lunes, 11 de febrero de 2013

el último combatiente


En los años 80, cuando la fotografía comenzaba tardíamente a despegar en Ecuador, fue Cristiano Mascaro, un fotógrafo y arquitecto brasileño, quien puso el naipe sobre la mesa, aseguró que la foto icónica de Robert Capa, un combatiente republicano cayendo de muerte producto de un impacto de bala, era una puesta en escena. Yo para ese entonces era alguien que se debatía entre las Ciencias Políticas y la fotografía (como un entretenimiento), le había acompañado a mi padre (Hugo Cifuentes Navarro) a la charla del brasileño, quedé atónito ante la posibilidad de falsedad documental que nos sugería el conferenciante, guardé silencio y comenzó mi cabeza a bullir.

La historia nos dice que esa imagen fue hecha durante la batalla del Cerro Muriano, en las cercanías de Córdoba el 5 de septiembre de 1936, el miliciano republicano Federico Borrel era el protagonista de aquella imagen que daría la vuelta al mundo y que coronaría a Robert Capa como uno de los más grandes fotógrafos de la humanidad.

Una vez en casa, corrí en pos de uno de los tantos libros que tenía mi padre, busqué y encontré, efectivamente la imagen del combatiente cayendo no tenía muestras de impacto alguno, sorprendente, mucho más si la historia contaba que la bala asesina provenía del disparo de un francotirador marroquí, obviamente debería existir un impacto grande, pues no, no había ni en la cabeza, ni tampoco en el tórax o abdomen. La única posibilidad sería en el brazo oculto, pero un impacto en un brazo no provoca una muerte instantánea, tal como nos sugería la historia.

Pasaron los años, las Ciencias Políticas se quedaron donde y con quienes se debían quedar, me fui con la fotografía y me zambullí en sus placeres y discordias, las verdades verdaderas comenzaron a ser relativas, los años no pasan en vano, sin embargo, las reflexiones que genera el quehacer cada vez son más intensas.

Fue hace apenas unos día que leí sobre una conversación entre Capa y Henri Cartier-Bresson, el francés sostenía que él no era un fotógrafo documental, Capa argumentaba todo lo contrario. Fue como si se hubiera abierto al fin el cofre que guardaba el mayor tesoro, las verdaderas verdaderas se desmoronaban para siempre, al fin tenía la herramienta clave de argumentación para cualquier discusión con amigos (o los que no lo son). Surgen algunas preguntas: ¿Entonces, qué era Cartier-Bresson?, ¿Robert Capa sí lo era?, ¿Si la foto del “último combatiente” era falsa, eso invalida completamente el trabajo de Capa?

Creo que Cartier-Bresson efectivamente no era un fotógrafo documental, tampoco lo era Capa y la prueba de ello es justamente la fotografía de la que estamos hablando.

Estoy convencido que Cartier-Bresson estaba muy claro sobre lo que era su quehacer en la fotografía, pero al mismo tiempo estoy convencido que Capa tenía el corsé de la fotografía documental demasiado ajustado.

La verdad que ahora no me importa si “el último combatiente” es o no una puesta en escena, no tiene la menor importancia, al menos para mí. Capa seguirá siendo un grande, no porque solamente haya sido un gran fotógrafo, sino por todo lo que su obra logró dentro de la narrativa.

Si la imagen de la muerte del miliciano fuese falsa, sería inválida solo como documento histórico, como un documento de verificación histórica, pero solamente eso, ni siquiera sería inválido como un documento social, ya que nos habla de una época y sus circunstancias, pero ante todo es una obra   de poesía, nos plantea un sinfín de cosas, nos sugiere una profunda reflexión sobre la violencia de la guerra, sobre lo fugaz de la existencia.

No encuentro problemas ni dilemas, encuentro solamente nuevos naipes a ser tomados en cuenta. Tal vez se corrió un velo que no nos permitía encontrar todo lo que la misma fotografía nos puede ofrecer, tal fue la dimensión del velo, que ni siquiera el mismo Capa se dio cuenta de eso, pero que Cartier-Bresson ya lo veía y de una manera muy clara.


Para mí, “el último combatiente” será aquel soldado que está muriendo, que está condenado a perpetuidad a estar en ese estado de indefinición entre la vida o la muerte, ese soldado que no es ni fue. Por mi parte no quiero liberarle, su condena para mí es poesía.