jueves, 14 de abril de 2016

lunes, 11 de abril de 2016

viernes, 8 de abril de 2016

jueves, 7 de abril de 2016

miércoles, 6 de abril de 2016

decís "Cheese"


"Decís 'Cheese'", un cuento que una chica india escribió sobre una de mis fotos.

¿metrópolis?


martes, 5 de abril de 2016

bienvenidos al desierto de lo real

»Ni en la película más terrorífica he visto algo como las ratas abandonando la ciudad antes de los ataques aéreos. No fue en Stalingrado… Lo vi en Viazma… Era por la mañana, y hordas de ratas corrían por las calles, se marchaban al campo. Olfateaban la muerte. Eran millares… Negras, grises… La gente observaba horrorizada el espectáculo. Justo cuando las ratas desaparecieron, comenzó el ataque. Llegaron los aviones. De las casas y sótanos no quedaron más que piedras desmenuzadas…».

Es uno de los relatos que hace la Premio Nobel de Literatura Svetlana Alexiévich en su libro “La guerra no tiene rostro de mujer”, situaciones surrealistas que parecen sacadas de alguna escena de alguna película, sin embargo la realidad puede ser más sobrecogedora que la imaginación del cine.

Alexiévich nos relata al mismo tiempo el compromiso de un pueblo, muy a pesar de en algunos casos odiar a Stalin, algunas tan humanas como aquella de una mujer que recibe una propuesta de matrimonio entre las ruinas de Berlín y ella solo quiere recibir flores y sentirse bonita, no quiere casarse pero a pesar de todo acepta.

Hay situaciones que parecen copiadas de alguna película o tal vez de alguna novela, pero no, hay situaciones que superan con largo la imaginación.

Ecuador, afortunadamente, no ha vivido situaciones tan extremas como las que relata Alexiévich, hemos tenido una relativa vida tranquila, digo relativa porque no hemos tenido que soportar cruentas guerras o terremotos terribles, pero sí hemos tenido que soportar una realidad que bien pudiera ser sacada de una comedia barata de Hollywood, pero lo que sería simplemente hilarante podría traer consecuencias terribles y es ahí la razón de la relatividad que menciono.

Hace unos días el ideólogo de la autodenominada “revolución”, profesor de la FLACSO, ex-Canciller, ex-SENPLADES y actual encargado de Relaciones Internacionales del grupo gobernante AP, Fander Falconí soltó una perla que en un inicio podría tomarse como un vacilón, luego del ya consabido bullying en redes sociales se achacó a la “supina estupidez” de Falconí.

Pues bien, Falconí a través de la red Twitter emitió un trino que achacaba la desigualdad social y la mala distribución de la riqueza a que los ricos suelen casarse entre si. ¿Torpe? Por supuesto que sí, pero creo que aquello va un poco más allá de una torpeza o estupidez propia de su autor.

Partamos pues a los orígenes del matrimonio como institución, el matrimonio nació justamente como institución para legitimar las alianzas permanentes entre poderosos, prolongar así fortunas y mantener linajes, pero creo que no es el caso al que alude Falconí, lamentablemente creo que va más allá.

Creo que el mencionado tuit dice más de lo que a simple vista podemos ver.

Fander Falconí fue quien dio, entre otros “intelectuales”, el cariz intelectual y académico que la aventura de AP requería, un modelo de socialismo que se había no solo distanciado del marxismo, sino que había, según ellos, elaborado una nueva fórmula tan innovadora que habían recalcado su aludida contemporaneidad a llamarlo del “siglo XXI”, un modelo como había dicho alejado de Marx y el marxismo pero que debía buscar raíces ideológicas en las diferencias sociales propias del sistema capitalista.

El Socialismo del Siglo XXI no es más que una puesta en escena de un manejo clientelar extremo, el mismo que requiere de ingentes cantidades de dinero para poder sostener una maquinaria propagandística, la ideologización del modelo a través de constante machacar pseudo-ideológico. Anticapitalismo dentro del capitalismo, para ser más claros.

El modelo tiene el germen de su fracaso desde su concepción misma.

No sería por tanto de extrañarse que el ideólogo de semejante maravilla tenga la jeta de soltarse semejante declaración, porque no vendría siquiera a ser un error o una ligereza, en el mencionado tuit estaría condensada toda la realidad del “Socialismo del Siglo XXI”, su ligereza y su mirada pueril de la política y lo político.

