lunes, 28 de septiembre de 2015

el vulcanólogo mala leche que todos llevamos dentro

Parte de nuestra cultura es repetir un rumor con el consabido “dicen”, sin embargo cuando alguien intenta saber cuál es el origen de la supuesta “información” que el chisme conlleva nadie sabe, es como si el “dicen” fuese el escudo que nos liberara de cualquier culpa.

Somos un pueblo extraño, pero tenemos esa rara forma de solazarnos con el mal ajeno, como si se tratara de un caramelo perverso que nos podría durar hasta el próximo desastre.

La alerta creada por el proceso eruptivo del Cotopaxi se ha transformado en el pretexto para que las ideas más aventuradas y peregrinas salgan, que la mega erupción es cuestión de horas apenas, que la  lava ya está “ahicito nomás”, que se va a quebrar la montaña entera, y para todo ello circulan fotografías, la mayor parte de ellas que ni siquiera son del viejo Cotopaxi, son de cualquier volcán en alguna parte del este planeta.

Nadie intenta alertar o ayudar, es como si de un gozo perverso se tratara, como si el llevar a la gente, que reside en las zonas de peligro, al paroxismo, a niveles de terror y con ello solazarnos secretamente con el miedo que todo lo que hacemos provoca.

Islandia es un país con más volcanes activos que nuestro país y hay gente que vive en zonas de riesgo igual que por acá, sin embargo por allá se lo toman muy en serio y es una causa nacional, la información es veraz y oportuna y nadie está tratando de hacer daño al vecino, Islandia es un país pequeño al igual que el nuestro y ha llegado a tocar fondo y han salido airosos con tesón y proyecto de país.

En Ecuador el deporte nacional es poner zancadillas al de al lado, de mirar mal a quien por A o B circunstancias está en una posición más aventajada, pero si ese peldaño es por méritos intelectuales, es un pecado imperdonable del que todos considerarán que merece lapidación total.

Somos lo que somos, somos pequeños y rencorosos, queremos ver el desastre pero en piel ajena, porque en la propia no podríamos resistir la menor prueba de coraje o templanza.

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