, y sucedió en ocasiones, podemos decir que las causas de un interés mutuo no lo constituyen, ni mucho menos, las bases de una coincidencia. El horizonte de la política keynesiana es el corto plazo. Y a partir del nuevo paradigma keynesiano nos encontramos con una evolución ahistórica de la disciplina, eliminando paulatinamente los elementos sociohistóricos de la misma, precisamente los elementos que han hecho de la economía una ciencia social. Las instituciones sociales, para Keynes, son premisas de su especulación: no merecen un análisis profundo. ¡Qué diferencia respecto a Marx!. La utilización de términos macroeconómicos, la refutación de la ley de Say... son semejanzas entre Marx y Keynes. Semejanzas y no identidades ni continuación teórica. El éxito de Keynes está basado, en una proporción muy importante, en las posibilidades de supervivencia que concede su teoría al capitalismo: es necesario reformar el sistema para que no cambie. Y éstas son las razones por las que fue tan bien acogido por el poder. Mientras las cuestiones empíricas y la política económica a corto plazo acapara la preocupación general, los problemas planteados por las transformaciones a largo plazo son relegados a un plano secundario. Sin embargo, la tradición que se enfrenta a los problemas desde un conjunto orgánico de planteamientos económicos y sociológicos (Sombart, Weber, en cierto sentido Marshall) y el marxismo, sobre todo éste último, es una tradición -repito- enriquecida continuamente no sólo por el análisis científico sino por la historia, entendida como la realidad asaltada por la razón.

10

Posiblemente, el capitalismo esté agotando aceleradamente su papel histórico. Incluso es posible que la crisis actual sea de una gravedad sistémica de tal calibre que su recuperación signifique el destierro neoliberal y el mercado despojado de sus automáticas ventajas.

El sistema que surgió de su gran realización, la revolución industrial, se encuentra bloqueado por sus, aparentemente, mejores logros. El progreso técnico elevó los niveles de productividad pero creó la contraparte financiera de las inversiones hasta el punto que se convirtieron en un fin especulativo en sí mismo. La rápida difusión del capitalismo por todo el orbe le convirtió en el primer modo de producción universal de la historia pero inventó el imperialismo y la globalización como modalidad de gestión que aumenta exponencialmente la volatilidad y la vulnerabilidad de los más débiles. Pero los problemas actuales no necesitan un nuevo orden económico internacional -que nace viciado de origen- sino un nuevo modo que conduzca a las naciones más desarrolladas a la era postindustrial (la revolución tecnocientífica, según algunos autores) y que libere a los condenados de la tierra (F. Fanon).

Y todo enfocado en una meta clara situada en la utopía. Porque existe una razón que asaltará el futuro, porque la historia será realidad y porque la utopía está ahí no más: cambiar el gobierno de los hombres sobre los hombres por la administración de las cosas. Es necesario esgrimir ya las armas de otra racionalidad.

martes, 10 de marzo de 2009

hablando de falsificaciones



¡Es el nacimiento de Astroboy! y de ninguna manera aceptaremos que nos digan que es el nacimiento de "la revolución ciudadana" o cualquier otra vaina.

¡Astroboy vive carajo!

domingo, 8 de marzo de 2009

la culpa es de la bandera!!!

Cuando era niño revisaba con algo de inquietud un libro que tenía mi padre y éste era sobre la estética del fascismo, había otro también sobre el realismo socialista en el arte, y a ratos encontraba que eran idénticos, los había sobre el arte chino de la revolución cultural y para terminar revisaba publicaciones de la Corea del Norte, y sí, idéntico todo.

Más tarde cuando ya tuve más herramientas de discernimiento pude ver las cosas y considerar no que eran idénticas, sino que era exactamente la misma estética. Obreros fornidos y mujeres marimachas y en ambos casos absolutamente asexuados eran los símbolos de la nueva sociedad, la felicidad perpetua homogenizada, pero siempre estaba lo utilitario, propagandístico y plagiador contundente. La felicidad no solo había sido plagiada sino que había sido descafeinada, quitada su esencia humana de imperfección y fragilidad.

Siempre el fascismo apelará a la patria y a su bandera, cuando la patria es apenas una entelequia ya que el estado es una construcción intelectual embebida de ideología y nacionalismo, ingredientes esenciales para los regímenes totalitarios. La bandera no es sino un trapo que nos ata a una entelequia de la que los grupos de poder se alimentan.

Esta semana pude ver con estupor un desagradable spot publicitario de los "patrióticos ciudadanos", no es otra cosa que una perla apenas de la estética fascista, falsificadora, cursi y ominosamente patriótica.


viernes, 6 de marzo de 2009

¡soy un cerdo asqueroso!

Al mero estilo de la "revolución cultural" china los funcionarios cubanos destituidos se han declarado culpables, pero lo interesante es que ninguno detalla cuál es su crimen, las dos misivas son casi idénticas y en los dos casos se hacen juramentos de lealtad a "Fidel".

El País, obviamente, queda de lado ya que la lealtad está dada al supra-poder encarnado en el "partido" y obviamente a su "líder preclaro" Fidel Castro.

Es lamentable que un régimen establezca su poder en la ideología" y no en un proyecto político real.

Por si acaso me delaro cerdo asqueroso, ya que por acá también tenemos gobiernos absolutamente ideologizados y carentes en su totalidad de proyección política, obviamente como buen ser pensante y opositor al poder omnímodo me declaro un ser repugnante (por si acaso).