jueves, 20 de noviembre de 2014

martes, 18 de noviembre de 2014

la angustia

La angustia es el todo, es la nada, es la posibilidad pura, es el paso previo, es la indeterminación en su estado pleno.

la ciudad no huele a caramelo

Haré mía la idea de Günter Grass, ¿cómo se puede escribir después de Auschwitz?. Una imagen me ha perseguido durante años, cómo haría Rudolf Höß, comandante del campo Auschwitz Birkenau, cuando llegaba a casa luego de su “trabajo” diario, ¿sería tierno con sus hijos, haría el amor con su esposa por las noches sin que ese acto se transformase en un desahogo cruel y burdo?, la respuesta me vino con una seguridad que me dejó helado, por supuesto que habrá sido un padre tierno, un amante esposo y hasta se podría considerar un ciudadano ejemplar.

¿Cómo puede ser posible que existen seres así?

La única respuesta posible es que aquel ser humano hace lo que hace porque tiene el convencimiento de que todo su accionar es justo, hasta en ocasiones no solamente es justo sino necesario, tanto como lo es alguien que limpia las calles.

Según Karl Marx, la ideología es el mecanismo a través del cual se oculta la realidad, es decir el conjunto de ideas que hacen que el oprimido no perciba su verdadera condición; la ideología, entonces, crearía un velo, una “falsa conciencia”.

Entonces, ideológicamente Höß habría estado haciendo lo justo, lo correcto, matar de manera sistemática no tendría ninguna censura, éticamente sería aceptable, así como aceptamos socialmente a quien trabaja en un matadero y de esa manera coadyuva a que tengamos nuestra provisión de carne en nuestras mesas. El “bien común”, alguien que cumple con una acción loable en beneficio de todos, para el sano funcionamiento de la sociedad.

Hay ocasiones en las que uno debe hacer como si no hubiera oído o visto algo, hay ocasiones, también, en las que no es posible tolerar lo inadmisible, los pobres no son pobres porque son torpes u ociosos, por ejemplo, los pobres son tales porque el mecanismo de funcionamiento del sistema está basado en la injusticia, en la acumulación de unos cuantos en detrimento de otros que son más, los recursos son limitados y la abundancia de uno correspondería a la escasez de otros.

¿Qué sería justicia?, si por un lado tenemos que ideológicamente se puede virar lo socialmente aceptable a convenir.

Alexander a Alexandra, personajes de “Malos Presagios” de Günter Grass, al pisar un sapo miró con preocupación a su compañera y solo atinó a decir que aquel acto solo podría significar “malos presagios”

Tengo una sensación rara, Herman Göring al ser juzgado en Nüremberg adujo que aquel proceso carecía de legalidad, ya que todos los actos por los que él y los demás procesados eran juzgados era absolutamente legales, el Reich Alemán tenía un andamiaje legal que permitía llevar a cabo toda aquella política racista y criminal. Sabemos que lo legal no necesariamente es legítimo.

Han sido apenas unas ideas sueltas que tenía revoloteando por mi testa, mi necesidad de comunicar, mi silencio que a ratos no suele ser tan silencioso.

Lo cierto es que en una ocasión pude saborear la libertad, la ciudad olía a caramelo y el viento frío en mi rostro era la certeza de mi vida y en eso se transformó mi goce pequeño y silencioso de libertad.

lunes, 17 de noviembre de 2014

el último combatiente sigue muriendo

Publicado en El Comercio, 19 de octubre de 2014

Fue en mi adolescencia cuando me enteré sobre las dudas de autenticidad de la imagen icónica de Robert Capa, un miliciano republicano cayendo muerto durante la Guerra Civil Española. La imagen por la que un joven  fotógrafo húngaro, de apenas 22 años de edad, llamado Endre Ernö Friedman saltó a la fama y se convirtió  talvez en el reportero de guerra más famoso de la historia.

Fue el fotógrafo y arquitecto brasileño Cristiano Mascaro quien en una conferencia en los años 80 en Quito hizo alusión sobre las dudas que pesaban sobre la obra capital de Capa, exhibiendo algunas diapositivas hizo notar que no había evidencia alguna de impacto, tomando en cuenta que según la desaparecida LIFE Magazine (en donde fue publicado el trabajo de Capa) era el registro de la muerte del miliciano Federico Borell García (‘El Taino’) de 24 años de edad durante la batalla del Cerro Muriano en Córdoba  el 5 de septiembre de 1936 a las 5 de la tarde.

Regresé a casa e inmediatamente corrí a revisar los libros que mi padre poseía de Capa, encontré la mencionada fotografía y efectivamente no había señal alguna de impacto en la cabeza, tampoco en el tórax, ni en el abdomen, ¿pero cómo podría Capa haber falseado una imagen, cuando toda su vida había sido un reportero de guerra, había estado en el desembarco de Normandía y había muerto al pisar una mina antipersonal durante la Guerra de Vietnam? Evidentemente Capa no era un cobarde, era alguien que se la jugaba y que en las playas de Normandía había conseguido hacer fotografías muchísimo más dramáticas y talvez mejor logradas que la del miliciano muerto, algo había ahí que debía ser pensado y que en ese momento de mi adolescencia quizá pensé que tendría una vida entera para dilucidar el misterio.