La escena aquella de Matrix en que Morpheus a manera de bienvenida marca a Neo con una sentencia: “bienvenido al desierto de lo real”, no puede sino describir de la manera más poética la realidad a la que nos vemos abocados.

domingo, 3 de abril de 2016

"el bang bang club" y la muerte de Kevin Carter


El suicidio del fotógrafo sudafricano Kevin Carter (1994) lo elevó más a la fama y al mito, más que la fotografía de su autoría que se ha transformado en un hito de la manipulación.

No, no estoy acá para juzgar o no a Carter, la historia en alguna medida ya lo ha hecho, quiero simplemente hacer una reflexión a partir de él, su historia y su famosa foto, solamente eso.

Kevin Carter salta a la fama a partir de la publicación de una imagen de una niña famélica sudanesa que aparentemente estaba en condiciones precarias y un buitre en segundo plano estaba esperando su muerte. Esta imagen despertó la ira de la comunidad, acusaron al fotógrafo de no haber hecho nada para salvar la vida de la niña y que por el contrario éste solamente se detuvo a fotografiar el hecho dramático y ya.

Hasta ahí el origen del mito, luego Carter obtendría el Premio Pulitzer (1994) por tan pertinente imagen que describía de manera brutalmente dramática el horror de la hambruna en Sudán allá por 1993. Una vez que al fotógrafo le otorgaran el premio las críticas arreciaron, cuestionaron los límites éticos no de la fotografía, sino del fotógrafo, que para terminar llevarían al suicidio de Carter unos meses más tarde. Hasta ahí el mito.

Carter pertenecía a un grupo de fotorreporteros que se habían bautizado a si mismos como “El bang bang club”, un grupo que se había fogueado en el fotorreportaje de la Sudáfrica del “apartheid” y que habría ya puesto los ojos de algunos editores gráficos sobre algunos de sus miembros. El bang bang club tenía miembros extremadamente competitivos, lo que exigía a sus miembros a conseguir imágenes cada vez más dramáticas y Carter no era la excepción.

Bien, resulta que la historia que he descrito en su gran mayoría es falsa, testigos fueron desmintiendo el mito paulatinamente.

La niña sudanesa en verdad era un niño y su nombre es Kong Nyong, y digo es porque no murió y hoy por hoy es un adulto. Tampoco es cierto que hubiera estado en peligro de muerte inminente, aunque sí fue una víctima más de la hambruna que por esa época afectó a ese país, Kong Nyong había ido a defecar a ese terreno apartado de la aldea, era el lugar que la comunidad había destinado como tiradero de desperdicios y letrina, por tanto era bastante frecuente encontrar allí a buitres que se alimentaban de los pocos desperdicios que la comunidad arrojaba allí. Tampoco es cierto que Carter se hubiera suicidado por presión de la comunidad internacional, según una amiga suya Carter sí fue afectado por la crítica, pero no de manera determinante como para esta presión le hubiera podido llevar al suicidio, sino que el fotógrafo sufría de un estadio de depresión crónica, y según su amiga, una dependencia aguda a las drogas.

¿Fin del mito? Sí, del mito sí, pero no de la polémica.

¿Una vez que fueron desvelados los hechos, la imagen aquella dejó de ser eficiente?

La verdad que no, la imagen (que personalmente no es de mi agrado) sigue siendo eficiente, habla del horror de la hambruna, de la muerte como presencia persistente en grupos sociales desprotegidos, de la doble moral de la civilización occidental que suele mirar para otro lado cuando ocurren este tipo de situaciones terribles. La imagen habla de esto y tal vez más cosas que se me escapan.

Porque la imagen como tal no cuenta la historia que en verdad sucedió, sino que cuenta su propia historia que es muchísimo más dramática, porque la imagen como tal no apela a la verdad, sino a la verosimilitud y es eso lo que los observadores consumimos.

Al mismo tiempo la imagen desvela la deshumanización a la que puede llegar el periodismo con tal de conseguir una historia.

¿Pero si el niño en cuestión de verdad hubiera estado muriendo, el fotógrafo hubiera tenido posibilidad de salvar la vida de la criatura? Creo que no.

Entonces, ¿dónde están los límites?, ¿hay que ponerlos?

