martes, 11 de marzo de 2014

tan simple como un encuentro

Me encontré con un muy buen amigo después de algunos años, el cariño y las preguntas, una de ellas fue si acaso yo seguía haciendo cine experimental, a lo que él añadió: - tú eres el pionero del cine experimental en Ecuador, ¿por qué dejaste de hacer esas películas raras pero tan chéveres? -. Fue la respuesta casi obvia, le dije que nunca tomo asiento, que el pensamiento y la creación no pueden estar detenidas, que había regresado a la fotografía fija pero con ingredientes nuevos, que el cine experimental había sido talvez una estación de tránsito hacia lo que estoy haciendo actualmente.

La conversación comenzó a tomar cuerpo interesante, inmediatamente entró a colación la consabida  interrogante sobre el dilema entre lo digital y lo análogo, añadiendo por cierto que la fotografía ya no tiene el mismo sabor, blá blá blá. Fue cuando sentí que ya tenía yo los argumentos suficientes como para explayarme y poder exponer mis ideas, entonces dije que lo único que extrañaba de la fotografía análoga es la información infinitesimal del negativo, pero que del resto podía sentir que se había abaratado el costo, el tiempo se había reducido de manera dramática y que por el bien de quienquiera el laboratorio con su oscuridad claustrofóbica, el frío y la humedad permanente habían desaparecido de mi horizonte, porque todo lo que se hacía en el laboratorio, hoy lo podemos hacer frente al computador con una taza de café en las manos, la luz, la música y un ambiente muchísimo más agradable.

- La masificación de la fotografía -, inmediatamente acotó mi amigo

Bueno, la fotografía siempre estuvo masificada, respondí, desde que apareció en escena George Eastman la fotografía se masificó, creo que no ha habido actividad humana más masiva que la fotografía.

- Pero la presencia de cámaras en los celulares ha vuelto omnipresente a la fotografía -, dijo mi amigo.

Sí y no, añadí yo, lo que ha cambiado no es la presencia permanente de la fotografía en nuestras vidas, sino lo que ha cambiado es el uso, la inmediatez, la transmisibilidad de esta, estar frente al fenómeno del testigo ocular.

- Todos ahora somos fotógrafos, te pongo el ejemplo de Instagram -, dijo

Instagram es una herramienta apenas, no es algo que debería asustar a nadie, lo que ha cambiado es que el hacedor ya no es el poseedor del secreto de la alquimia, ese está al alcance de todos, como que con la masificación de las máquinas de escribir, el advenimiento de los procesadores de palabras y las computadoras desapareció el oficio del escribano, pero eso no nos hace a todos escritores, el oficio de narrador es algo que se lo cultiva con muchísimo esfuerzo, es exactamente lo mismo lo que le ha ocurrido a la fotografía, el alquimista, el artesano sabedor de los secretos del oficio ya no tienen sentido, sin embargo ha llegado el momento crucial para la fotografía, la negación de si misma, el reconocimiento de ella con sus verdaderas posibilidades.

La fotografía está al alcance de todos, todos pueden ser testigos oculares de la realidad objetiva, justamente es la razón por la que fue inventada, es justamente la misma liberación que tuvo la pintura con el aparecimiento de la fotografía en escena, la pintura se negó a si misma, pudo buscar y  encontrar nuevos rumbos de los que toda la humanidad ha sido testigo, en este caso es que su propia naturaleza la libera, se libera a si misma, no ha entrado en contradicción con su propia naturaleza, negarse es saludable porque le permite poner en evidencia su verdadera naturaleza narrativa, creo que la fotografía está entrando a su mejor momento, el artesano ha muerto porque ya no es necesario, el escritor tiene el camino libre para poder descubrir todas las posibilidades narrativas y poéticas que la fotografía posee.

Bien por la fotografía, digo, la literatura