Pasaron los años y de pronto llegó a mi cabeza la idea, ¿tenía sentido seguir buscando un impacto de bala?, la respuesta fue casi inmediata, por supuesto que aquel impacto de bala había perdido su sentido, la foto aquella aludía a la resistencia republicana, al “no pasarán”, se había convertido en un símbolo de la lucha antifascista y era por ahí por donde debería darse la lectura, la imagen era un grito de “así mueren los combatientes en esta guerra, sin importar color o bando”, como lo dijo el pensador Iván Carvajal. Había perdido sentido encontrar pruebas de su “autenticidad”, porque su “veracidad” estaba más que comprobada, alude a un hecho histórico dramático, su connotación va más allá del hecho de exposición del dato y se transforma en información en la que evidentemente su hacedor toma partido de manera dramática.
El problema estaría en que generalmente los reporteros gráficos hablan de la verdad, pero, ¿la fotografía es verdad?

“Todo testimonio es una interpretación”, insiste Iván Carvajal, el fotógrafo no busca la verdad, pero tampoco miente, no es falaz, ya que la fotografía no es verdad, pero sí alude a la veracidad, por tanto a la verosimilitud, añade.

“El mundo es una realidad desde nosotros, es una representación”, agrega el fotógrafo y artista Pepe Avilés, ya que el fotógrafo como operador no puede abstraerse de su posición frente al mundo, y en este caso Capa expresa su posición antifascista, “la realidad se representa”, insiste.
Tomado de esa manera no se trataría de una fotografía polémica desde el punto de vista formal, sino como un documento político de un gran contenido y sería absurdo buscar invalidarla partiendo de argumentos desde su información evidente del dato, ya que inclusive hay sospechas que el miliciano muerto no correspondería a quien se dice que es, ¿pero tendría importancia determinante que el muerto fuera o no Federico Borell?

Entonces Capa estaría haciendo un manifiesto a partir de su imagen icónica, y he ahí su peso específico, estaba haciendo una aproximación al debate, alejándose talvez de manera deliberada del dato informativo y de esa manera estaba estableciendo información, dado que esta es un punto de vista dentro de un contexto determinado, el periodista busca indagar sobre las diferentes interacciones que llevaron a ese hecho determinado, en este caso Capa no solo como reportero de guerra, sino como testigo de la Guerra Civil Española.

Lo cierto es que mucha de esta discusión podría quedar resuelta si se tuviera la secuencia previa y posterior a la imagen cuestionada, pero oficialmente la tira de negativos a la que corresponde esta foto está oficialmente perdida, sin embargo en 1995 fueron encontradas algunas cajas con aproximadamente 3 000 a 4 000 negativos de autoría de Robert Capa, Gerda Taro (su novia y colega) y David Seymour (‘Chim’), imágenes elaboradas todas sobre la Guerra Civil Española, a este hallazgo se le dio a conocer como ‘La Maleta Mexicana’ ya que fueron halladas entre las pertenencias del general mexicano Francisco Javier Aguilar González, fallecido en 1975. Capa habría tenido que abandonar los negativos en París ante el avance nazi dada su condición de judío y simpatizante comunista. La investigadora y curadora fotográfica Trisha Ziff en 2011 hizo un documental sobre el hallazgo, siempre con la inquietud velada sobre el negativo perdido de la famosa foto.

Ningún fotógrafo ha creado tanta fascinación como Robert Capa, inclusive un personaje de cómic está basado en él, se trata de Frank Cappa, reportero de guerra que con una cámara Leica colgada de su cuello y un casco de acero en su cabeza ha provocado fascinación en más de un niño en la década de los ochenta.

Lo cierto es que a pesar de que Capa tomó aquella imagen en 1936 y murió en 1954, la foto que le dio la fama todavía sigue creando polémica. En 2007 en España, el cineasta Hugo Doménech creó el documental ‘La Sombra del Iceberg’ cuyo único objetivo, según sus realizadores, es desmitificar la fotografía emblemática de Capa, en él llegan inclusive a sugerir que la imagen podría haber sido realizada por Gerda Taro y no por Capa, y al mismo tiempo que tampoco habría sido realizada por una cámara Leica de 35 mm, sino por una Rolleiflex de diferente formato (6x6 cm). Pero, ¿cuál es su objetivo, desmitificar una fotografía o desacreditar a su autor?

Es evidente que “el último combatiente” de Capa no es fuente de polémica por su naturaleza específica como imagen fotográfica, sino por ser un documento político importante, porque su autor se asume como un actor político y no lo oculta, su foto es un manifiesto no solo sobre su posición frente a la guerra, sino sobre su desprecio por el fascismo.

Supongamos que la fotografía es efectivamente una puesta en escena, lo cual está dentro de las posibilidades, esta seguiría contando una historia y ella es sobre la muerte de un soldado,pero ya no desde el plano de la verdad sino desde la verosimilitud. Capa condenó a aquel miliciano a morir a perpetuidad, a permanecer cayendo en un estado de indefinición entre la vida y la muerte, se adentra talvez de manera insospechada al plano del relato literario.

Sin embargo me siguen sin importar los datos, no me importa saber cómo se llamó el miliciano ni el lugar en dónde fue tomada la foto ni siquiera me importa el año, solo me interesa la historia de muerte indefinida que me seguirá contando hasta mi muerte.