Creo que los límites se los debe imponer cada uno, porque siempre serán laxos, siempre serán cambiantes y sería muy torpe establecer una línea que no sería otra cosa sino una expresión más de la mojigatería de la cultura occidental.

La historia de la imagen icónica de Carter y su posterior muerte siempre serán material de debate, debate en el que nadie tendrá la razón, porque no se trata de ser propietario de la razón o la verdad, sino de poner naipes sobre la mesa, cual si fuera un juego en el que todos aprenderemos a partir de nadie tener la razón.

¿Carter manipuló la imagen? No creo, simplemente se dejó llevar por el mito que de ella había surgido, fue víctima de si mismo, de la vorágine que él y sus compañeros se impusieron. La imagen manipuló su propia realidad, contó su propia historia a su manera, y eso está muy bien.

Porque, permítanme decirlo una vez más, la fotografía jamás será verdad, nunca lo será, la fotografía siempre será verosimilitud y en ello radica su grandeza y su magia.

la historia de las cosas


sábado, 2 de abril de 2016

el creyente

“El creyente”, la historia de un joven judío jasídico pero nazi. ¿Contradicción?, no, ninguna.

Esa es la historia de un joven judío jasídico, hijo de un rabino que decide convertirse en nazi y patear así a otros judíos, historia plasmada en la película “El creyente” (The Believer) dirigida por Henry Bean.

Tal vez el nazismo sea la expresión más radical y aberrante de la intolerancia, es por esta razón que ha servido de muletilla para describir todo aquello que no se ajusta a nuestra visión, y sí, el nazismo es la expresión racista e intolerante del fascismo y el fascismo no es otra cosa sino el modelo corporativista de estado, o como repetiría una y otra y otra vez Benito Mussolini: “todo dentro del Estado, nada fuera de él”

Pero no vamos a hablar de fascistas o nazis, no, vamos a hablar del creyente, aquella persona que cree ciegamente en una idea, sea esta religiosa, política, o simplemente una forma determinada de ver la vida, el creyente de una idea como tal.

El creyente no cuestiona, toma como verdad definitiva lo que alguien en su momento dijo, no revisa, no mira a su alrededor y muestras de ello tenemos suficientes, podríamos empezar por el marxismo y sus seguidores, pasaríamos luego a los fascistas, luego vendrían los adoradores del dios dinero, o sea quienes creen en el capitalismo como idea final y perfecta, la llegada al fin de los tiempos y del pensamiento económico.

Partamos de una premisa fundamental: el creyente siempre estará en error, justamente por su postura irreflexiva, aunque sus postulados fuesen correctos, el creyente per se estaría en permanente error, su mirada irreflexiva es completamente reaccionaria y no permitiría por tanto el sano y necesario desarrollo del pensamiento.

Cualquier forma de pensamiento humano llevaría por tanto a derivaciones aberrantes, a lecturas torpes y maniqueas de cualquier postulado que algún pensador hubiese manifestado.

Así tenemos que fruto del pensamiento de Karl Marx la humanidad tuvo que soportar al estalinismo y su manifestación no solo reaccionaria sino criminal, o quizás que el fascismo nació del seno del pensamiento socialista y se transformó justamente en la versión de derechas del socialismo, con sus derivaciones criminales y racistas, como lo habíamos manifestado líneas atrás.

No se diga el cristianismo que no solo cooptó el pensamiento libertario del Cristo crucificado y se transformó en la herramienta más atroz de sometimiento que la cultura occidental hubiese inventado.

Y por ahí va el meollo de este artículo, el pensamiento es invención, una invención tan humana como su autor, llena de errores y sesgos, nada es definitivo, es por esa razón que la filosofía es dinámica, no toma asiento y está en permanente evolución, los postulados de ayer deben ser rebatidos hoy y los de hoy deberán ser rebatidos mañana y así, y así.

En esa medida tal vez el pensamiento de Marx han tenido un relativo éxito, un relativo éxito en tanto no solo ha generado seguidores ciegos y siniestros, sino que al mismo tiempo ha dado paso a un pensamiento que toma sus postulados y deja su praxis de lado, este pensamiento marxiano fue el que ha dado paso paso a otras corrientes del pensamiento como el estructuralismo o la Escuela de Fráncfort.

Tiempos complejos los que vivimos, la inmediatez, la alienación del trabajo y su derivada ideológica “el éxito” han provocado que la gente consuma pastillas, ya no pastillas con efectos medicinales, sino pastillas de pensamiento, se extrae frases, las descontextualizan y luego se las vuelve a envasar en forma de meme.

Malos tiempos tiempos digo porque hemos sido testigos los últimos nueve años de esto mismo, el modelo del creyente tomó asiento por estas tierras, un creyente, tan creyente como ser un boy scout que es la versión más aberrante y cínica de la manipulación ideológica de niños, de allí no puede salir más que creyentes, verdades, ninguna pregunta.

El creyente no cuestiona, simplemente cree, cree en “la verdad”, no la discute, no le busca las costuras, es así y ya.

El creyente sigue órdenes, disposiciones, muerde por orden, finge por orden, carece por completo de voluntad, no necesita pensar porque para aquello hay gente que lo hace por él.

La manera de concebir la política suele ser bastante torpe, solemos quedarnos en la epidermis, “él dijo, él hizo, él insulta”. Sí, pero no deja de ser epidérmico, el verdadero problema siempre estará detrás e intacto porque no nos fijamos siquiera en él.

Siempre dije que Correa parte de premisas correctas, por ejemplo aquella de que la prensa miente. Claro, y tiene razón, esa es una verdad que no fue su descubrimiento, es algo que siempre supimos, entonces cual San Jorge entra en santa lucha contra el monstruo, no para liberarnos de él, sino para crear uno más grande pero a su servicio, entonces una vez que el nuevo monstruo exista ya la prensa no será la mentirosa, seremos todos nosotros porque no adoramos a su monstruo.

Sin embargo nos quedamos en una pelea estéril, anodina podría decirse, porque hemos permitido que los monstruos sirvientes proliferen cual hongos tras una tormenta, seguimos el guion que alguien impone y seguimos discutiendo la forma y no el fondo, seguimos alucinados por el permanente acto de malabarismo y despotricamos no contra el malabarista, sino contra el acto de malabarismo en si.

¿Por qué lo hacemos?

Porque somos creyentes, somos creyentes de alguna causa, de algún motivo, sin detenernos a pensar siquiera si esa causa es la nuestra o no.

Esa, considero yo, es una herencia que la arrastramos desde la colonia, no nos hemos liberado y ni siquiera nos percatamos de nuestra verdadera condición de vasallos coloniales.

Nada, nada de lo que ha implementado este modelo fascistoide será desmontado, nada será desmontado porque quien viniere, sea del color que fuere, verá la utilidad de los mecanismos de control que se implementaron. El malabarismo tampoco desaparecerá, perdurará por muchas décadas más, ha demostrado ser eficaz y nadie desmontará tampoco ese modelo de construir lo político, porque la política se desmontó hace tiempo y nadie lo vio.

La disyuntiva nunca será mercado versus socialismo, no lo será porque el socialismo ni siquiera apareció, no existe tal disyuntiva, aquella solo existe y persiste desde el imaginario del pensamiento de la ultra derecha, aquella misógina, racista y clasista, no existe porque el modelo correísta es reaccionario y por tanto absolutamente funcional para la derecha.

He llegado a un punto de mi vida en que prefiero escribir, ver lo que sucede y reflexionar, ya no me involucro en discusiones bizantinas, porque mis “contertulios” siempre tendrán la razón y ahora yo parto de esa premisa, parto desde la premisa de mi permanente y persistente error, porque no soy creyente.

viernes, 1 de abril de 2016

el cénit petrolero


Stuart McMillen explica a través de un cómic el fenómeno de nuestra dependencia atroz al petróleo, de su auge y su caída, con ella el fin de la civilización occidental.

El cénit petrolero

el antes y el después de "Johnny cogió su fusil"

 
El mundo antes y después de ver "Johnny cogió su fusil", la metáfora más desgarradora sobre la libertad y la esclavitud.

de crucifixión en crucifixión


el posmodernismo


"El posmodernismo no es más que un grado suplementario en la escala de la personalización del individuo dedicado al self-service narcisista y a combinaciones caleidoscópicas indiferentes"
 Gilles Lipovetsky

mientras tanto en el imaginario ...


cuando algo es gratuito, la mercancía eres tú